El domingo pasado, nuevamente, salieron diversos grupos de franceses a defender la vida, la familia y el derecho de los padres a la educación de los hijos. En esta ocasión la queja se centró en un plan de educación sexual bajo la perspectiva de la teoría de género mal entendida en la que se presentan a los niños como normales e incluso deseables cualquier tipo de conducta sexual, generando desinformación y desorientación en los infantes.
La prensa ha calificado a estos manifestantes como ultraconservadores, ultra católicos, neonazis, antisemitas, incluso en el diario español “El País” dicen que la manifestación fue para manifestar “su odio… al mundo en general”, calificaron las políticas educativas denunciadas como rumores o patrañas, sin embargo olvidan que, precisamente en España, a través de algo que se llamaba “Educación para la Ciudadanía” se promovía la masturbación entre compañeros del mismo sexo “para probar”, se incluía la ideología del PSOE como parte fundamental de la educación cívica y se negaba a los padres el derecho a que sus hijos no tomaran esas asignaturas.
Los manifestantes en París y Lyon del domingo pasado salieron totalmente en paz a manifestarse, no tienen nada que ver con la manifestación anarquista de una semana antes “La marcha de la ira” que fue convocada en contra del esquema fiscal francés (que por cierto tiene a aquella nación sumida en su peor crisis de empleo en muchos años) y si la convocatoria alcanzó, no sólo a católicos, sino a musulmanes, judíos, cristianos, cabezas rapadas, entonces la culpa no es de los convocantes, sino del gobierno que impulsa medidas que la sociedad francesa francamente rechaza.
El odio y la intolerancia que se promueve, principalmente en Europa, pero también en nuestro continente y concretamente en nuestro país, en contra del pensamiento católico, no detendrá las manifestaciones, pero puede generar un ambiente social de verdadera confrontación. Esperemos que la cordura impere en los gobernantes y los medios de Francia y también del mundo entero.