El pasado domingo, El Sol de Sinaloa destacaba en sus ocho columnas lo preocupante que es el aumento del consumo de alcohol y drogas en la época navideña, particularmente entre los jóvenes. El día de hoy cayó en mis manos, mejor dicho, en mi correo electrónico, un artículo publicado hace varios meses por Excélsior sobre una práctica denominada slimming, la que está difundida entre adolescentes de diversas regiones del mundo y en la cual no ingieren el alcohol, sino que lo introducen vía vaginal o anal en el organismo. El objeto de esta práctica no es, como claramente se entiende, compartir un momento agradable con los amigos, sino alcanzar directamente el estado de ebriedad, al tiempo que evitan que se detecte el aliento alcohólico por parte de los padres, maestros o autoridades en general.
Independientemente de los problemas de salud que esto provoca, es un indicador claro de que nuestros jóvenes están desesperados buscando maneras de evadir la realidad, distanciarse de sus problemas o simplemente experimentar los efectos de las drogas con fines “recreativos”, lo que señala la profunda vaciedad de sus vidas.
Estas adicciones, incapacitan cada vez más a los jóvenes para relacionarse, plantearse metas en la vida, luchar por alcanzar sus ideales o simplemente lograr ser productivos en el estudio o el trabajo; ciertamente los mayores tenemos responsabilidad en esto: no les estamos brindando buen ejemplo, ambientes sanos o alternativas de sano esparcimiento. Como padres, tenemos la obligación de buscar esos aspectos que están acabando con la vida de nuestros hijos, y debemos generar los espacios de comunicación y desarrollo adecuados para ellos. No es tarde, estamos a tiempo de salvar a los muchachos de caer en el círculo vicioso de la desesperación. ¡Hagámoslo!