Óscar Fidencio Ibáñez
Tuve la oportunidad de conocer al empresario y político católico Carlos Abascal, su obra como líder empresarial, Secretario de Trabajo y Previsión Social y Secretario de Gobernación fue fundamental durante el cambio de siglo y la alternancia en México. Es probable que sea el único político que intentó y logró un diálogo real entre trabajadores, empresarios y gobierno siendo él un mediador con autoridad y compromiso.
El Papa Francisco en su visita a Ciudad Juárez invitó a los trabajadores y empresarios a construir un México mejor "dialogando, confrontando, negociando, perdiendo para que ganen todos". Un trabajo difícil que puede ser facilitado por un mediador con autoridad moral, y que parece ser lo que le falta a las autoridades actuales. Abascal pudo convocar, dialogar, negociar, precisamente por su gran autoridad moral ganada en una vida de congruencia.
El Papa nos recuerda que "el tiempo que vivimos ha impuesto el paradigma de la utilidad económica como principio de las relaciones personales. La mentalidad reinante, en todas partes, propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, a cualquier tipo de costo y de manera inmediata. No sólo provoca la pérdida de la dimensión ética de las empresas sino que olvida que la mejor inversión que se puede realizar es invertir en la gente, en las personas, en las familias".
Esta realidad, en un contexto donde las condiciones globales hacen pensar en mayor inestabilidad económica, por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, y los flujos de especulación que se generan por la incertidumbre, ahondan los riesgos de conflictos entre empresarios y trabajadores.
El máximo dirigente de los empresarios en México Juan Pablo Castañón, se mostró en su mensaje de bienvenida al pontífice a favor de un México incluyente: "Los empresarios comprometidos sabemos que la empresa la formamos juntos, trabajadores y empresarios, como comunidad, y que debemos transitar en el diálogo, la comprensión y los valores, haciendo cada quien lo que nos corresponde, para crecer juntos, y construir así una sociedad más justa".
El líder empresarial expresó que "nos hace falta concentrarnos y comprometernos con el empleo: un empleo digno, bien remunerado, que se sostenga en el tiempo, que sea promotor de las personas, las familias y las comunidades." También habló de la necesidad de "Reconocer que la persona humana es principio y fin de cualquier actividad económica, social y política, y que el trabajo es un ámbito fundamental para el desarrollo de sus distintas capacidades, y es, el trabajo, el único capaz de romper el círculo de la pobreza".
Por su parte el Papa nos dijo que: "Todos tenemos que luchar para que el trabajo sea una instancia de humanización y de futuro; que sea un espacio para construir sociedad y ciudadanía. Esta actitud no sólo genera una mejora inmediata, sino que a la larga va transformándose en una cultura capaz de promover espacios dignos para todos. Esta cultura, nacida muchas veces de tensiones, va gestando un nuevo estilo de relaciones, un nuevo estilo de Nación".
La falta de autoridad moral del gobierno no le permite promover acuerdos que beneficien a los trabajadores y a las empresas; por ello es necesario que los propios trabajadores y empresarios hagan un esfuerzo de diálogo para que los salarios, y las jornadas laborales den oportunidad a las familias de fortalecerse, ya que "así como la familia es la célula básica de la sociedad, la empresa lo es para el desarrollo humano integral".
Una cultura de encuentro y diálogo es el mejor antídoto a los conflictos, al desempleo y a la quiebra de empresas que se otea en el horizonte global; y es tan importante, que no se puede esperar a que el gobierno actúe. Es también el camino para transformar el actual sistema de privilegio de la ganancia, por uno donde se busque fortalecer primero a las personas y a las familias.