Mucho hablamos de lo mal que están los jóvenes hoy en día: sin principios, proclives a la delincuencia, sin respeto por la vida; y decimos que la solución a esto es la formación en valores, tanto en la escuela como en el hogar. Pero vale la pena que nos preguntemos: ¿por qué no tienen ya esos valores?, ¿no tienen ya 12, 15 o 18 años en ese hogar?, ¿no conocemos a sus padres que son gente buena y de valores? No creo que los jóvenes sean malos por naturaleza, pero sí creo que no les hemos educado en el uso de la libertad, más aún, creo que como padres y maestros tenemos miedo de ellos. Los medios de comunicación y los psicólogos de café nos dicen, un día sí y otro también, que debemos evitar “traumas” en los muchachos, que debemos dejarlos expresarse libremente, que hay que darles mayores espacios de libertad y permitirles que ellos elijan lo que desean hacer de su vida; pero ¿está preparado un adolescente de 13 años a decidir cuestiones trascendentes en su vida?, ¿no vemos titubear a los muchachos al ingresar a la universidad?, ¿tenemos el derecho de quitarles la guía que debe ser la paternidad? Está de moda que los padres sean amigos de sus hijos, ¿y cuándo son padres?, ¿cuándo cumplen con su obligación de corregir al que yerra y enseñar al que no sabe? Por algo son obras de misericordia consideradas como primordiales en la vida cristiana. ¿Y qué decir de los maestros que frenan su obligación de corregir a los alumnos cuando faltan a la disciplina? Ponen por encima de su deber docente las necesidades materiales de la institución por temor a que los alumnos “se enojen y decidan irse a otra escuela”, con lo que disminuiría la matrícula y por tanto el ingreso de la institución. ¿Por qué tenemos miedo a educar?, ¿es que nosotros no tuvimos la oportunidad de que nos corrigieran y eso nos hiciera mejores personas? o ¿tanto seguimos amargados por esas llamadas de atención que pre-ferimos evitarles a nuestros hijos y alumnos esos malos tragos? Solo recordemos que también les estaremos privando del derecho a ser educados, porque educar no es saber sobre español y matemáticas, sino saber sobre ser personas de bien.