El ímpetu que ha tomado la participación ciudadana es un indicador muy claro de la conciencia que está tomando la sociedad sobre su responsabilidad sobre su propio destino, pero debería ser también una llamada de atención para los actores políticos de todos los colores, ya que esta participación implica también, en mayor o menor medida, la existencia de desconfianza hacia la eficacia de los gobernantes y legisladores para impulsar el desarrollo integral de las comunidades, cuando los ciudadanos deciden tomar los asuntos en sus manos, es porque no ven claridad en las acciones y objetivos de los líderes políticos o definitivamente no los ven como líderes.
La participación ciudadana llega para quedarse, es muy difícil que los logros conseguidos y las libertades alcanzadas, sean abandonadas por un cambio en el estilo de liderazgo del estado, si es que este existe.
Pero es importante que esta participación se de en un marco propositivo y de corresponsabilidad con las autoridades, no es suficiente la crítica al gobierno, mucho menos su descalificación, ya que este es un instrumento ineludible del Estado en la búsqueda del bien común, la ausencia de gobierno es una utopía a la que se ha dado el nombre de anarquía y ha tenido funestos resultados donde se ha querido implantar.
Ahora bien, debiendo existir diálogo y colaboración, la participación de los ciudadanos se debe dar de manera firme y exigente, para evitar que se les use como instrumentos de mediatización o se les manipule para alcanzar objetivos sectarios o personales. Para que exista una participación ciudadana eficiente y auténtica, es necesario que la sociedad de articule y coordine, de otra manera se vuelven simples expresiones de grupos poco representativos. Hace falta mucho por hacer, pero sin duda hay avances importantes en la participación, ¡sigamos adelante!