Un día tras otro somos testigos de la ineficiencia de nuestros gobiernos. Promulgan leyes, hacen decretos, ejecutan acciones y toman decisiones que influyen directamente en la vida de las personas, en principio, para ordenarla y mejorarla, pero desgraciadamente, cada vez de manera más frecuente, perjudican a la gente y sus quehaceres cotidianos.
Nuestras ciudades hoy, no son funcionales; la economía marcha de la patada, si es que marcha; la justicia no es tal, porque ni llega en tiempo y la forma deja mucho que desear; los programas sociales son inadecuados y no resuelven los problemas de fondo de las personas, antes bien son meros paliativos que inmovilizan a muchos ciudadanos que de otra manera podrían salir adelante por sus propios medios. La seguridad es un asunto inentendible, mientras que la violencia pareciera ser el lenguaje universal en la sociedad, desde el jardín de niños donde el más grande abusa de los chiquitos o en la vida adulta, donde el que tiene un arma o una relación de poder impone su voluntad al resto de la población.
En l personal, creo que los políticos verdaderamente buscan generar el bien para la sociedad, al menos la mayoría de ellos, el problema radica en las cortes que los rodean, el sistema partidista agotado que nos hemos impuesto y la falta de visión de lo que deseamos como sociedad.
Nuestros gobernantes no conocen la realidad que les rodea, porque cuando los llevan a cualquier parte mandan primero una “avanzada” que se ocupa de limpiar las calles, pintar las banquetas, reparar el alumbrado público y traer a ciudadanos bajo promesas de ayuda a condición de no presentar ciertos reclamos; si un artículo critica a un poderoso, rápidamente esconden la nota, pero si la alcanza a leer, entonces los lambiscones del poder señalan a tal o cual adversario político que quiere perjudicar al prócer que ejerce la autoridad en turno.
Los partidos políticos han basado su competencia en la mercadotecnia, la cual se hace con dinero, mucho dinero; por ello nuestras leyes asignan cada vez más y más recursos a esos aparatos abominables que tienen como único propósito ganar elecciones, y como se han vuelto la forma de ganarse la vida de cientos, tal vez miles de personas, éstas están dispuestas a lo que sea para evitar perder su ingreso, que además es el de sus familias.
Más grave aún es que como sociedad no sabemos qué deseamos para el futuro, no pensamos en razón de nuestro esfuerzo y trabajo cotidianos, sino en que el chapulín colorado venga a rescatarnos, que el actual superhéroe que se sienta en la silla (municipal, estatal o federal) encuentre la fórmula mágica que nos saque del atolladero.
Mientras no resolvamos al menos dos de estas tres tristes circunstancias que rodean nuestra cultura política, México seguirá teniendo gobiernos dedicados a obtener el poder y no a trabajar para la sociedad, al menos, eso es lo que yo creo, ¿usted que opina?