Educar en la paz significa que reconozcamos en el otro a un igual, una persona con la misma dignidad y valor que uno mismo; es también, hacer propios una serie de valores y transformarlos en virtudes que se vivan de manera cotidiana en nuestra vida, y estos valores se adquieren y se viven en la familia, es ahí donde se convierten en virtudes que guían nuestro diario quehacer.
Quizá muchos de los problemas que hoy vivimos es porque hemos olvidado cómo ser familia, nos cuesta trabajo comunicarnos unos con otros, tanta tecnología nos estorba para poder llegar a nuestro hijo, nuestros padres o hermanos; también es porque hemos dejado que la violencia se apodere de nuestras vidas, los golpes, pero también la agresividad emocional, se han vuelto un cáncer en la vida familiar.
La violencia que vivimos en la sociedad, tiene su origen en nuestros hogares, no es un implante que viene del exterior, sino un engendro que hemos dejado crecer; a pesar de lo malo que es esto, también es una buena noticia, porque significa que podemos lograr transformaciones de fondo en el corto plazo, haciendo que cambie nuestra propia visión de la vida y nuestra forma de relacionarnos con los demás.
La Madre Teresa de Calcuta decía: “Si no tenemos paz en el mundo, es porque nos hemos olvidado que nos pertenecemos el uno al otro, que ese hombre, esa mujer, esa criatura es mi hermano o mi hermana.” Si recordamos esta pertenencia, en breve el mundo se habrá transformado.