El inicio del segundo período presidencial de Obama ha venido cargado de problemas, desde el presupuesto hasta el espionaje, y pasando por la agenda internacional que ha sido también muy compleja. A casi cinco meses de iniciado este segundo período, los objetivos que se había planteado el “hombre más poderoso del mundo” parecen venirse abajo. Los republicanos le han hecho ver su suerte en el tema del presupuesto y su ejercicio, limitando los recursos de los que el presidente puede disponer, las agencias de seguridad lo han metido en un aprieto tras otro, primero el escándalo Petraeus por su infidelidad matrimonial, que pudo haber puesto en riesgo secretos de estado, después los informes sobre Siria que hicieron a Obama dar dos pasos adelante en el apoyo a los opositores de Bashar Al Assad y luego tres atrás al demostrar que las armas químicas habían sido utilizadas por los rebeldes, entre los cuales se encontrarían células de Al Qaeda, y ahora la revelación de un ex colaborador de la CIA (a través de una de las empresas consultoras) sobre el espionaje electrónico masivo orquestado por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por sus siglas en inglés). Todo esto limita las expectativas que el propio Obama podrá tener de este segundo período en el que ya no está limitado por la necesidad de presentarse a la reelección, lo que supuestamente le daría mayor libertad de movimiento, pero que al estar enjaulado entre los escándalos, en realidad se vuelve una prisión oval su puesto en la presidencia. Ciertamente falta mucho a su gestión presidencial, pero desde ahora se puede prever que nada trascendente ocurrirá, de no ser más escándalos que sigan minando la influencia del primer hombre de color que ocupa la Casa Blanca, convirtiéndose en una verdadera decepción para aquellos que pusieron en él la esperanza de ver renovada la fuerza de Norteamérica.