Desde noviembre pasado, en las cercanías del segundo aniversario del gobierno de Peña y bajo la presión de Ayotzinapa y la licitación del tren rápido México-Querétaro, se viene barajando la necesidad de un cambio en el gabinete, cambio que no cristaliza a pesar de los trascendidos de las renuncias de Osorio Chong, Videgaray Caso y Navarrete Prida; en ningún caso, según los mismos rumores, las renuncias fueron aceptadas.
El temprano desgaste del gabinete de Peña tiene múltiples factores, el primero es la ineficiencia del gobierno en cuanto al desempeño de la economía nacional. Aunque la Reforma Fiscal fue aprobada, en realidad ha sido una derrota para el gobierno federal, debido al enorme rechazo que ha producido y el enojo, no solo pero si especialmente, de la clase empresarial.
Junto a este error, la incapacidad gubernamental para atender los asuntos de justicia, de manera destacada el caso Iguala de los estudiantes de Ayotzinapa, el cual se salió de control por la falta de sensibilidad y atención de la Secretaría de Gobernación, la Procuraduría General de la República y el propio Presidente Enrique Peña Nieto. Hoy, a más de 140 días del incidente, no se termina de aclarar la acción o falta de la misma del ejército, la posible participación de otros actores políticos y la misma incompetencia de la PGR para encontrar a algunos de los participantes.
Finalmente, están los conflictos de interés, la relación del Presidente y/o de su Secretario de Hacienda con el grupo Higa, la corrupción que derivó en favorecer a un consorcio chino para la construcción del tren rápido México-Querétaro, las casas de Las Lomas, Malinalco e Ixtapan de la Sal y, aunque poco se ha mencionado, el negociazo en obras estatales como el acueducto Monterrey VI o los Hospitales Generales de Culiacán y Mazatlán.
Ante todo ello, los intereses internacionales no se han quedado de brazos cruzados, es sabido que el FMI siempre ha intervenido en el nombramiento del Secretario de Hacienda, lo que no se cumple con Luis Videgaray, lo que podría estar motivando a estos grupos a empujar la de por sí, frágil gobernabilidad.
Por otra parte, el final de la legislatura se aproxima, los grupos priistas desean participar en el gobierno, y consideran que Peña ha sido excluyente con muchos grupos; gobernadores y diputados que están por dejar sus cargos no se resignan a ver el resto del sexenio desde la banca esperando una oportunidad, también esta es una presión sobre el presidente, una que puede costar votos en junio próximo.
Ante todo lo anterior, se impone un cambio en el gabinete, el problema para Peña es quizá de confianza, ¿a quién poner si tiene que prescindir de sus hombres de mayor cercanía? Porque indudablemente el primero que deberá dejar su puesto, aunque sea para moverse a otro, es Luis Videgaray.