Cuando el 2 de Abril de 2005 me enteré de la muerte de Juan Pablo II, pensé que sería muy difícil encontrar un Papa que lograra atraer la atención de los medios de comunicación, sin embargo desde su nombramiento, Benedicto XVI ha sido un Pastor que ha estado a la altura de su investidura y vaya que ha logrado atraer a los medios. Queda para la posteridad la claridad de su pensamiento, su enorme compromiso de demostrar que Fe y ciencia no están peleadas, ni siquiera enemistadas. A pesar de que se señaló que en su infancia perteneció a las juventudes hitlerianas (algo en lo que todo niño alemán tenía que participar) logró abrir el diálogo con la comunidad judía y llegar a ser respetado por ésta. Abrió la discusión sobre aspectos debatibles y defendió el magisterio de la Iglesia en los temas centrales de los que la Iglesia no es propietaria sino custodia. Desde la misa que preside antes del inicio del cónclave y después a través de todo su ministerio, denuncia y combate la “dictadura del relativismo” y nos enseña que la Iglesia es, ante todo, promotora y perfeccionadora del amor, tanto el «eros» como el «ágape» alcanzan su plenitud en el mensaje de Cristo. Muchas otras cosas se pueden mencionar, pero para finalizar hay que destacar la enorme congruencia de la dura decisión que debe tomar a sus 85 años y enfermo, dejando la cátedra de Pedro y uniéndose a los otros cinco Papas en la historia que lo han hecho, consciente de que esta decisión tomada en conciencia y en comunión con el Espíritu Santo sería utilizada por los enemigos de la Iglesia para tratar, una vez más, de atacarla y desprestigiarla, pero consciente también de que como a los pescadores, a él le corresponde obedecer y lanzar las redes, y los peces llegarán por la voluntad de Dios. Por ello no me queda más que decir, ¡Gracias Benedicto!