En los últimos días se ha escuchado que los partidos políticos de oposición, el PAN y el PRD, se han distanciado del Pacto por México, la estrategia del gobierno de Enrique Peña Nieto para llevar a cabo las reformas estructurales que el país demanda desde hace ya más de tres lustros. Se recordará que ya en tiempos del presidente Ernesto Zedillo, y después con mayor ahínco con los presidentes Fox y Calderón, se habló de las reformas estructurales en materia laboral, hacendaria, energética, financiera, etcétera. Pero durante la docena de años que gobernó Acción Nacional, el PRI dijo que había tiempo, que era necesario analizar las propuestas, que no por correr mucho, los problemas se resolverían más pronto… y de esta manera metió en la congeladora estas reformas que el país demandaba con urgencia. Ciertamente tenemos que decir que el PRD ha mantenido una actitud congruente de rechazo a ciertos tópicos, como son la no privatización de Pemex y la CFE, pero dado que no ha ostentado mayoría, y se ha caracterizado por su rotunda negativa, las negociaciones siempre fueron entre el tricolor y el blanquiazul. Es cierto que el PAN está en su papel de exigir el cumplimiento de la ley, especialmente en algo tan delicado como la desviación de recursos para una campaña electoral, pero también es cierto que por el bien del país se deben impulsar algunas de las reformas estructurales que permitan el crecimiento económico, la gobernabilidad y el desarrollo humano de todos los mexicanos; pero el PRI está descubriendo que las mismas tácticas dilatorias que utilizó en el pasado, se las pueden aplicar a ellos, por eso su discurso triunfalista ha menguado y empiezan a ser más cautos en sus declaraciones, o en otras palabras, ya se dieron cuenta que no es lo mismo Juan Domínguez que… usted se sabe la frase.