¿A quién le damos nuestra confianza para que tramiten una reforma política en nuestro país?
Tal vez los adecuados sean los que operaron la caída del sistema en 1988, como el Senador Bartlett; ¿o qué tal los que dejaron tirada a su candidata y operaron a favor de los que ganaron como Lozano, Cordero o Gil?... O bueno, el amigo de la juventud de Carlos Salinas, Manuel Camacho, tal vez los dirigentes del PAN y del PRD que se han entregado en el Pacto por México por entero al gobierno federal; ¿por qué no a los priistas que han renovado al PRI y lo han transformado de tal manera que es irreconocible?
Solo con las preguntas anteriores, podemos decir que la falta de credibilidad y confianza con “nuestros” representantes en el Congreso adolece una grave crisis, en medio de ello, hablar de reformas, la que sea, pero en particular la política, despierta suspicacias entre la población que medianamente lee las noticias.
Y es que la política es una actividad moral, más allá de la técnica o del oficio que se requiera, es necesario contar con la credibilidad y la confianza de la población para representarla de manera adecuada, para tomar las decisiones que sean más enriquecedoras y positivas, para llegar a los acuerdos que desemboquen en la construcción de una sociedad más humana, más digna y más justa.
Desgraciadamente hoy en día nuestros legisladores y gobernantes carecen de capital moral, no es que tengan poco, no lo tienen en absoluto.
El problema es que ante esta situación urge que se levanten liderazgos en la sociedad que encaminen la indignación y el descontento por caminos no violentos, personalidades capaces de doblegar el autoritarismo de la clase gobernante, personajes de la estatura de Daniel O’Connell, Mahatma Gandhi o Martin Luther King. Personajes que lucharon en Irlanda, India y Estados Unidos por los derechos de las personas y fueron capaces de superar al sistema, aunque en ello les fue la vida. Desgraciadamente hoy no existe una figura así en nuestro México, y no es por falta de capacidad, sino por falta de entrega y amor a nuestro país, pero si no encontramos pronto ese liderazgo tan necesario, las consecuencias podrían ser funestas.