Cuando en la década de 1920 el entonces naciente sistema político mexicano emanado de la llamada Revolución tenía necesidad de legitimarse, inició una tradición histórica que iniciaba en 1521 con la invasión de los perversos españoles que llegaron a “México” a saquearnos, a pesar de la gran resistencia que opusimos, por el poder de la pólvora finalmente se impusieron a los gallardos defensores que no tuvieron más remedio que someterse durante los siguientes 300 años, en los que no ocurrió nada relevante hasta que en 1810 Don Miguel Hidalgo lanzó el grito de Dolores con la declaración de independencia. Después hubo mucho desorden, pasaron algunos próceres por la presidencia que supieron guiar a su pueblo como Vicente Guerrero y Benito Juárez, todo lo que se descompuso con la llegada del tirano anti demócrata de Porfirio Díaz, al que el pueblo finalmente repudió y contra el que se luchó hasta que emergió triunfante el gobierno revolucionario y creó la constitución de 1917.
Aparte de lo atropellado, algo así es el resumen de nuestra historia oficial. Luego viene una era de grandes héroes en los que destacan Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas (precisamente los inventores de la historia oficial) y luego llegamos a la “historia contemporánea” en la que solo destacan algunos aspectos relevantes como son: la creación del IMSS, PEMEX, las luchas sindicales, la reforma agraria y el “movimiento estudiantil” de 1968.
Curiosamente, la izquierda tan crítica de nuestras autoridades y de sus discursos, es la más comprometida con TODA esa historia oficial y si acaso pone en duda a Carranza, Obregón y Calles. ¿A Cárdenas no?, no, porque la izquierda mexicana es una escisión del sistema político mexicano, por la rama cardenista, pero ese es otro tema.
Hoy en día requerimos una revisión a conciencia de nuestra historia, es imprescindible que retomemos los fundamentos de nuestra nación que se dan precisamente durante los 300 años del virreinato y que construyen la sociedad mestiza que predomina hoy en día, no solo en lo racial, sino también en lo cultural.
No conocer y valorar esa historia escondida hace que nos desconozcamos como nación y seamos incapaces de construir a partir de nuestras raíces y nuestra historia común.