El inicio de año siempre es momento para plantearse metas y objetivos, tanto en lo personal, como de manera comunitaria, ya sea en una familia, una empresa o, incluso, una nación.
En este inicio de año hay varios retos previsibles que enfrentará México, tanto en lo político, como en lo social y económico, y vale la pena revisarlos para, como ciudadanos, poner nuestro granito de arena en donde nos sea posible, por el bien de todos y el nuestro propio.
En lo económico están las circunstancias macro: una alta volatilidad de la economía mundial derivada de la previsible alza a las tasas por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, que ya se encuentra en franca recuperación, al tiempo que bajan los precios de las materias primas (petróleo, gas, metales y productos agrícolas) y China se desacelera, lo que es una mala noticia para las economías emergentes, necesitadas del comercio internacional para impulsar su desarrollo. Adicionalmente, sin una corrección en las políticas fiscales del gobierno, el aumento en los costos de operación de las empresas pone en riesgo la creación de nuevos empleos, perjudicando especialmente a los jóvenes más preparados y los profesionistas de mediana edad.
Finalmente, la volatilidad financiera internacional, se puede traducir en un aumento de las tasas de interés a nivel local, lo que incrementará los costos de los créditos, ya sean hipotecarios o de consumo, con lo que disminuirá la capacidad de compra de las personas y nuevamente se debilitaría el mercado interno.
En lo social será fundamental tratar de recuperar la esperanza como nación, ya que las graves dificultades por las que atravesamos, unidas a la desconfianza a la clase política, incrementan el descontento y la posibilidad de un corrimiento hacia la violencia, en lo familiar y comunitario. La solidaridad en estos momentos será un factor fundamental para tratar de hacer prevalecer la paz ante una posible profundización de la crisis económica con el consecuente aumento de la pobreza.
En cuanto a lo político, el proceso electoral del mes de julio requerirá de nuestra mayor capacidad de convocatoria como sociedad, ya que ante las dificultades es muy posible un incremento del abstencionismo, poniendo en riesgo, nuevamente, la credibilidad del proceso e hipotecando el futuro democrático.