Para quienes vivieron el sistema de partido único en México, es claro lo que está sucediendo en Venezuela en torno a la contienda electoral entre el PSUV encabezado por el títere castrista Nicolás Maduro y la alianza de oposición que dirige Henrique Capriles. Ante el acelerado crecimiento de las preferencias por Capriles, a pesar de que Maduro quiere meter a la contienda a como de lugar a Hugo Chávez (lo ha mencionado 7,148 veces hasta el momento en que se escriben estas líneas, puede revisar la cuenta en http://www.madurodice.com/), han ocurrido tres cosas fundamentales: 1) Ha aumentado la presión en contra del candidato opositor a través del ejercicio de la violencia, las amenazas e incluso la declaración del ejército en el sentido de que ellos están con el presidente en funciones; 2) se han cerrado las fronteras para evitar la llegada de apoyo desde el exterior para la vigilancia del proceso electoral y sostener la teoría de que Capriles es un enviado del imperio para perjudicar a los venezolanos y 3) los operadores del gobierno y el PSUV (en la concepción bolivariana no tiene por qué haber diferencia entre uno y otro) trabajan a marchas forzadas para comprar el voto o intimidar al que prefiere al adversario. En resumidas cuentas: el aparato oficialista se va a robar las elecciones sin importar la cual sea la voluntad del pueblo. Triste, pero no es ninguna novedad.