Debe ser muy frustrante para un actor que no le aplaudan cuando se esfuerza en hacer una representación en la que sabe que su público no se convencerá fácilmente del papel que desempeña, y cuando esa pieza de actuación resulta en una obra de arte, tiene todo el derecho a reclamar los aplausos.

No es el caso con el Presidente Enrique Peña: ni es actor, ni se supone que esté actuando, ni su discurso fue tan maravilloso como él cree… aunque si tenía un público escéptico.

La sociedad mexicana está lastimada, decepcionada e incluso desesperanzada con su clase política; dos meses después de que empezó el escándalo por la Casa Blanca de Las Lomas y ¡26 meses! después de iniciar su mandato y anunciar la desaparición de la Secretaría de la Función Pública para crear un Sistema Nacional Anticorrupción, el día de ayer el presidente nombró a Virgilio Andrade Secretario de la Función Pública a quien le encomendó que investigue si él, su esposa o su Secretario de Hacienda (ex jefe de Virgilio) incurrieron en conflicto de interés al adquirir bienes inmuebles de la firma Higa… (¿No tendrá un conflicto de intereses el propio Andrade al realizar esta investigación?)

Lo peor es que rápidamente salieron, zalameros como son, otros políticos, a decir que era una excelente idea… bueno, hasta el presidente del Consejo Coordinador Empresarial aplaudió la decisión de Peña Nieto… ¿y de verdad piensan que el resto de los mexicanos nos tragaremos esa patraña?

Lo peor, las ocho medidas para contrarrestar la corrupción son una serie de buenas intenciones, que un corrupto igual se pasará por el Arco del Triunfo.

¿De verdad quiere el Presidente que empecemos a confiar en él? Que empiece por despedir a los tranzas y corruptos, que se sancione a sí mismo por adquirir bienes, aunque sea de manera legal, proveniente de empresas que se han beneficiado de sus diversas gestiones en las distintas administraciones en las que ha participado, que entregue a un órgano internacional la investigación que hoy encomendó a su allegado y que apriete el cinturón en los sueldos de la alta burocracia, donde se ganan como director general adjunto más de 60 mil pesos mensuales y que llegan a niveles de verdadera ofensa para el ciudadano común que con sus impuestos paga a unos funcionarios que no funcionan y unos servidores que no sirven.

Simular transparencia no arregla ningún problema, de hecho los agrava, ya debería haberse dado cuenta, pero como dicen los diarios extranjeros: “No se ha dado cuenta de que no se ha dado cuenta”

En tanto, la sociedad sigue pagando los platos rotos de los errores que sus colaboradores y él mismo cometen día a día, ¿van a seguir estirando hasta ver cuando truena la cuerda?