Se ha convertido en un cliché decir que la familia es la base de la sociedad, pero esto solo se debe a que la gente no sabe el por qué de esta aseveración.
El ser humano es un animal social, zoopoliticon, lo llamaba Sócrates. Somos individuos que difícilmente lograremos nuestra máxima realización sin el apoyo de otros. Pero aún así somos seres individuales, capaces de tomar nuestras propias decisiones aún desde la más tierna edad, las cuales podrán ser acertadas o erradas, pero son nuestras y nos aferramos a ellas. Ahora bien, más allá de una matriz donde desarrollarnos durante la etapa embrionaria de nuestra vida, requerimos de la compañía el calor y el acompañamiento de seres por los que sintamos algún tipo de afecto, siendo el niño confiado por naturaleza e incapaz de distinguir lo bueno y lo malo, la naturaleza lo ha puesto dentro de una familia para alcanzar su desarrollo y maduración de manera adecuada, ¿la naturaleza?, si, porque otros animales son capaces de desprenderse del núcleo familiar mucho más pronto, no así el ser humano que aún en la etapa adulta sigue recurriendo, siempre que puede, al techo paterno o al regazo materno. Esta necesidad del individuo por pertenecer a una comunidad, se va acentuando con los años, y la comunidad crece, pasa del núcleo familiar a la familia extensa a los amigos y finalmente a la sociedad en sus diversas manifestaciones, pero cuando no existe el primer núcleo, siempre le será difícil al individuo comprometerse y corresponder a esos grupos o comunidades. Sin duda existen otras formas de exponer y vislumbrar la importancia de la familia para la sociedad, en otras ocasiones trataremos de hacerlo, pero por ahora, reflexionemos en la importancia que tiene para el desarrollo de los individuos y su pertenencia a la escuela, la empresa, el municipio y la nación.