Bernardo Ardavín Migoni (yoinfluyo.com)
La Cuba de los Castro que había sido un apoyo indiscutible para Hugo Chávez –aun cuando debemos decir que con cierto interés, porque Venezuela les entregaba el combustible notablemente subsidiado–, ahora ha tenido un vuelco. La razón es que el presidente norteamericano, Obama, en una acción sorprendente, decidió reiniciar las relaciones diplomáticas con La Isla, y esto ha venido a romper el equilibrio de todas las relaciones de los países de América Latina y ha dejado prácticamente en la orfandad a Venezuela.
El recurso de echar la culpa de los propios errores a los demás, está agotado
La posición dizque nacionalista del gobierno de Venezuela, trata de ocultar los problemas internos adosándoles la responsabilidad de haberlos generado a los vecinos que no están de acuerdo con el régimen, muy especialmente a Estados Unidos: no es, por cierto, una actitud novedosa, ni original, ni tampoco suficientemente imaginativa.
La omisión de los países del Subcontinente Americano, en la solución de nuestros propios problemas, tiene consecuencias indeseables.
Las imperdonables omisiones de los gobiernos latinoamericanos con respecto a Venezuela, son suplidas, de manera poco feliz, por el gobierno norteamericano que, como bien lo sabemos, desgraciadamente, tiene una larga historia plagada de abusos intervencionistas en América Latina, a propósito de cualquier pretexto y, ahora se le está ofreciendo uno magnífico: presuntamente, el de impedir que continúe la violación de los derechos humanos por parte del torpe gobierno de Nicolás Maduro y sus seguidores, que se han encaramado en el poder como herederos del chavismo revolucionario y que, obviamente, no quieren soltar.
¿Qué debemos hacer?
En otros tiempos, México ha intervenido para protestar por la violación de los derechos humanos en Latinoamérica, como en el caso de Chile, de Nicaragua y, aun cuando tardía y escasa –se dio tan solo en el gobierno de Vicente Fox–, también en el de Cuba.
Ningún pueblo está a salvo de que llegue algún gobernante desquiciado que les someta a una servidumbre intolerable. También en México nos podría ocurrir, aun cuando, por lo pronto, no se ve como una amenaza próxima.
Numerosas personas, en todo el mundo, han intervenido para protestar por lo que han juzgado graves violaciones a los derechos humanos en México, como en los casos de Tlatlaya y de la escuela normal de Ayotzinapa.
Los mexicanos, en consecuencia, debemos presionar para que el gobierno de Nicolás Maduro respete los derechos humanos de los venezolanos, las instituciones democráticas de ese pueblo hermano.