Nemesio Rodríguez Lois
Donald Trump ha cumplido su primer mes como Presidente de Estados Unidos y desde entonces no hay día en que no se hable de él por las muchas sorpresas que nos da.
Más que hablar de Trump, lo que se hace es condenar sus decisiones, tanto así que son frecuentes las marchas de protesta que se han dado en diferentes ciudades del mundo. Sin embargo, el nuevo presidente no ceja en su empeño; le obsesiona la idea fija que trae en contra de los inmigrantes y, según parece, si por él fuera, no dudaría en exterminarlos.
Es tal el rechazo general que, según una encuesta publicada por el diario mexicano REFORMA, el 56% por ciento cree que no terminará su periodo.
Y es que se ha venido encima tal cascada de decisiones, que tal parece que el tiempo se le escapa como agua entre las manos.
Pudiera ser, ya que, según expertos en política estadounidense, es precisamente durante el primer año cuando un presidente puede hacer todo lo que le venga en gana. Explicaremos esto.
En este 2017, Trump no tiene próximos unos comicios; o sea, que no siente le presión por quedar bien ante los electores, cosa que no ocurrirá en 2018, año en que, por celebrarse elecciones de medio periodo, a todo presidente le interesa conquistar una cómoda mayoría legislativa que le permita gobernar sin tropiezos.
Si Trump logra la mayoría tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, es como para ponerse a temblar, puesto que podrá concluir su periodo sin ningún tipo de oposición. A menos que –y esto es lo más seguro– piense reelegirse en 2020, con lo cual los dos últimos años moderaría sus impulsos para ver si gobierna otros cuatro años.
Y si acaso se reeligiera en 2020, el siguiente año, o sea 2021, volvería a repetirse lo que estamos padeciendo en estas primeras semanas de 2017: Un Trump radical, intolerante y capaz de todo. Sin embargo, volvería a tener la inquietud por lograr, en 2022, la mayoría legislativa, con lo cual pudiera ser –lo dudamos– que se moderase.
Si dicha mayoría la consiguiese, entonces 2023 y 2024 le pondrían los pelos de punta al mundo entero, pues tendríamos enfrente a un Trump que no necesitaría quedar bien con nadie para concluir su gobierno de ocho años. Incluso, aunque en 2022 tuviese al Congreso en contra, podría gobernar a base de decretos dando varias sorpresas como lo hizo Obama al reconocer al gobierno castrista en diciembre de 2014.
Claro está que todas éstas son conjeturas, pues falta ver si Trump completa su periodo, si logra la mayoría en 2018, si se reelige en 2020, y si vuelve a tener un Congreso favorable en 2022.
Nada está escrito, y en todo ese tiempo, todo, absolutamente todo, puede pasar...
Y dentro de tanta avalancha de noticias, manifestaciones de protesta y conjeturas propias de charlas de café, muy pocos han reparado en una noticia que –aunque se publicó en páginas interiores y de manera escueta– consideramos de enorme importancia: Trump anunció que será abolida la Enmienda Johnson, aprobada en el ya lejano 1954.
La citada Enmienda es una cláusula que estipula que entidades libres de pagar impuestos, como iglesias u organizaciones caritativas, no pueden participar en política; de ese modo se impide que los líderes religiosos usen los púlpitos para apoyar u oponerse a cualquier candidato.
Dicho de un modo más sencillo: Si dicha Enmienda es abolida, la Iglesia Católica recupera una libertad de expresión que hasta el momento le ha sido negada.
No hay duda, Trump es el hombre de las sorpresas.