El día de hoy el presidente Enrique Peña entregó el Premio Nacional en Derechos Humanos al sacerdote católico: Alejandro Solalinde, quien dirige el Albergue Hermanos en el Camino en Chiapas, para el apoyo a los indocumentados que pasan por esa frontera, principalmente con destino a los Estados Unidos y que son constantemente víctimas de vejaciones, secuestros y muerte. La labor que en esto hace el Padre Solalinde es de reconocerse y tiene un profundo significado cristiano al dar posada al peregrino, vestir al desnudo, alimentar al hambriento, consolar al que sufre, etc.
Por eso resulta contradictorio, aunque no incomprensible, ante el profundo dolor que ve todos los días, que prefiera defender a los zetas y atacar al gobierno; en julio de 2011, en el marco de la caminata “Los caminos de la vida”, pidió perdón a los zetas, a los que llamó primeras víctimas “de un gobierno corrupto, capitalista, neoliberal, enfermizo y fallido”.
Lo menos que se puede decir es que el diagnóstico del Padre Solalinde, en materia de seguridad, es errado. Quienes secuestran y matan a los indocumentados por montones, no son los policías (aunque sí los corruptos y aliados con el crimen organizado) sino precisamente los zetas a los que el considera víctimas, si el gobierno es corrupto, el crimen organizado es corruptor; no solo de las estructuras de gobierno, sino de la sociedad a la que quiere contaminar, endeudar y pervertir con sus estupefacientes.
El Padre Alejandro puede opinar lo que le parezca sobre el gobierno, pero no puede quitar la responsabilidad a los criminales que han matado a tantos inocentes y culpables, eso ¡no es defender los derechos humanos!