¿Podemos educar sin entender realmente a quien educamos?
Evidentemente tenemos que saber, ante todo, con qué nos enfrentamos al momento de educar; para empezar, como padres, debemos partir del principio más elemental: ¡Educamos a una persona!
¿Y esto que significa?
Lo específico del ser humano radica en que es una unidad de cuerpo y alma espiritual, conciencia de sí y de los demás, inteligencia que le permite conocer la verdad y vivir en la realidad. Tiene voluntad con lo que puede dirigirse y procurar el bien, propio y para los demás. Además es capaz de conocerse a sí mismo y a los demás; puede reflexionar y tiene conciencia moral. Es libre y tiene una capacidad infinita de progreso con múltiples capacidades, facultades, facetas, tiempos, circunstancias y relaciones de altísima dignidad. En pocas palabras, es un ser complejo de eminente dignidad
Esta persona, se desarrolla inicialmente en la familia, ambos, familia y persona, son ámbitos de comprensión y formación de actitudes, desarrollo de capacidades, espacios y relaciones humanas.
La familia es la primera sociedad natural, donde la persona, que es un ser relacional que está llamado a vivir en sociedad, se desarrolla. La familia que tiene su origen en el matrimonio de un hombre y una mujer en comunión y que realizan su vida en el constante aprendizaje de la entrega mutua, ahí es el lugar primario de humanización y espacio privilegiado de transmisión y cuidado de la vida y realización del amor.
Los Padres de Familia desarrollan diversas acciones en el seno de esta familia, principalmente: Servir, guiar, educar y administrar.
El padre y la madre administran el bienestar del hogar, satisfaciendo las necesidades elementales de las personas; sirven, dando un trato personal y generando un espacio de intimidad para la familia; guían a los hijos impulsándolos a la participación y convirtiéndose en el primer centro de socialización para cualquier persona y educan al formar en sus hijos el ejercicio de los valores y el aprecio de las virtudes.
Por ello, todo lo anterior, los padres de familia tenemos una gravísima responsabilidad en esta nueva era que estamos viviendo. Lograr la transformación del mundo es un discurso que suena muy bien, que cala los huesos y enchina la piel, pero ninguna transformación será viable si no empezamos en el hogar, convirtiendo nuestras casas en los centros de los que dimane una nueva actitud, una nueva ciudadanía, un nuevo empuje que logre transformarnos en una nueva sociedad, logrando que la familia, la sociedad, la empresa y el estado giren alrededor de la persona y le brinden sus servicios sin mediatizarla, sin dañarla, sin dejar de respetar, en todo momento, su altísima dignidad.