Bernardo Ardavín Migoni (Trama Política)
Quizás, una de las razones de la pobre participación de los ciudadanos en el sufragio sea su desconcierto y confusión, porque cada día pareciera más evidente que los partidos y los candidatos propuestos por ellos no atienden a sus demandas y reclamos, sino a sus intereses particulares, es decir al mantenimiento y acrecentamiento del poder, del control político con todas las prestaciones que éste puede acarrear, por parte de las burocracias partidistas.
Esa corrupción de los planteamientos políticos en los partidos resulta más evidente al contemplar las pugnas internas, en las cuales el bien común no aparece por ningún lado o está francamente eclipsado por las rencillas y enfrentamientos que padecen sus líderes por el control de sus estructuras burocráticas.
No debiéramos dejar pasar la lección. Este proceso electoral resultó más o menos aceptable en el contexto de la situación política e institucional que actualmente tenemos en el país, pero es evidente que los líderes partidistas que tienen la autoridad formal en sus organizaciones políticas no cuentan con la representatividad necesaria ni con la autoridad real para comprometerlas eficazmente, por ejemplo en el Pacto.
Quizás sería necesario que la legitimidad de los representantes partidistas y, por lo tanto, de los compromisos asumidos por ellos, atendiendo a sus propios estatutos en primer lugar, y contando con un liderazgo real en segundo lugar, fueran avalados mediante la sanción de sus comités ejecutivos, de sus comisiones políticas, de sus asambleas o de los órganos que en cada caso estén previstos, para que realmente el Pacto pudiera lograr la consistencia necesaria para coadyuvar a la aprobación, en el Legislativo, de las reformas necesarias, y a su implementación, por parte del Ejecutivo.
Además, ese acuerdo necesitaría, urgentemente, el apoyo de la sociedad organizada para lograr que se constituyera en un soporte adicional al pacto social vigente, y así pudiera contribuir eficazmente a la consecución de las reformas que el país necesita, no para beneficiar únicamente a los partidos sino a toda la Nación, mediante la consecución del bien común o bien general.
César Velázquez (El Debate)
Los altos niveles de abstencionismo en las elecciones del pasado 7 de julio han activado las alarmas… pero de los analistas y la comentocracia. Los dirigentes de los partidos poca importancia le han otorgado al tema, ocupados como están en celebrar los triunfos, en algunos casos, y en otros buscar las justificaciones de sus fracasos. En estas mismas páginas, esta semana, nuestro compañero Guillermo Ibarra alude al tema y diagnostica: un "fracaso de la democracia sinaloense". En el otro extremo del país, el titular de una institución electoral, define la baja presencia electoral como un "fracaso de la ciudadanía". Aquí, en Culiacán, el titular del órgano encargado de arbitrar la contienda carga las tintas sobre la incapacidad de los partidos para alentar la participación ciudadana. A su vez, Ernesto Hernández Norzagaray, en su artículo Los 12 tigres del abstencionismo (Noroeste, 12/07), dice que la explicación de Jacinto Pérez Gerardo es exculpatoria del Consejo Estatal Electoral, pues el abstencionismo es un "fenómeno polisémico y complejo", es decir, que no puede entenderse sino a partir de la convergencia de una serie de hechos, datos y elementos de muy variada naturaleza. En todas estas opiniones –y muchas otras que no considero aquí por falta de espacio– hay ideas valiosas que abonan a una reflexión seria sobre las razones que explican la baja participación electoral. Pero mi opinión es que estamos exagerando –sobredimensionando, dirían otros– un fenómeno que tiene a reproducirse de manera ampliada en las más diversas regiones del mundo. Veamos: hay una tendencia decreciente de participación en las democracias desarrolladas y en democracias como las nuestras, que arrastran muchas taras. La primera vuelta en elecciones presidenciales en Francia, por ejemplo, no han llevado a las urnas ni siquiera al 30 por ciento del electorado. En Estados Unidos hay una baja sostenida de participación ciudadana en elecciones presidenciales, y en México hay una caída de casi 20 puntos porcentuales entre 1994 y 2006 (77.1 y 58.5, respectivamente), para lograr una recuperación en 2012, cercana al 65 por ciento. Dicho en otras palabras: no hay que pedirle peras al olmo. Estamos ante un fenómeno generalizado, y las altas tasas de participación, esto es, por encima del 60 o cercanas al 70 por ciento, serán cada vez más excepcionales. En las democracias, un 40 por ciento de participación es el umbral mínimo que se requiere para garantizar la viabilidad del sistema, y llevar a más ciudadanos a las urnas dependerá de la capacidad de los partidos para agregar y representar intereses, y de la capacidad del propio sistema para asegurar condiciones de equidad en la lucha por el poder político. En el debate organizado por esta casa editorial sobre los resultados de la elección 2013, el dirigente del PAS, Joel Salomón, y Rigoberto Ocampo, miembro del CEE, plantearon el tema del abstencionismo en términos de real politik: la participación del 46 por ciento del electorado está dentro de los estándares normales y es la media de participación en este tipo de contiendas electorales. Los casos de Culiacán, Ahome y Mazatlán, requieren, en efecto, un tratamiento más cuidadoso. Estamos, por el bajo nivel de participación, sobre todo en la capital del estado, ante una democracia de base social angosta, débil, que exige de los partidos, de sus nuevos gobiernos locales, mecanismos y formas imaginativas para estimular la participación ciudadana y fortalecer su legitimidad. En el ámbito estatal, lo que urge es la reforma política. No un parche aquí o allá, sino una reforma integral que en serio democratice la vida institucional y fortalezca el orden democrático. Ese es el desafío de la nueva legislatura.
Por Federico Müggenburg (yoinfluyo.com)
Barack Obama ha decidido mandarle a Mariano Rajoy un embajador fuera de toda la ortodoxia diplomática, que puede ser interpretada como un verdadero insulto a todos los españoles. Sólo falta considerar si se hubiera atrevido a enviar a este mismo señor como embajador ante la Santa Sede. Parte de lo extraño es que el Ministerio de Relaciones Exteriores de España, del Gobierno de Rajoy, no se atrevió a negarle el placet. Derecho que tienen todos los gobiernos según los convenios internacionales aceptados universalmente. El embajador tan sui generis no pertenece al cuerpo diplomático de carrera. Resulta ser el “marido” de otro señor, amigo de la esposa de Obama, decorador de la Casa Blanca, habiendo arreglado, entre otros recintos el famosísimo Salón Oval, por muchas andanzas conocidas de anteriores presidentes. Unas normales al ejercicio presidencial y otras exóticas y vergonzosas, como las del presidente Clinton. James Costos se llama el embajador, “casado” con Michael Smith. Ambos figuran en la lista de “donantes” de dinero para la segunda campaña electoral de Obama. Smith está en el lugar once de dicha lista, con 2.3 millones de dólares y Costos en el lugar treinta y nueve, con 1.1. millones de dólares. Ahora resulta que una embajada de Estados Unidos en España “cuesta” 3.4 millones de dólares. ¿Cuál será el precio para las embajadas más importantes o interesantes como podrían ser la de China, Francia, Alemania o Brasil? La irregular pareja de embajadores, eso sí, cumplen con la permisividad legal norteamericana y la española, que les autoriza a estar legalmente casados, dejando su espléndida residencia en Los Ángeles, para trasladarse a un “estrecho departamento” en la sede oficial norteamericana en Madrid. Los problemas de protocolo cuando presenten sus cartas credenciales a sus Majestades los reyes de España, no dejara de ser un acto muy difícil de digerir. ¿Cómo lo van a hacer? será muy interesante conocer la formalidad. ¿Se apartará del rígido protocolo? o se aceptará tal cual y ¡aquí no ha pasado nada! las legislaciones más “avanzadas”, que se han inventado unos llamados “nuevos derechos”, chocan frontalmente con la ancestral cultura de las naciones que todavía no han eliminado los auténticos derechos humanos, y tienen a orgullo legítimo haberse originado en la identidad y pertenencia cultural judeo-cristiana, greco-latina e hispano-americana, que aún está vigente en la conciencia y el corazón de millones de personas y familias, que se esfuerzan en defender este honroso privilegio, frente a la vorágine destructora. Además el delicado señor Costos, pertenece desde mayo de 2012 a la junta directiva de “Sociedad Humana”, la más grande asociación protectora de animales en los Estados Unidos de Norteamérica, -¿no podían haber buscado otro nombre para dicha sociedad?- que detesta la fiesta de los toros, tan típica de las tradiciones festivas populares españolas. La dupla Costos-Smith vendrá a hacerle compañía al nuevo embajador francés que nombró hace casi un año el presidente Francois Hollande. De quien vale la pena recordar, vive con su pareja, la señora Trieweiler, en este caso mujer auténtica -antes tuvo otra en condiciones iguales, señora Ségolene Royal-, sin estar casados bajo ninguna ley, ni civil ni religiosa. El señor Jérome Bonnafont, que cojea del mismo pie que el señor Costos, con la diferencia de que el francés no ha formalizado jurídicamente su estatus marital, porque en las leyes francesas apenas esto ha ocurrido hace unos días, por lo que mantenía la relación en la más estricta reserva oficial. El rey Juan Carlos I le aceptó las cartas credenciales a él solo, sin acompañante. Viendo así las cosas, lo que resulta de menor importancia es la relación de Hollande con su compañera y menos grave que hace unos días el presidente ruso Vladimir Putin, anunciara la ruptura de su matrimonio con Ludmila Putina después de treinta años de casados. Tampoco son de mucha importancia, dadas así las cosas, que los escándalos sexuales públicos del ex primer ministro italiano Berlusconi, sean cosas a tomar en cuenta. Que los jefes de Estado o de Gobierno hagan públicas sus malas costumbres y parezca que no pasa nada, es una ominosa señal de la decadencia a la que se está llegando y que puede ponerse en el mismo nivel que todas las manifestaciones de la “dictadura del relativismo”, en los diversos campos de la actividad humana. Ya no hay vigencia de principios y valores. Si la familia se desmorona en forma tan evidente, por personajes de la cumbre de la jerarquía política y social, no es posible esperar mucho de la sociedad. Lo han señalado con claridad meridiana las autoridades de las tres religiones monoteístas del mundo. Es un atentado a la base de la sociedad que es la familia y es el abandono de la concepción de la persona humana hecha a imagen y semejanza de Dios. Esto conmueve los cimientos mismos de nuestra civilización que está entrando en una fase prevista por el Papa Paulo VI en 1968, un poco después de la famosa revolución de París de mayo de ese año. Señaló el Papa dos fenómenos concomitantes: el ateísmo, que pretende liberar al hombre de la llamada alienación religiosa y la religión antropocéntrica, orientada al hombre como su propio objeto de interés, cuando la religión debe ser teocéntrica, orientada hacia Dios como su primer principio y último fin. La razón ve claramente las causas de la degradación, pero la voluntad flaquea para resolverlo.
Desde hace algún tiempo la mayoría de la gente adulta argumenta que los jóvenes del hoy son unos flojos, que no hacen nada, que dedican su tiempo a cosas que no tienen sentido, que no tienen motivaciones ni le encuentran sentido a su vida, y sí, tienen razón, antes de terminar la carrera platicaba con una amiga que estudia otra Universidad y me comentaba eso, que todos hacían el mínimo esfuerzo en el estudio, todos copiaban, realizaban sus trabajos finales 5 minutos antes, al igual que yo lo vivía en mi Universidad y al igual que muchos amigos lo viven y vivían en otras Universidades.
¿Qué ha sucedido con los jóvenes de hoy? Bueno es una pregunta más o menos fácil de contestar, lo que he observado es que los jóvenes tenemos todo a nuestro alcance, se nos han brindado tantas facilidades que realizar el mínimo esfuerzo te sirve para cumplir con el objetivo que buscas, y en vez de aprovechar esas facilidades para desarrollar y explotar nuestros talentes al máximo, mejor nos sentamos en la silla cómoda y de ahí no nos movemos.
Así que, es común que los jóvenes sean flojos, pero no todos son así… Lo leíste bien ¡¡No todos son así!! ¿Qué es lo que ha hecho la diferencia entre unos y otros? Esa pregunta es muy sencilla de contestar, un ideal por el cual luchar, una motivación por la cual vivir. Aquél joven que le ha encontrado un sentido a su vida, será el joven que triunfara.
¿Ejemplos? Tenemos muchos, el más conocido fue el del Movimiento “Yo Soy 132” que surgió el año pasado ante la contienda electoral, es el claro ejemplo que los jóvenes necesitan un detonador, un ideal, una causa por la cual luchar y cuando toman una bandera no la sueltan hasta cumplir su objetivo.
¡Jóvenes! No es necesario inventar el hilo negro, nuestra sociedad tiene muchas necesidades, agrupémonos y trabajemos por este gran país que tanto nos necesita, por todas aquellas personas que tienen una necesidad real de alimento, hogar, vestido u otras. Solamente nosotros podemos generar esa revolución innovadora de cooperación y trabajo entre mexicanos. Demos ejemplo y transformemos este hermoso país, México.