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Adviento a los 16

adviento 16Oscar Fidencio Ibáñez

La pequeña lloraba amargamente a la entrada de un templo católico, un sacerdote se acercó a preguntarle la causa de su congoja, y ella relató cómo había huido de su hogar hace algunos días en la sierra porque escuchó gritos de su hermana, y al llegar a su casa vio a su papá y a su mamá en el suelo, les habló y ellos no respondieron; asustada, tomó el dinero que guardaba su mamá y huyó. Se encontraba ahora desesperada en la capital y no tenía a dónde ir.

Una mujer aceptó recibirla en su casa y ofrecerle trabajo doméstico con su mamá. Pasó ahí la noche y al otro día la llevaron a comprar ropa y a reconfortarse; mientras tanto, el sacerdote habló con unas religiosas de la región donde venía la muchacha para saber acerca de sus familiares, ya que había leído una nota de una familia del mismo apellido de la jovencita que había sido asesinada en la sierra unos meses antes.

Abandonar a los papás y a sus hermanos, huir de la casa con un militar, embarazarse, y posteriormente someterse a un aborto, son ya todas experiencias extremas, más si quien las acaba de vivir es una muchacha de apenas dieciséis años, originaria de la etnia tepehuana del suroeste de la sierra de Chihuahua, un lugar precioso por sus barrancas y riqueza natural, inhóspito en muchos sentidos, en particular, por el control que tienen allá las bandas de narcotráfico desde hace décadas.

La pequeña adolescente terminó en un albergue una vez que fue confrontada con la realidad de que sus padres fueron localizados por las religiosas y que en verdad había huido con el militar.

Esta historia real sintetiza muchos de los dramas que diariamente se viven en el país; en ocasiones la geografía y las etnias cambian, o quizá se trata de migrantes centroamericanos que cruzan a través de México. Lo que es constante es la adolescencia y el drama de cientos de muchachas que a sus dieciséis años viven atravesadas por la tragedia.

Al iniciar el Adviento, el Papa Francisco nos recordó que "el Señor nos visita continuamente cada día, camina a nuestro lado y es una presencia de consolación", por lo que nos invita a vivir nuestra vida con un pleno sentido cristiano. "La relación con el Dios que viene a visitarnos da a cada gesto, a cada, cosa una luz diversa, una profundidad, un valor simbólico".

Los gestos de solidaridad y acogida que tuvieron el sacerdote y la familia que recibió a la muchacha en desgracia, pueden ser juzgados como "imprudentes" por el común de las personas que estamos acostumbrados a vivir aferrados a nuestras seguridades, anteponiendo nuestros miedos o nuestro dinero a la posibilidad de ayudar a quien lo necesita, quizá un poco como aquellos que en Belén hace dos milenios tampoco aceptaron a José y a María que llegaban como extraños buscando abrigo en la noche fría.

El Vicario de Cristo continuó diciendo: "En este tiempo de Adviento estamos llamados a ensanchar los horizontes de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus novedades. Para hacer esto, es necesario aprender a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas consolidados, porque el Señor viene a la hora que no nos imaginamos. Viene para presentarnos una dimensión más hermosa y más grande". Y normalmente se nos presenta en la persona de alguien que necesita nuestro servicio, o nuestros gestos de amabilidad y compasión.

El Papa terminó el Ángelus con una oración: "Que Nuestra Señora, Virgen del Adviento, nos ayude a no considerarnos propietarios de nuestra vida, a no oponer resistencia cuando el Señor viene para cambiarla, sino a estar preparados para dejarnos visitar por Él, huésped esperado y grato, aunque desarme nuestros planes".

Que esta disposición nos prepare día a día para la Navidad.