Hace algún tiempo, bajo el pretexto de que había presupuesto asignado para ello, se construyó un enrejado perimetral en el Congreso del Estado de Sinaloa, durante la LX Legislatura. Al poco tiempo los movimientos sociales que pretendían acceder al recinto del Congreso, un edificio público, eran detenidos en la puerta.
Desde hace algún tiempo, la ciudadanía viene exigiendo una mayor apertura de sus instituciones de gobierno; la transparencia se ha convertido en una necesidad que la sociedad exige a sus gobiernos para limitar la corrupción, la discrecionalidad y el abuso de poder. En el caso de la transparencia legislativa, los ciudadanos deseamos conocer qué legislan nuestros representantes, para qué, cómo se ejerce el presupuesto y qué sanciones se aplican con los responsables, todo ello ha llevado, en Sinaloa, a exigir un modelo de Parlamento abierto que actualmente está en construcción bajo la vigilancia de un observatorio ciudadano que lleva por nombre Congreso Abierto. A todas estas exigencias, los diputados, especialmente el coordinador de la Junta de Coordinación Política, el Lic. Jesús Enrique Hernández Chávez, más conocido como Chuquiqui, ha declarado que el Congreso tiene sus puertas abiertas, que todos los grupos serán escuchados y que se legislará de cara a la sociedad.
Pero cuál no sería mi sorpresa la semana pasada, cuando al visitar el Congreso, me encuentro con que no dejan pasar, en la entrada dicen que no se puede, que hay que esperar la hora de la sesión abierta, y mientras tanto, los ciudadanos debes esperar hacinados en el cubículo de recepción, un espacio de no más de 20 metros cuadrados, donde este viernes al menos 50 personas esperaban a que los guardias les autorizaran el acceso.
Más aún, si desea uno acceder a las oficinas, se acerca un vigilante mal encarado para decir que no puede pasar a menos que en la puerta (el cubículo de los hacinados antes mencionado) se haya dicho el lugar al que se dirigía (pues de qué otra manera lo iban a dejar a uno pasar, si tienen que llamar a alguien que autorice el paso), pero no se le ocurra querer hacer una diligencia adicional, porque si tiene que ir a otra oficina distinta de la que usted avisó, así sea por instrucciones de las personas de la primera, no puede pasar sin antes volver a la puerta y decir a dónde va su nueva expedición.
Pero el asunto no acaba ahí, una vez iniciada la sesión, tiene usted que ir a la galería superior, porque en la parte baja solo pueden entrar los asesores (omnipresentes y omnisapientes), no sea que usted contamine a algún diputado con sus malos olores.
En la práctica, el Congreso está cerrado para el ciudadano común, no puede entrar a él sin permiso de los que está adentro, no importa que usted pague sus impuestos y con ello el salario del mequetrefe que dice representarlo, pero que no está dispuesto a recibirlo, a menos claro, que eso le reporte algún beneficio. Pero no se preocupe, las cosas van a mejorar, ¡ya agarraron a Abarca!