La esperanza es quizás uno de los elementos más importante en la vida de los seres humanos, ella nos permite ver hacia el futuro con optimismo, con la posibilidad de que las cosas mejoren o que finalmente un sufrimiento o padecimiento termine. La esperanza en los mexicanos es particularmente grande, desde tiempos inmemoriales pensamos que “este presidente es el bueno” y no importa lo mucho que nos decepcionen, cuando finalmente viene el cambio, volvemos a pensar igual. Desgraciadamente esta esperanza no está sustentada en ninguna realidad, sino simplemente en el deseo profundo de que las cosas empiecen a mejorar, y aunque mucho han mejorado algunos aspectos de la vida, la realidad es que es mucho lo que los políticos deben al pueblo mexicano; si revisamos el aspecto político, ciertamente hay avances en la vida democrática nacional, sin embargo no se acaban los engaños, las trampas, los acuerdos debajo de la mesa, el fraude y la compra de votos… por no mencionar las traiciones entre partidarios de un mismo grupo político, no se diga entre contrincantes. En materia económica se llevan 40 años con el ya merito; desde el famoso discurso de López Portillo en el que México se debería preparar para administrar la abundancia, el ingreso al primer mundo de Salinas en el ’94 y el ahora sí de Fox, los temas económicos han tenido altibajos, pero todo se ha referido a la macroeconomía mientras que en los hogares las familias tienen cada vez menos recursos para satisfacer más y más necesidades que va generando la sociedad moderna. En lo social, como comunidad cada vez ´hay más distancia entre los vecinos que ya no se conocen ni confían unos en otros, el país pierde unidad y corre el riesgo de desmoronarse como le ocurre hoy a España. Ante esta situación, la esperanza es cada día más golpeada y se corre el riesgo de que finalmente desaparezca, y es inimaginable lo que hacen las personas desesperadas.