Columna del 1 de julio del 2019
Arturo Farela el Falso Líder de los Evangélicos. Un Oportunista
Jorge Miguel Ramírez Pérez
"alguien, pretendiéndose ora leal súbdito del príncipe,ora verdadero fiel de Dios,no se engañe a sí mismo o a los demás,considero que es necesario ante tododistinguir entre el menester civil y el de la religión,y establecer exactamente los limitesque existen entre la Iglesia y el Estado.Si no se hace esto, no se podrá poner términoa las controversias entre aquellos que tienen de verdado simulan tener interéspor la salvación de las almas o de la República"
John Locke
"Carta sobre la tolerancia"
Se supone que los que participan en política conocen quien fue Locke y sus argumentos desde el siglo XVI, sobre la separación de la Iglesia y el Estado. De hecho forman parte esas definiciones, como respuesta a la discusión en la edad media sobre el tema de la cruz y la espada. Los mexicanos desde las leyes de Reforma lo tenemos claro; y solo algunos osados pretenderían hacer un revoltijo, en estos asuntos de fondo.
Y aunque hay ataques a la cultura occidental que emana directamente de la cultura cristiana, -y no me refiero a las corrientes religiosas del cristianismo- sino al pensamiento occidental que prevalece derivado de ellas; nada indica que se vayan a derrumbar los cimientos de la separación de la Iglesia y el Estado; que por cierto, son las palabras esenciales de Jesús en el tema: "Dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios".
Porque entre los musulmanes y otras formaciones teocráticas del mundo, esa distinción no existe. Sus creencias, sostienen una estructura inseparable de poder político y religioso, como los ayatolas de Irán y otros, que transitan a plenitud en las dictaduras de la intolerancia.
Por eso las aparentes buenas intenciones en las que se comprometen algunos lideres religiosos en esfuerzos que competen al gobierno, no deben ser vistos como una onda de cuates, como un intercambio de buenas vibras; en las que con un acuerdo palaciego, esos religiosos, que son mas bien, militantes en la política del actual régimen, se autonombran representantes de las iglesias evangélicas; y se comprometen para que éstas, sean propagandistas de una cartilla cívica y moral, usando el método de casa en casa, y en consecuencia se tiren a la basura las formas esenciales de respeto entre las esferas de la fe y las del gobierno.
El sujeto que pretende encabezar a los evangélicos del país y hablar en su nombre, es un grillo, como se les dice vulgarmente a los activistas que se agarran de un clavo ardiendo con tal de protagonizar algo, mediante verdades a medias, o sea, mentiras: Arturo Farela Gutiérrez.
Este personaje que no tiene vocación de pastor y se ostenta como tal, usa ese título, como cobertura, para sus propios fines de fama y poder personales.
Y él, no es evangélico. Porque si hay algunas cosas que identifiquen a los evangélicos y el mismo Farela lo sabe, son: no predicar nada que no sea la Biblia, nada en absoluto diferente a la Biblia directamente; no tener ningún líder universal como otros grupos lo tienen, por ejemplo un papa o un patriarca, y hacer una subrayada convicción de que no hay que revolver lo espiritual del Reino de Dios, con lo material del reino de los hombre; finalmente, no tener ningún tipo de sujeción en materia de lo que no sea estrictamente legal, de parte del poder del Estado, por encima de Jesucristo revelado en la Biblia, no en ninguna cartilla moral o cívica.
Por eso Farela engaña al Presidente López Obrador y se engaña así mismo, porque no es cabeza de los evangélicos para hablar en su nombre.
No es pastor, porque los pastores están en sus iglesias predicando a Cristo, no la filosofía de un político. No es evangélico porque pretende ser cabeza de quienes no comulgan con sus compromisos y además, como característica, no reconocen cabeza eclesial alguna. Y no es político, porque no es profesional de las ciencias del gobierno, no tiene trayectoria en la administración pública o las cámaras, y porque está impedido legalmente, porque dice ser ministro de culto ordenado.
Entonces Farela y sus seguidores ávidos de poder son, en toda la extensión de la palabra unos oportunistas.
Son asaltantes del poder que además si no les dan mucho dinero, no van a repartir un solo folleto, entre sus exiguos seguidores. Porque ni siquiera Farela y asociados, por cierto antes priístas, tienen el control mental del tipo que les aplicaba al grueso de fámulas que le adoraban como dios, otro ex tricolor Naasón Joaquín, el líder encarcelado en California, por cargos de abuso sexual entre otros; ese sí, cabeza universal de la secta perniciosa "la luz del mundo" que se pretende evangélica, pero que tampoco lo es.
Columna del 26 de junio del 2019
El Problema de la Migración Indeseada
Jorge Miguel Ramírez Pérez
Lo "políticamente correcto" es igual a mentir, porque esa fórmula es hacer o decir lo que no queremos decir o hacer en la realidad. Se usa ese recurso en aras de mantener una imagen personal de alivianados, y aparecer como la mayoría de los que profesan la egoísta filosofía de: "no meterse con nadie", "ni tener una opinión de nada", sino dejar que el mundo ruede, aunque ese rodar les corte la cabeza a ellos mismos.
Por eso digo que la migración que se mete a la fuerza y no quiere venir a México, sino "agarrar a México como pasillo", es indeseable. Nadie la desea.
Y no es xenofobia, el odio a los extranjeros. Para nada, es el rechazo a lo absurdo; invitas a tu casa a comer a los de fuera y dejas sin comida a los tuyos. ¿No es malinchismo? ¿Preferencia por los extranjeros?
Porque el principio cristiano de compadecerse de los extranjeros tiene un marco, no es aislado, dice también "el que no provee para los suyos es peor que un incrédulo". Uno no excluye lo otro, pero lo de dar a los propios primero, no es opcional.
A diferencia con los estadounidenses que no quieren que les boten el trabajo los que tienen todos sus derechos, los afroamericanos o los mexicoamericanos, que les dicen hispanos allá; ellos, los empleadores, prefieren migrantes sin documentos, que se ven forzados a cuidar sus trabajos; los mexicanos, por el contrario, creemos que no los necesitamos. Casi nadie en este país está esperanzado, a que los centroamericanos nos ayuden. Por tanto no entran en las listas de sujetos deseables, son indeseables.
Pero como digo, a ellos mismos, a los migrantes, no les interesa un comino México; sino como una forma de tránsito rápida y de pesadilla, entre su vida de origen y el paraíso que se imaginan que es vivir con los gringos.
Así que menudo problema tenemos como mexicanos.
Tenemos que seguir una política totalmente ajena e innecesaria para México, cuidar que no lleguen -quienes no deberían ni pasar por nuestro país-, al destino donde los necesitan para lavar excusados y limpiar cocinas de llenas de cochambre.
Porque los jefes de donde requieren a los migrantes, no los quieren, ni de esclavos; porque ya le ven a su incorporación consecuencias irreversibles en los
sistemas de salud, de educación y del rumbo que se supone tienen como nación de poder.
Así que aunque se meten de pasada, aún con esas adversidades inherentes a esa intromisión, se tienen que tomar decisiones y gastar dinero, de algo que no nos compete en ninguna manera.
Igual que las drogas que esclavizan a los consumidores del otro lado, se les tiene que combatir afuera; porque adentro, ellos, los consumidores, léase viciosos, no tienen frenos reales ni morales, porque esa nación ha ido pateando sus trabillas morales y por el contrario, promueve en los medios y en la cultura, la adicción como sustento de la razón de la existencia gabacha. La libertad de la autodestrucción como derecho propio e inalienable.
Así que Estados Unidos exige, pero no ayuda a explicar, con claridad todo el andamiaje que conocen ellos perfectamente, para que de pronto lleguen a las fronteras del sur: africanos muy bravos, y musulmanes acelerados que no fueron impedidos en todo su trayecto, evitando a tantos aliados inútiles, que tienen los vecinos del norte; y de pronto, se meten a México, con los argumentos falsos y las palabras mágicas, de ser refugiados que buscan asilo político.
¿Porqué no se señalan los regímenes con los cuáles México o Estados Unidos, no tienen relaciones para que fueran congruentes con el asilo?, ¿o que gobiernos son los sancionados reiteradamente por la ONU, -que por cierto, no sirve para nada en la actualidad- como para tener una razón aceptada de ese hipotético asilo?
¿De qué se trata? ¿Es una farsa?. ¿O como sucedió como con los mexicanos que alegaban asilo político en Canadá? Puro cuento.
Hay que ponderar el interés y lo que quiere la gente de aquí, no los líderes profesionales de las organizaciones civiles que viven de defender lo indefendible y si es ilegal, mejor.
El gobierno mexicano debe ser claro: México, no debe ser pasillo de nadie, y no queremos una migración que tampoco quiere asimilarse a nosotros.
La primera pregunta: ¿ya resolvimos los asuntos propios?
La línea debe ser explícita y sin eufemismos, nadie nos obliga a adoptar lo "políticamente correcto" que va a hacer de nuestro país, un vasto campo de gente que no sabe que hacer con su vida; cuyas únicas coincidencias entre ellos, son: no querer vivir en su tierra, pero tampoco en la nuestra.
Columna del 24 de junio de 2019
El llamado matrimonio igualitario
Jorge Miguel Ramírez Pérez
Las modas según la Ley de Laver formulada en 1937, cuando tienen diez años de retraso, son sencillamente "horrorosas" y cuando tienen más de veinte años de retraso son "ridículas".
El llamado matrimonio entre personas del mismo sexo es un tema de moda, que tiene entre diez a veinte años de retraso en México, porque empezó con los albores del siglo XXI en el mal denominado primer mundo, modelo de innovaciones tecnológicas y de depredaciones morales y ambientales.
Allá surgió como un capricho de la moda entonces "indecente" diez años antes en la década de los noventa, pero fue hasta que empezó el siglo XXI, que obtuvo su inscripción en las leyes de los países ricos, destacados por hacer del ocio su principal afán.
De modo que se ha presentado en México, como una tendencia pasada, propia del las imitaciones del tercer mundo: atrasadas, y mucho; que usando siempre, las categorías de Laver, resulta, en nuestro país, en una definición entre lo horroroso y lo ridículo.
Pero circunscribir a la moda todo capricho, sería inocuo porque en este caso es una moda, fantasiosa pero distante de la legalidad, aunque se enojen los enredosos leguleyos que sacan conclusiones seudojurídicas, invadiendo esferas y desestructurando conceptos.
Y no me voy a referir a los principios morales, que dicen ampulosamente fundamentar el origen de las leyes, porque ya se, que para esos jurisconsultos, la moral, es un árbol que da moras.
Tampoco me fundamento en las convicciones religiosas porque sería hacerles el juego a quienes acusan de fanatismo, lo que no quieren ver con la objetividad que el razonamiento científico sustenta su error.
Sino al origen del matrimonio, a su raíz etimológica, que proviene de la palabra matriz, en una referencia directa a la función del vínculo, que lo explica como el fin de la procreación y de ahí la tutela del estado, su legalidad porque es de interés público, el repoblamiento natural de la raza.
También por lo mismo, indisolublemente interesado el Estado está en el resultado de ese vínculo, es decir, en la vida misma del infante que surge de esa unión.
Por eso el matrimonio, per se, como tal, es la marca indeleble de la idea de la continuidad de las generaciones y de la manifestación celular de la sociedad en su conjunto.
Por eso no aplica algo como matrimonio del mismo sexo, porque sencillamente no procrean nada, y no hay vida de infantes producto natural de esa relación en la que el Estado tenga parte. ¿Se entiende?
Nadie en México está en contra que las personas tengan el tipo de relación personal que quieran, es su decisión. Las decisiones que cada quien adopte mientras no vulneren el orden de convivencia, se corresponden al ámbito en el que solo a ellos compete. Si es bueno lo que hacen será bueno para ellos y si no lo es, cada quien cargara con sus errores, repito mientras no sean delitos que afecten a los demás.
En México, lo privado se respeta. Y nadie quiere a menos eso creo, que lo que se hace privadamente incluso algo tan cotidiano como son las necesidades fisiológicas, pertenezca a lo público. Porque los que quieren que se sepa lo que hacen en privado y hacen alarde de ello, me parece que son mas bien exhibicionistas que nada tienen que ver con buscar dignificar derechos .
Entonces tener una amistad o una relación que no tiene ni tendrá científicamente prole, no es matrimonio. Y eso al Estado no le interesa o no debe interesarle, porque no hay cambio de sexos, como se dice, eso no es posible, es una expresión fantasiosa, son en todo caso: mutilaciones. Ya que dos mismos sexos no procrean nada.
Así que los afectos y desafectos de las personas no son competencia del estado mientras no violen la ley. Por eso cuando en un matrimonio no hay hijos y las diferencias inclinan a los interesados al divorcio, resulta expedito, mientras no existan conflictos de interés en bienes; porque aún considerando la potencialidad reproductiva de la pareja, al no haber descendencia, el Estado, deja de tener interés público en la suerte del vínculo.
El Estado en el supuesto matrimonio del mismo sexo, no tutela nada. Nada le interesa, no hay reproducción. Punto.
He escuchado que cuando muere alguna pareja del mismo sexo, el acompañante se queda sin derechos. Eso es falso, porque en México, cada quien le puede heredar a quien quiera, el derecho se lo da el testador. Si no le legó el fallecido al acompañante es: porque no quiso legarle nada. Así de sencillo.
Y de la misma manera la pensión de viudas tiene una raíz lógica porque el legislador le otorga ese derecho a quien no trabajó directamente con la fuente de empleo, pero le dio hijos que tomaron tiempo y dedicación del cónyuge, lo que le impedía tener ingresos en un empleo propio. Ese origen del derecho, aunque no se acomoda totalmente al modelo que lo originó, es lo que hace la excepción de recibir del vínculo de la reproducción, un beneficio.
Ahora bien si alguien quiere asegurar a quien quiera, puede hacerlo comprando un seguro. El estado y sus mecanismos no tienen porqué pagar a un tercero por servicios prestados, a nada que le interese sustancialmente al Estado, ni remotamente al bien común. ¿Estamos?
Y menos dotarles a ese remedo de matrimonio, el "derecho de adopción". Porque los que adoptan no tienen ningún derecho. Escuche bien mi estimado lector, el derecho es del infante que pierde a sus padres, del niño, no de los que quieren adoptarlo. Y el Estado tutela la posibilidad de restituirle lo que no tiene la criatura, sus padres: léase, padre y madre de los que nació. No un par de personas equis, que tienen la fantasía de que ellos lo procrearon o el deseo de poseer niños. ¡Vaya tontera!
Muy fácil: el Estado no puede hacer leyes que son de observancia general para satisfacer caprichos y entelequias.
Y felicito a los legisladores de Sinaloa que entienden bien, que en el fondo de esa maquinación están los intereses trasnacionales de los poderosos neomalthusianos, los que quieren impedir que haya reproducción en el mundo, puros intereses para que México siga imitando modas que no aplican.
Un agradecimiento también a Agustín Laje y a Nicolás Márquez quienes tienen claro el tema que no debería ser tema.
Columna del 12 de julio del 2019
Cuidado con pegarle a la Fiducia
Jorge Miguel Ramírez Pérez
Toda la economía es una acto de fe, de fe humana; una fiducia que se basa desde la definición del latín de los romanos, en la creencia, sí, una creencia, que si yo pongo algo, tú me lo vas a retribuir. Una confianza en el otro, de una transacción, que multiplicada al colectivo, es la célula primigenia del sistema económico.
Un elemento que sobresale a cualquier doctrina y formula –siempre errónea- de los premios Nobel, en Economía. La base es la confianza. No hay otra.
Por eso es importante sostener la fiducia en el ánimo de las operaciones económicas, sean sencillas tete a tete o las complicadas de la llamada macroeconomía, en la que las confianzas etéreas las monopolizan mediante sus dictámenes, las calificadoras de la "fe" en las operaciones económicas y sobre todo financieras, el paradigma de poder blando -en términos del politólogo Joseph Nye-, que hacen caer o afianzar, incluso a los grandes, porque todos, hasta los fuertes necesitan de evaluaciones.
Porque ni modo que la crisis del 2008 no la viera hasta un niño de 8 años desde antes; era evidente la especulación en el ramo de la vivienda en los Estados Unidos; eso sucedió en España y otras naciones europeas antes. Claro que los informes y los estados financieros hablaban que la suma de la deuda inmobiliaria, no era ni la mitad del valor real en el mercado de los activos que decían sostener ese engaño.
Pero nadie hizo caso de la catástrofe. Hasta que las calificadores empezaron con sus veredictos, como siempre: a destiempo, cuando se llevaba la trampa a la multitud que seguía al flautista de Hamelin. Porque ya estaba planeada la crisis y los que la provocaban, tenían afiladas las uñas para entrar al remate en el mercado secundario. Así nomás.
Y de ahí los nuevos ricos, rebasando a los tradicionales. Al fin que las deudas son papeles, dicen cínicamente. Si, papeles que le restan más a los que poco tienen. Ya quieren regresar aquí, en la aldea, las tenencias (que eran para pagar las olimpiadas del 68). De ese vuelo se las gastan los aficionados.
Y las naciones se da uno cuenta que por mas que estén apalancadas con expertos consejeros y recursos tangibles, no potenciales, -subrayo lo anterior- pueden perder mucho dinero y dejar en bancarrota sus finanzas; así los conservadores que seguían un tacherismo sin el genio de la Tatcher, cayeron ante un vulgar especulador, el hoy magnate George Soros. Por cierto el mas molesto por su inclinación a la desestabilización de naciones, con los controles a la
migración, tanto, que uso o le prestó uno de sus empleados, Jorge Castañeda, el twitter para insultar desmesuradamente "el acuerdo" con los trumpistas.
Pero lo que importa de las lecciones de economía, es para mí, centrarse conscientemente en la primera premisa de los satanizados economistas de la Escuela Austriaca: "los recursos son finitos".
Llegar a esa conclusión de primaria es de lo mas difícil.
Todos los que tienen el poder se niegan a respetar ese principio de que el dinero y los recursos se acaban, cuando es un principio consustancial a la naturaleza, es científico y es letal para la política.
Porque no importa en que nivel de poder real se está, el real, el verdadero, que decía Nye, no el potencial, que está en la mente de los soñadores; sino el que se puede pesar, medir, pues; porque siempre los que gobiernan, quieren hacer y usar más de lo que tienen, hasta sacan una pieza poética como si fuera premisa de poder: "hacer más con menos". Toda una apología a la religión que tiene a los hombres por dioses todopoderosos, con varitas mágicas reproductoras de bienes. De risa loca.
Si esa realidad cruda en la que nos imaginamos todos los elementos a favor, aún los que solo existen en la mente propia, no fuera una falacia reconocida a tiempo, antes de decidir obviamente sin bases, no habría deudas, menos descomunales, es decir deudas que aun si la suerte fuera el único factor del universo y la tuviéremos cautiva, no serían pagables.
Y esas son las deudas mexicanas, deudas impagables.
Los daños son mayores y las dificultades para resolverlos son tarea también de romanos, de los que saben hacer puentes, caminos, guerrear y cobrar impuestos, no de las ventanas, sino de donde se puede y de los que pueden. Toda una chamba de relojero con garrote en mano, sin soltar el timón con firmeza, "para llegar con todos y a tiempo", decía León Felipe.
Por eso no hay que espantar a la fiducia porque si se va, los recursos de por sí finitos, se van a escasear irremediablemente. ¡Aguas!