La decisión del órgano electoral de Venezuela es irrevocable, no porque así lo establezca la ley, sino porque esa es la imposición de los socialistas bolivarianos; aunque Henrique Capriles ha decidido impugnar, ante el tribunal superior, el proceso y el resultado de las pasadas elecciones; la realidad es que desde el interior de Venezuela nada sucederá. Los cambios solo podrán venir de fuera, eso lo sabe Capriles, y lo sabe también Nicolás Maduro. Quizá sea por ello que esta semana se ha lanzado el sucesor de Chávez a estrechar sus relaciones en el Cono Sur, las más importantes que tiene esa nación, descontando la de Cuba, por su aislacionismo. Ya estuvo en Uruguay, donde ofreció seguir vendiendo petróleo (habría que preguntarse cuál, dado que ya comprometieron lo que producen actualmente con China y con Cuba) al presidente José Mujica a costos financieros preferenciales, a cambio profundizarán su “alianza alimentaria” que actualmente consiste en que Uruguay le proporcione alimentos a Venezuela, ya que esta atraviesa por una carestía como no se había visto una desde que desapareció la Unión Soviética, excepto quizá en Cuba y Corea del Norte. Ayer llegó a la república Argentina, donde el remedo de Evita le entregará todo lo que pida el hijo del Comandante. La realidad es que Maduro no es Chávez, y aunque el Dictador le heredó el cargo, no le pudo heredar el carisma, ni la visión (torcida si se quiere) de estado que aquél poseía. Todavía le resta a Maduro visitar Brasil, donde intentará que Rouseff le ayude a superar el bache económico, lo que tal vez pueda hacer y la crisis de credibilidad por la que atraviesa el ilegítimo presidente, lo que difícilmente conseguirá. Por su parte, Capriles también buscará el apoyo extranjero y han visitado Perú, Paraguay, Uruguay, Chile y Colombia, y este miércoles, coincidiendo con Maduro, llegaron a Argentina. Pero eso lo tendremos que analizar en otra ocasión.