La multitud de historias de desgracias personales y familiares que han surgido a partir del paso de “Manuel” por Sinaloa han encontrado en la sociedad una respuesta generosa y desinteresada para enfrentar estos primeros momentos tras la catástrofe. Esta respuesta está derivada de una verdadera caridad, es decir: amor al prójimo, ejercida como virtud por nuestros conciudadanos que se conmueven ante el dolor de los demás.
Apoyar en estos momentos es una obligación moral, pero sobre todo una muestra de la capacidad de sentir con el otro el dolor que surge en un momento determinado, debemos admirar y reconocer esta manifestación de amor que sin duda es cimiento firme para mantener la solidez de nuestra comunidad.
Esta caridad, virtuosa sin duda, es resultado de una coyuntura específica, pasarán los días y la emergencia y notoriedad de las necesidades irá disminuyendo, será ese el momento de cultivar otra virtud muy necesaria hoy en nuestra sociedad: la solidaridad.
Es natural que conforme baje el nivel de las aguas, cuando los medios y la sociedad en general pasen a ocuparse de otro tema, los damnificados de “Manuel” quedarán en segundo término, pero no desaparecerán… es imposible que las enormes necesidades que surgirán después de los cuantiosos daños provocados por el fenómeno meteorológico puedan ser cubiertas por el gobierno, la sociedad y los propios afectados en el corto plazo, por ello es necesario empezar a fincar la solidaridad con estos coterráneos nuestros que por sí solos no podrán superar los graves daños sufridos en pocos días como son pérdida de la salud, del empleo y de su patrimonio.
Es necesario que algunos ciudadanos continuemos atentos y comprometidos con los damnificados de “Manuel” para que las condiciones que provocaron el desastre desaparezcan, para que las leyes que permitieron estos errores sean modificadas y para que la corrupción que permitió que se agravaran las consecuencias sea superada y desaparezca.
Esta labor requiere del compromiso de ciudadanos responsables, capaces y comprometidos que estén dispuestos a trabajar en desarrollar una solidaridad de largo plazo, una solidaridad que vea más allá de los efectos inmediatos y busque cambiar los esquemas que sostienen la injusticia en la sociedad.