Manuel Espino (yoinfluyo.com)
El primer golpe en la riña entre priistas y perredistas en la delegación Cuajimalpa de la Ciudad de México se asestó a la confianza ciudadana. Se trató, sobre todo, de una agresión al electorado que vio atropellado su derecho a vivir un proceso electoral pacífico, legal y propositivo.
Este acto de barbarie protagonizado por los partidos Revolucionario Institucional, Verde Ecologista y de la Revolución Democrática no se da de manera aislada, forma parte de una serie de enfrentamientos librados a lo largo de meses, evidenciando que hay una tendencia a la violencia en el modus operandi de estas fuerzas políticas.
Este tipo de revueltas minan la estabilidad social, desembocan en anarquía y debilitan la gobernabilidad. También desalientan el sufragio, pues si así están los ánimos a un mes de las elecciones, ¿con qué seguridad pueden asistir los ciudadanos a las urnas la jornada electoral?
Los partidos de siempre han recurrido a las mañas de siempre. Ya es tarde para que rectifiquen, son marrulleros incorregibles. Han ganado nuevamente el rechazo social, pero en lugar de que el abstencionismo sea la respuesta, debemos ver en las elecciones una magnífica ocasión para rescatar lo que es nuestro en tanto ciudadanos.
En un acto de voluntad inteligente y responsable, coherente y racional, demos la espalda a los violentos haciendo de la próxima jornada electoral un suceso cívico y funcional, un acontecimiento histórico que exprese claramente la aprobación o desaprobación al desempeño partidista.
En el caso específico de los partidos involucrados en la reyerta –Verde, PRI y PRD–, es un acto de justicia recurrir al voto de castigo. Tachar sus logos en la boleta electoral es hacerse aliado de sus tácticas pandilleriles.
Por el contrario, ser mexicanos al grito de paz implica que con el sufragio se puede decir sí a la democracia y no a la violencia. ¡Esa es nuestra responsabilidad cívica!