Antonio Maza Pereda
Cada poco tiempo, nos vuelven a recordar que estamos en uno de los peores lugares en la educación entre los países de la OCDE, gracias a la prueba del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés). Dado que es una evaluación independiente, es tomada muy en cuenta para ver el avance de nuestros estudiantes y, en consecuencia, de nuestro sistema educativo.
Como se ha vuelto costumbre, volvimos a ocupar los últimos lugares en las habilidades básicas de matemáticas, lectura y ciencia. También ocurrió el acostumbrado torneo de críticas y evasivas, en redes sociales y medios tradicionales. La imputación más frecuente fue al Secretario de Educación, a los distintos grupos magisteriales y, como era de esperarse, se usó el magro resultado como una demostración de lo insuficiente de la Reforma Educativa.
¿Qué tan justas son estas críticas? ¿Qué tan acertadas son las evasivas? En términos generales, creo que ambos lados se quedan cortos. El tema se ha vuelto un proyectil que puede arrojarse al enemigo político, sin que nadie sienta la necesidad de proponer maneras de aumentar nuestra eficiencia educativa. No se ve un análisis a fondo fuera del sobado "pónganse a trabajar" y el novedoso "déjennos el futuro a los niños", que podría discutirse ampliamente.
En particular vale la pena revisar la idea de que esto es una crisis y que hay que atenderla rápidamente. Suena lógica. Lo que no hay es una guía de ruta. La exhortación es a hacer algo, pronto y bien. Pero, ¿qué? La realidad es que la mejora de la educación no ocurrirá rápidamente. Y mientras sigamos atorados en temas políticos, menos. El tema del manejo sindical del profesorado, sigue usando los criterios corporativos de "los gobiernos emanados de la Revolución", tratando de tener control político de varios millones de maestros y sus familiares. Y eso ya no funciona.
El problema, en mi opinión, es que la educación es del tipo de tema que, siendo extremadamente importante, nunca ha sido visto como urgente. Es algo que no da resultados rápidos y, por lo tanto, no puede ser mostrado como resultado de una administración. Y a nuestros políticos les gustan los resultados rápidos y vistosos, que son los que pueden ayudar electoralmente. Es el tipo de temas en donde los resultados tardan años de crearse y medirse. Al muchacho que entra hoy a la educación preescolar, tardaremos 15 años para ver si verdaderamente quedó preparado para para ser un buen ciudadano, capaz de contribuir a la sociedad y de actuar en el mercado laboral de manera que pueda generar riqueza al país. Mientras tanto, podremos medir si memorizó, si puede resolver problemas, si entiende lo que lee. Pero la adquisición de hábitos sociales y de aprendizaje está por verse. Mediremos su actividad; y sólo cuando egrese del sistema, podremos medir los resultados.
Hay otros temas de fondo que revisar. A lo que estamos llamando educación en realidad es sólo instrucción. La educación incluye la formación de valores, la forja del carácter, el desarrollo de la posibilidad de formar convicciones propias. Y eso, usted perdone, no es lo que propicia nuestro sistema educativo. Sólo da instrucción y lo hace mal, como lo demuestra la multicitada prueba PISA.
Nuestra Constitución, en su artículo 3º dio en la práctica un monopolio casi total del Estado sobre la educación, sujetando a la educación privada a ser supervisada y vigilada por los burócratas de la educación. Se siguió el modelo de los regímenes totalitarios y los teóricos del control del Estado sobre la población. Al auto asignarse la educación, estos estados buscaron y buscan tener a una ciudadanía que no tenga elementos para cuestionar al "Ogro filantrópico" que describió magistralmente Octavio Paz.
Pero lo peor fue que la población, las familias, aceptaron el modelo y no se cuestionó ni se trató de complementar sus deficiencias. Lo padres más conscientes se aseguraron de que los hijos hicieran lo que se les decía en la escuela. Los menos conscientes, abdicaron su responsabilidad en profesores y autoridades, sin cuestionar los resultados. Y al desaparecer los exámenes, la mayoría de los padres de familia supusieron que las autoridades sabrían lo que hacían. Los pocos que estaban en desacuerdo no protestaban por temor a causarles problemas a los hijos.
Una minoría trató de dar una educación privada a sus hijos y hoy se dan cuenta, a causa de las pruebas PISA, de que pagaron por la educación dos veces: una con sus impuestos y otra con cuotas a escuelas privadas que, de acuerdo a esas pruebas, no mejoran la capacidad de sus hijos. Como dijo Macario Schettino: el sistema ha logrado unificar la educación en México: es igual de mala en todos los niveles socioeconómicos.
El tema ha sido enfocado mal desde el principio. La educación es un tema multifactorial. No se resuelve regalando tablets, creando escuelas de élite, evaluando a los maestros y corriendo a los malos. No se puede mejorar si los padres de familia siguen convencidos de que el Gobierno es el principal responsable de la educación y el único que tiene que opinar, porque nos está haciendo el favor de educar a nuestros hijos.
Hay que romper con estructuras de poder políticas, convencer a los padres de responsabilizarse de la educación, darles prestigio y relevancia social a los maestros y remunerarlos de acuerdo a ello. Como han hecho Singapur, Corea, Finlandia y otros países campeones en este tema. Y, lo siento mucho, pero no será rápido. Porque es un cambio social y de valores muy profundo. Razón de más para que empecemos lo antes posible. Porque éste es nuestro problema más importante.