Cuando los padres de familia hablamos de lo mejor que podemos heredar a nuestros hijos, decimos siempre, lo creamos o no, que nuestro mejor legado para ellos es la educación. Pero, ¿a poco los padres queremos que nuestros hijos enfermen? Respuesta obvia.
Sin duda, entonces, una parte importante en la educación de nuestros hijos es la educación para la salud, un tema en el que no hace falta ser médicos, sino simplemente poner atención a las cosas, a veces obvias, a veces no tanto, de la vida cotidiana.
México es uno de los países con mayor índice de obesidad, el problema es más grave en los niños y Sinaloa tiene el nada honroso primer lugar ¡mundial! en obesidad infantil. Pero no es el único tema de salud: los ojos, los dientes, en general todo nuestro cuerpo necesita de nuestro cuidado e higiene, y éste es el primer paso que como padres podemos dar para enseñar a nuestros hijos el cuidado de su salud, una necesidad primaria para que después tengan posibilidades de desarrollarse de manera plena.
Los padres educamos ante todo, con el ejemplo. Por ello es fundamental que al educar en la salud, seamos los primeros en lavarnos las manos antes de comer y después de ir al baño; lavarnos los dientes después de cada comida y antes de ir a dormir, bañarse de manera regular, utilizar talco y cremas en caso de malos olores o resequedad en la piel, este, sin duda, es el primer paso y más sencillo de todos, pero que, aunque no lo crean, poco cuidamos de hacerlo evidente para nuestros hijos.
Después, hay que hacerse chequeos regulares, visitar al dentista cada seis meses, revisiones médicas una vez al año, para ello se pueden aprovechar, en caso de necesidad, las jornadas médicas que realizan los ayuntamientos, el DIF o algunas instituciones de asistencia, es conveniente que, si vemos que nuestros hijos hacen algún esfuerzo para leer, o simplemente les cuesta trabajo encontrar las cosas, les hagan una revisión ocular, para las personas de pocos recursos también hay instituciones como Salud Digna o Ver Bien para Aprender Mejor que apoyan este tipo de necesidades.
Y finalmente, está el formar los hábitos. Seguramente a nosotros nos molestaba mucho que nuestros padres nos dijeran que teníamos que acabarnos la comida, especialmente que comiéramos frutas y verduras, y quizá por eso, hoy no se lo exigimos a nuestros hijos de manera consistente, pero flaco favor les estamos haciendo. El problema de obesidad que se presenta hoy en nuestra entidad no tiene tanto que ver con la cantidad de los alimentos que nuestros hijos consumen, como los hábitos alimenticios y de estilo de vida que llevan. La ausencia de los padres en el hogar por las exigencias laborales hacen que se supervise poco lo que nuestros niños comen y las actividades físicas que realizan, pero debemos encontrar la forma de conciliar nuestra vida laboral y familiar para ponerles un poco de más atención a fin de que las comidas que hagan sean variadas y sus actividades incluyan un mayor esfuerzo físico. La nana TV o videojuego o celular, los convierte en niños pasivos y encerrados en sí mismos, tenemos que sacarlos a la calle, ponerlos a jugar y convivir, aunque sea los fines de semana, para llegar a desarrollar en ellos mejores hábitos que les permitan una mejor calidad de vida.
Cuando el 30 de julio de 2014 el gobernador envió la propuesta de modificación a los decretos 976 y 977 para servir de garantía en la solicitud de crédito de las empresas ganadoras de las licitaciones correspondientes para la construcción de los hospitales generales de Mazatlán y Culiacán respectivamente, nunca se imagino que la sociedad pudiera unirse en una exigencia para impedir comprometer el 25% de los recursos de las aportaciones federales a la entidad, y de paso el futuro mismo del estado.
Peor aún, al solicitar que el trámite se hiciera mediante el mecanismo de Iniciativa Preferente, buscaba disminuir al mínimo la exposición del tema y quizá nunca se hubiera sabido nada, de no ser que los diputados no aceptaron pasar en fast track la propuesta del ejecutivo. Para acabarla de amolar, al desatarse el escándalo por la masacre en Iguala, echarse atrás la concesión del tren México-Querétaro y desvelarse la existencia de una casa propiedad de la Primera Dama con valor de más de 7 millones de dólares, la discusión de la construcción de los hospitales en Sinaloa se tornó un asunto de suma delicadeza.
A la atinada demanda de la Coparmex para transparentar y clarificar el tema, se han sumado otras organizaciones ciudadanas, partidos políticos, medios de comunicación y ciudadanos exigiendo que se aclare qué pasó con la obra ya iniciada del Hospital de Mazatlán y que se abandonó desde el inicio de la actual administración, ¿quién es responsable de la pérdida de alrededor de 350 millones de pesos invertidos en esa obra?, ¿por qué los costos de las nuevas edificaciones son tan elevados, superando en tres a uno los costos, por ejemplo, del Hospital Ángeles?, ¿qué problema de atención van a resolver las obras en cuestión si se abandonarán los hospitales ya existentes, con lo que no habrá un aumento en la capacidad?, ¿cuál es el costo financiero de los proyectos?, ¿qué consecuencias jurídicas puede haber por modificar las condiciones del contrato una vez asignada la obra y concluida la licitación? ¿habrá quejas por parte de los constructores que perdieron? ¿qué relación tienen las constructoras ganadoras con los defenestrados constructores del tren rápido México-Querétaro? Y muchas preguntas más de las que hasta ahora la sociedad no tiene respuesta y por las que la inconformidad y el desacuerdo aumentan cada día más, tornando más difícil el ambiente político de Sinaloa.
La cuestión se ha vuelto tan polémica, que el gobernador debería ya estar contemplando seriamente, como lo hizo el Presidente Peña Nieto en el caso del tren rápido México-Querétaro, anular la licitación y volver a iniciar el proceso desde el inicio, lo que de por sí costaría a la entidad alrededor de 300 millones de pesos (según información proporcionada por uno de los legisladores), pero que salvaría la estabilidad política y evitaría posteriores consecuencias jurídicas a los servidores públicos del ejecutivo y del legislativo que están embrollados en el asunto. La salud es un tema de la primera importancia para cualquier sociedad, su atención y adecuada planeación una necesidad impostergable, pero comprometer recursos que podrían dejar manco al gobierno para atender esas mismas necesidades y quizá otras de igual o mayor relevancia, es un lujo que ningún político se puede dar.
Ahora que hay días para todo, este 9 de diciembre le toca el día al combate a la corrupción, así lo proclamó la ONU en 2003 y se celebra desde 2005. El INEGI reporta los índices de percepción de la corrupción, y contrasta este número con el de los que han sido víctimas de extorsión directamente por parte de algún servidor público. Por supuesto que el primer lugar lo tienen los policías con el 89.7%, pero le siguen muy de cerca los partidos políticos con el 84.4% y el Ministerio Público que no se quiere quedar atrás con el 78.4%... Esa es la percepción, pero víctimas de la corrupción somos todos, porque el costo de la corrupción aumenta los precios de los servicios que nos presta el Estado, disminuye la eficiencia de las autoridades y con ello aumenta el costo de los productos que consumimos día a día.
Pero seamos honestos, la corrupción no es un patrimonio exclusivo de los servidores públicos y los políticos. La corrupción la alimentamos todos. La alimentamos cuando señalamos al “tonto” que no se enriqueció en el puesto público; cuando damos una “propina” al cadenero para que nos adelante en la fila para entrar al antro, la alimentamos al “aceitar” los engranes del sistema (público o privado) para ganar una licitación o hacer una venta; cuando le damos una mordida al policía para no pagar las consecuencias de nuestra infracción a la ley de tránsito, y cuando nos llevamos de la oficina, pública o privada, las hojas, las plumas, las engrapadoras o el pegamento. También somos parte de la corrupción cuando falseamos nuestras declaraciones fiscales, cuando mentimos en los datos personales al tramitar un documento oficial o cuando solicitamos el descuento de estudiante, maestro o jubilado, a sabiendas de que no tenemos derecho al mismo.
La corrupción es el gran cáncer de nuestro país, afecta lo mismo a la empresa y al gobierno, que a la familia, la escuela y el individuo. Es muy triste comprobar con qué facilidad caemos los mexicanos en prácticas de corrupción y cómo admiramos al que se ha enriquecido, sin importar el método por el que lo haya hecho.
Nuestros políticos son los principales responsables de la corrupción, porque además le han adosado la impunidad, para ellos y para el público en general. En México nadie purga una pena por casos de corrupción (en el mejor de los casos es el pretexto para una venganza política). Pero nuestros políticos no van a hacer desaparecer la corrupción, aún cuando les exijamos que lo hagan y llegara a hacernos caso.
La corrupción en México solo desaparecerá cuando los padres de familia enseñemos a nuestros hijos a conducirse con honestidad, a regresar y pagar lo que se robaron en la tienda, a hacerse responsables por la falta que cometieron en la escuela o el daño que le hicieron al vecino en su persona o en sus bienes. Cuando los mexicanos nos exijamos de manera personal una vida de honestidad y respeto, entonces la corrupción será historia del pasado.
Palabras del Papa Francisco en el Ángelus del domingo 7 de diciembre
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este domingo marca la segunda etapa del Tiempo de Adviento, un tiempo estupendo que despierta en nosotros la espera del regreso de Cristo y el recuerdo de su venida histórica. La liturgia de hoy nos presenta un mensaje lleno de esperanza Es la invitación del Señor expresada por boca del profeta Isaías: "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios" (40,1). Con estas palabras se abre el Libro de la Consolación, en el que el profeta dirige al pueblo en el exilio el anuncio gozoso de la liberación. El tiempo de tribulación ha terminado; el pueblo de Israel puede mirar con confianza al futuro: le aguarda finalmente el regreso a casa. Y por eso, la invitación a dejarse consolar por el Señor.
Isaías se dirige a gente que ha pasado por un período oscuro, que ha sufrido una prueba muy dura; pero ahora ha llegado el tiempo de la consolación. La tristeza y el miedo pueden dejar lugar a la alegría, porque el Señor mismo guiará a su pueblo en el camino de la liberación y la salvación. ¿Cómo se hará todo esto? Con el cuidado y la ternura de un pastor que cuida de su rebaño. De hecho, Él dará unidad y seguridad al rebaño, lo hará pastar, reunirá en su redil seguro a las ovejas dispersas, prestará especial atención a las más frágiles y débiles (v. 11). Esta es la actitud de Dios hacia nosotros sus criaturas. De ahí que el profeta invita a quien le escucha --incluyéndonos a nosotros, hoy-- a difundir entre el pueblo este mensaje de esperanza. El mensaje es que el Señor nos consuela, y dejar espacio al consuelo que viene del Señor.
Pero no podemos ser mensajeros de la consolación de Dios si nosotros primero no experimentamos la alegría de ser consolados y amados por Él. Esto sucede especialmente cuando escuchamos su Palabra, el Evangelio que tenemos que llevar en el bolsillo. No olvidaros de esto, ¿eh? El Evangelio, en el bolsillo, en el bolso, para leerlo continuamente. Y esto nos da consuelo. Cuando permanecemos en la oración silenciosa en su presencia, cuando nos encontramos con Él en la Eucaristía o en el Sacramento del Perdón. Todo esto nos consuela.
Dejemos entonces que la invitación de Isaías --"Consolad, consolad a mi pueblo"-- resuene en nuestro corazón en este tiempo de Adviento. Hoy se necesitan personas que sean testigos de la misericordia y de la ternura del Señor, que sacude a los resignados, reanima a los desalentados, enciende el fuego de la esperanza. ¡Él enciende el fuego de la esperanza! ¡Nosotros, no! Muchas situaciones requieren nuestro testimonio consolador. Ser personas alegres, consoladas. Pienso en aquellos que están oprimidos por sufrimientos, injusticias y abusos; a los que son esclavos del dinero, del poder, del éxito, de la mundanidad. Pobrecillos. Tienen consuelos falsos. No, el verdadero consuelo del Señor. Todos estamos llamados a consolar a nuestros hermanos, testimoniando que sólo Dios puede eliminar las causas de los dramas existenciales y espirituales. ¡Él puede hacerlo! ¡Es poderoso!