Es difícil decidir que es más grave, si que un hijo asesine a su padre, un senador de los Estados Unidos, o que unos representantes traicionen a su pueblo, como ocurre en Venezuela. Aunque en lo personal considero que el parricidio es uno de los crímenes más viles que existen y que nos habla de la grave crisis de valores que vive la sociedad norteamericana, en esta ocasión preferí comentar el tema venezolano, quizá porque es más doloroso porque lo hemos vivido en carne propia y ahora les tocará a nuestros hermanos del caribe vivir una situación similar.
La Asamblea Nacional, órgano legislativo unicameral de Venezuela, decidió extender la denominada Ley Habilitante para el Presidente Nicolás Maduro. Esto significa que durante un año (período también aprobado por dicha Asamblea) el ejecutivo de aquel país podrá gobernar por decreto.
En México esta situación la vivimos desde 1920 a 1997, con los llamados gobiernos emanados de la revolución y que en realidad daban todo el poder a una sola persona, Enrique Krause llamó a este período “la presidencia imperial” porque efectivamente los titulares del ejecutivo eran monarcas absolutos durante sus seis años. Esta situación nos llevó a los enormes abusos que se evidenciaron aún más con Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas.
Quizá en Venezuela prefieran más el estilo castrista, que no se diferencia del mexicano en nada, excepto en que la persona permanece ad aeternum, hasta que la muerte lo separe del cargo, pero el resultado es el mismo.
El problema de los gobiernos autocráticos no es su signo ideológico, sino su esencia misma: el gobernante es dueño de la vida y las propiedades del pueblo, él decide lo que está bien y lo que no, la única voluntad relevante es la suya. Esto, que ya de por sí es grave, lo veremos magnificado por la enorme estupidez de Nicolás Maduro: un hombre que cree en la reencarnación del comandante Chávez en un ave, que lo ve aparecido en las paredes del metro de Caracas y que incluso ve su mano invisible en el cónclave vaticano eligiendo a un Papa latinoamericano.
Un hombre que no sabe nada de economía ni de lógica elemental, pero que decidirá durante, al menos, el próximo año, como sacar de la gravísima crisis económica a su país, crisis que considera una conspiración del imperio.