Antonio Maza Pereda
Casi dos semanas ya del triunfo del Sr. Trump y no hemos dejado de llorar, de criticar, de decir lo mal que nos va a ir con él. No es que no tenga sus "fans", pero ni siquiera éstos nos dicen de qué manera nos va a ayudar el hecho de que cumpla sus promesas de campaña. El impacto económico y social de su cumplimiento es innegable, como innegable también es que su contrincante igualmente nos hubiera hecho mucho daño, de otro modo y en otras materias.
Muy a la mexicana, hemos reaccionado con humor negro, miles de "memes" y toda clase de bromas. Nos hemos reído de él, como nos reímos de la muerte. Pero, como a la muerte, no lo podemos negar y, muy a nuestro pesar, no podemos dejar de temerle. Por eso lo tomamos a broma.
Algunos están en la plena negación. "No creas", dicen: "Vas a ver cómo la grandes empresas y el Congreso lo van a parar". Otros agregan: "No va a ser lo mismo el candidato que el Presidente". Y otros más agregan: "Ni es tan malo, ya verás que todo sale bien".
No pocos están en la depresión: "Ahora sí que nos va a ir mal, nos vamos a morir de hambre todos", nos dicen. "Sólo esto nos faltaba, una pésima situación interna y ahora esto" Algunos casi lloran: "¡Hay que irnos del país! Pero, con Trump, ¿a dónde nos vamos?"
Sólo pocos son los que asumen la situación y se dan cuenta de que de nada sirve seguir quejándose, sino que hay que asumir los hechos y empezar a poner soluciones. Por ejemplo: el dólar estará caro. ¿Qué podemos hacer para competir en esas condiciones? Que el empleo va a estar muy escaso. ¿Qué puedo hacer para ser más empleable?
Me explico. Hay que empezar a actuar, a prever, a imaginar nuestra respuesta a esa situación. Salir del "shock". Poner a funcionar nuestra famosa creatividad e ingenio, ya, no mañana. Entre menos nos tardemos en salir de la negación y de la depresión, mejor nos irá. Porque, aunque parezca raro, uno necesita pasar por la depresión. Mientras siga en la negación, no se puede avanzar. Estar en la negación es estar en la ilusión. Y pocas cosas hay peores que ser un iluso.
He visto unos pocos, muy pocos, que le están viendo su lado optimista a esta situación. Estas personas sienten que ya tocamos fondo y que sólo nos queda seguir hacia arriba. Piensan que es el momento de "ponernos a trabajar en serio", a resolver nuestros problemas de fondo, exigir al Gobierno buen desempeño, combatir en serio la corrupción.
El tema es importante y también urgente. No podemos seguir posponiendo las cosas.
Y, por cierto, no vendrá un héroe a salvarnos. No será Estados Unidos quien nos salve. No será la clase política. No será un hombre o mujer providenciales que venga a unificarnos e iluminarnos. Es la hora de las decisiones, de las decisiones múltiples, las de todos y cada uno de nosotros. Es mejorar nuestras capacidades para poder adaptarnos y aprovechar las situaciones que nos van a aquejar.
La mejor solución será la que se logre con la participación de todos. Y en todo: en lo económico, lo político, lo social, la educación, la tecnología. Y también en lo familiar, en lo cultural, lo espiritual, lo psicológico, lo religioso. Porque no todo es dinero. Y esto ha sido uno de nuestros graves errores. Hemos centrado el bienestar en la posición económica y no hemos visto el bienestar de modo integral.
Usted, ¿cómo va a participar? ¿Cuál es su trinchera? ¿Dónde lo vamos a ver? Lo esperamos: allá nos vemos.