En la doctrina priista tradicional, la forma es fondo, según uno de sus ideólogos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, Jesús Reyes Heroles (Padre). En ese sentido hay que entender las declaraciones de Jesús Valdez y Daniel Amador que abiertamente empiezan a promover su candidatura, y también, aunque de forma más velada, lo hicieron Aarón Irízar y Diva Hadamira Gastélum.
En tiempos de un gobernador priista hubiera sido impensable que los precandidatos empezaran a hacer públicas sus aspiraciones aún antes de que concluya la primera mitad de su mandato, el primero que hizo algo así, fue Vicente Fox, en 1997, al concluir el proceso electoral federal hizo un spot mediante el cual anunciaba su intención de buscar la presidencia de la república. Pero en mayo de 2003, cuando el entonces diputado federal Jesús Vizcarra, anunció su interés de competir por la gubernatura, recibió una fuerte reprimenda por parte de quien era gobernador, Juan S. Millán, aunque faltaba menos de un año para el inicio de la campaña.
El mensaje de los aspirantes del tricolor es muy claro: “no nos importa restar fuerza a la gestión de Mario López Valdez, tenemos la fuerza federal y estatal para hacerlo”.
También, estos anuncios van encaminados a entorpecer la posible injerencia de Malova en el proceso, quien sin duda buscará colocar a su delfín, Gerardo Vargas, como candidato del partido al que ninguno de los dos ha presentado su renuncia a pesar de ser funcionarios de un gobierno que venció al de las siglas que los ampararon por años.
El camino para la candidatura es aún muy largo, mal haría cualquiera en descalificar o definir a un candidato en este momento en que aún se desconocen la mayoría de los posibles candidatos, los vaivenes de la política son tales, que a tres años es imposible asegurar quien ganará la carrera, incluso quienes serán todos los actores del proceso, pero es muy buen momento para empezar el calentamiento, ver que armas portan los adversarios y quienes son los que levantan la cabeza para manifestar su interés.
Los tiempos modernos, con aires de democracia y un sistema político caduco e inoperante hacen cambiar las reglas, aunque las viejas definiciones sigan teniendo validez en la mentalidad y tradiciones de los partidos y sus militantes.