Bernardo Ardavín Migoni
El sentido común
Los padres de familia que observan a sus hijos desde el nacimiento –y aun antes, mediante el ultra sonido aplicado al vientre de la madre– saben, a ciencia cierta, si su hijo es niño o niña, sin necesitar la intervención de un tribunal, por importante que éste sea. La pretensión de que todo mundo se vea en el apremio de mostrar su cédula de identidad para que, independientemente de la percepción que tengamos acerca de ella, podamos conocer la definición de su género, para saber si está de acuerdo con su sexo, o ha escogido uno diferente, es una verdadera necedad.
El sexo no puede ser sustituido por ese término ideológico, abstracto y confuso de "el género". Lo lógico es que este desarrollo cultural de "el género", mediante la educación, suscite en cada sujeto la armonía con su sexo.
La SCJN pretende imponer una ideología, como pensamiento único
El Ejecutivo, así como algunos miembros de la Suprema Corte de Justicia y del Congreso, al parecer, pretenden modificar la naturaleza de hombres y mujeres y, por ende, los derechos humanos que se derivan de ello. Bien se les podría insinuar la seductora tentación: ¡Seréis como dioses!
Estamos ante una violación evidente de los derechos de los ciudadanos mexicanos porque no se ha consultado a nadie para asumir una decisión tan delicada, cuando se pretende imponer una ideología que, como todas ellas, se separa de la realidad, riñe con la lógica más elemental y el sentido común.
¿Qué debemos hacer?
La institución familiar merece ser defendida, fortalecida y preservada para que cumpla su función como la célula básica que es de toda sociedad.
En consecuencia, debemos oponernos con firmeza, mediante acciones concertadas de la sociedad organizada, a la deformación del matrimonio, so pena de sufrir enormes males en la convivencia, por las evidentes lesiones a la institución perpetradas por quienes desean desnaturalizarla, al negar que necesita estar conformada por un hombre y una mujer.