Aunque muchos se esfuercen por hacernos creer otra cosa, los vicios de la humanidad no son nuevos, ya en las narraciones bíblicas como en la historia de la antigua Roma encontramos la práctica de la homosexualidad entre los reyes de la época, tanto en Egipto, como en Roma o las famosas Sodoma y Gomorra. La diferencia estriba en la capacidad de la comunicación moderna y la enorme necesidad de hacer a todo mundo testigos de nuestras virtudes y nuestras flaquezas. Finalmente, el tema de la homosexualidad de una persona es una cuestión de su conciencia, y nada más. Pero en los últimos meses, derivado del trabajo de resumen informativo que aquí realizamos, el tema más repetido; especialmente en los diarios europeos y estadounidenses, pero también en los mexicanos con una importante presencia; es el denominado “derecho” al matrimonio entre personas del mismo sexo.
Es impresionante la cantidad de tiempo y tinta que se dedica al asunto, como si fuera realmente relevante para la gran mayoría heterosexual del mundo, no dudo que para algunos de los homosexuales pueda tener su relevancia, pero ni siquiera para todos ellos, ya que muchos prefieren “el amor libre”. Pero denominarlo matrimonio si es un desatino completo, la Real Academia de la Lengua define matrimonio como “Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales”. Ahora bien, esta definición no se la inventaron los académicos, viene desde la prehistoria, y aunque la homosexualidad existe desde entonces, nunca se ha llamado matrimonio a ésta; entiendo la necesidad de protegerse legalmente dos personas que han decidido compartir su vida, gastos y proyectos, pero no veo la necesidad de llamar a eso matrimonio. Me dirán que pueden cambiar la acepción de la palabra por decreto, y contestaré que igual se pueden inventar una nueva.