La madre Teresa de Calcuta decía que se debía amar hasta que doliera, al referirse a la atención que ella y sus Hermanas de la Caridad daban a los pobres, y también al mensaje, como lo entendía desde su carisma, del evangelio cristiano. Parafraseando a tan enorme personalidad, podemos decir que el servicio a los demás se debe dar hasta que duela.
El que brinda un servicio procura, de una manera u otra, la felicidad de aquel a quien sirve; ya sea porque le hace pasar un momento ameno, porque le proporciona un satisfactor intangible o porque le brinda oportunidades que por sí mismo no podría tener.
En el servicio público esta contribución a la felicidad es particularmente clara; brindar espacios públicos para la enseñanza y el entretenimiento, seguridad para llevarlos a cabo, certeza jurídica sobre lo que se posee o se hace, estabilidad económica y laboral… en fin, son tantos y tan variados los ámbitos del servicio público que solo en describirlos podríamos llenar varias páginas.
El ciudadano común espera que aquellos que se dicen sus líderes, aquellos que tienen la responsabilidad de gobierno, resuelvan los problemas que el difícilmente entiende pero que afectan su vida cotidiana de manera determinante.
Por ello, no importa si la función se refiere a la economía o a la seguridad, al desarrollo o el medio ambiente, el funcionario debe realizar su tarea con la mayor diligencia.
El servicio público es una vocación, tan específica como la del cura de almas, el maestro de escuela o el médico; no importa si es desde una ventanilla en un módulo del pueblo más alejado o desde el tercer piso de un importante edificio, en cada caso la actividad que se desempeña afecta directamente al ciudadano en su vida y en su ser.
Muchas veces los servidores públicos tienen que tomar decisiones difíciles, especialmente aquellos que se someten a la voluntad popular a través del voto; mayor es la dificultad de esas decisiones cuando saben que, a pesar de ser bueno para el ciudadano, su decisión será criticada por afectar intereses particulares. En ese momento el servicio público duele, pero es cuando más necesario se vuelve.