Pedro de Legarreta Lores
Quién dirige el país más poderoso del mundo no es un asunto menor. Si la situación fuera otra, si Hillary Clinton hubiera ganado, el tiempo y la tinta que se le dedicaría al asunto sería mucho menor, porque no despertaría las inquietudes que significa el triunfo del plutócrata y porque las reglas serían conocidas. A lo largo de la semana son dos las preguntas que los analistas y opinólogos hacen:
¿Por qué ganó Donald Trump?, evidentemente las nuevas tecnologías que permiten saber si el teléfono que nos marca es de una persona conocida, hace que muchos no contestemos al no reconocer un número, esto disminuye la confiabilidad de las encuestas, pero también, sin duda, el que nuestras opiniones sean conocidas y criticadas, hace que muchos que están pensando fuera de lo que se considera políticamente correcto, prefieran no contestar o mentir simplemente, es otro factor que oculta los resultados. Finalmente, está la disposición a emitir el voto, si bien al consultarme me preguntan si lo haré o no, al final del día puede ser que el día de la elección pase algo que me impida asistir o no me motive a hacerlo. El electorado potencial de Clinton estaba menos motivado para emitir el voto que el de Trump y esto puede haber marcado una diferencia que finalmente fue desembocó en una terrible derrota para la candidata demócrata.
Pero esta misma pregunta tiene repuesta en otra vertiente. El candidato republicano ganó porque se convirtió en una verdadera alternativa a un sistema inequitativo y corrupto, un sistema que tiene décadas prometiendo un Estado de bienestar pero que no ha conseguido hacerlo llegar a todos y en el que, cada día más, hay excluidos y marginados sin oportunidad de participar en los beneficios, mientras que un pequeño sector (al que por cierto pertenece el propio Trump) se enriquece más allá de toda racionalidad.
La otra pregunta que se plantea es ¿qué podemos esperar de este hombre?, ¿qué podemos hacer ante este escenario?
La respuesta no es sencilla. Probablemente ni el mismo Trump la pueda contestar. Por una parte ha nombrado a Stephen Bannon, un supremacista blanco, como jefe de asesores de su gobierno, por otra, declara en entrevista en CBS que está evaluando integrar a su gabinete a una mujer y a un gay. Pareciera que en este momento el empresario venido a político busca reconciliarse con todos los grupos tras el final de la campaña, para tratar de resarcir las heridas, pero por otra parte la exigencia de la sociedad en el sentido de que cumpla lo que prometió lo impulsa a hacer las cosas. Podemos estar ciertos de algunas cosas: el sistema de inmigración no va a ser más justo; los jueces que se nombren serán de un corte más conservador; buscará hacer negocios con el mundo, imponiendo la ventaja que le da ser la principal potencia económica y militar y buscará fortalecer el aparato militar.
Para lo demás, hay una enorme interrogante que solo el tiempo podrá ir resolviendo. Solo nos queda hacer lo mejor que podamos por nuestro propio país, sin esperar que en algún otro se mueva un dedo para ayudarnos a resolver nuestros problemas.
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