"Promoviendo la Participación Ciudadana"

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InicioEN LA OPINION DE:

Urgen cambios en la economía

Pedro de Legarreta Lores

urge-cambiarEn las últimas dos décadas, por decir lo menos, México ha crecido por debajo de las necesidades que tiene para generar empleos, riqueza y oportunidades para todos sus habitantes, por ello la pobreza sigue en aumento a pesar de los programas que se han implementado y los miles de millones de pesos para asistencia que se han destinado.

El crecimiento de nuestro país en los últimos 10 años promedia 2.4% del PIB según datos del Banco Mundial disponibles en internet, lo que podría ser diferente si elimináramos la corrupción que nos cuesta el 2%, este año la aspiración, en el mejor de los casos es repetir ese porcentaje, pero podríamos quedar incluso por debajo del 2% de crecimiento.

En estos momentos  no se trata de determinar quién tiene la culpa, sino como salir del problema. Nuestros jóvenes, que estudiaron carreras universitarias, incluso en ocasiones con maestrías, difícilmente consiguen un empleo adecuado para sus aptitudes, las familias cada vez tienen menos capacidad para cubrir sus necesidades, la clase media es cada vez más exigua, los pobre son cada día más, pero eso sí, los ricos tienen cada día más dinero. ¡Algo está mal con nuestro sistema económico!

Si bien las tasas de desempleo en nuestro país son relativamente manejables, esto se debe a la manera de medirlo, por ejemplo, los ninis no entran entre las personas desocupadas porque no son buscadores activos de trabajo, muchas de las personas ocupadas lo están de manera parcial e incluso algunas de esas personas no cobran sus servicios a pesar de estar trabajando. Pero dentro de la encuesta de ocupación y empleo que hace el INEGI hay un indicador que se llama tasa de presión general, este indica cuántas personas de la población económicamente activa están buscando trabajo, y aquí el porcentaje se eleva del 4% que registra la tasa de desocupación a casi 8.5%, es decir, en nuestro país hay 4.4 millones de personas que están buscando empleo porque lo que perciben no les alcanza o simplemente no tienen trabajo.

Es momento de que seamos creativos, como gobierno, empresa, escuela y sociedad, porque necesitamos generar un millón de empleos al año más algo más que nos permita abatir, en el corto plazo, esa enorme brecha que significa, en muchos casos, la única manera que tiene una familia de salir adelante.

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La Voz del Papa: ¿Dónde está mi corazón?

Palabras del Papa Francisco en el Ángelus de este domingo 20 de agosto

angelus150830«El evangelio de este domingo presenta una disputa entre Jesús y algunos fariseos y escribas. La discusión se refiere a la “tradición de los antepasados” (Mc 7,3) que Jesús citando al profeta Isaías define “preceptos humanos”. Y que no deben nunca tomar el “mandamiento de Dios”. Las antiguas prescripciones en cuestión incluían no solamente los preceptos de Dios revelados a Moisés, sino una serie de detalles que especificaban las indicaciones de la ley de Moisés.

Los interlocutores aplicaban tales normas de manera muy escrupulosa y las presentaban como expresión de la auténtica religiosidad. Por lo tanto reprenden a Jesús y a sus discípulos por la trasgresión de éstas, en particular las que se refieren a la purificación exterior del cuerpo. La respuesta de Jesús tiene la fuerza de un pronunciamiento profético: “Dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres».

Son palabras que nos llenan de admiración por nuestro Maestro: sentimos que en Él está la verdad y que su sabiduría nos libera de los prejuicios.

¡Pero atención!, con estas palabras Jesús quiere ponernos en guardia, hoy, ¿no? del pensar que la observancia exterior de la ley sea suficiente para ser buenos cristianos. Como entonces para los fariseos, existe también para nosotros el peligro de considerar que estamos bien o que somos mejores de los otros por el simple hecho de observar determinadas reglas, costumbres, aunque no amemos al prójimo, seamos duros de corazón y orgullosos.

La observancia literal de los preceptos es algo estéril si no se cambia el corazón, si no se traducen en actitudes concretas: abrirse al encuentro con Dios y su palabra, buscar la justicia y la paz, ayudar a los pobres, a los débiles y a los oprimidos.

Todos sabemos, en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestros barrios, el mal que hace a la Iglesia y el escándalo dado por aquellas personas que se dicen muy católicas, que van con frecuencia a la Iglesia, pero que después en su vida cotidiana descuidan la familia, hablan mal de los otros, etc. Esto es lo que Jesús condena, porque esto es un anti-testimonio cristiano.

Siguiendo en su exhortación, Jesús focaliza la atención en otro aspecto más profundo y afirma: “Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo vuelve impuro es aquello que sale del hombre”.

De esta manera subraya el primado de la interioridad del 'corazón': no son las cosas exteriores que nos hacen santos o no santos, sino el corazón que expresa nuestras intenciones, nuestros deseos y el deseo de hacer todo por amor de Dios.

Las actitudes exteriores son la consecuencia de lo que hemos decidido en el corazón, y no lo contrario. Con actitudes exteriores, si el corazón no cambia, no somos verdaderos cristianos. La frontera entre el bien y el mal no pasa afuera de nosotros, sino más bien dentro de nosotros, de nuestra conciencia.

Podemos preguntarnos: ¿dónde está mi corazón? Jesús decía: tu tesoro está donde está tú corazón. ¿Cuál es mi tesoro? ¿Es Jesús y su doctrina? ¿El corazón es bueno o el tesoro es otra cosa? Por lo tanto es el corazón el que tiene que ser purificado y convertirse. Sin un corazón purificado, no se puede tener nunca las manos verdaderamente limpias y los labios que pronuncien palabras sinceras de amor, de misericordia y de perdón.

Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen Santa, de darnos un corazón puro, libre de toda hipocresía, este es el adjetivo que Jesús dice a los fariseos: 'hipócritas', porque dicen una cosa y hacen otra. Libres de toda hipocresía para que así seamos capaces de vivir según el espíritu de la ley y alcanzar su fin, que es el amor».

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Breves del mundo: la migración

Pedro de Legarreta Lores

breves140829El tema de la inmigración ilegal está causando problemas en todas las latitudes, por supuesto que vivimos de manera cotidiana con la relacionada al intento de conquistar el sueño americano y para lo que cientos, miles de mexicanos y centroamericanos arriesgan diariamente su vida para alcanzar la oportunidad de ver un mundo mejor.

Pero también en Sudamérica se está viviendo un drama muy serio entre Colombia y Venezuela, con más de mil personas deportadas en los últimos días tras la acusación de Nicolás Maduro de que algunos colombianos están buscando aprovechar los servicios médicos gratuitos que ofrece el socialismo bolivariano, lo que le está causando un grave daño, según el mismo mandatario, a la economía Venezolana.

¿Y Europa?, apenas este jueves encontraron a 50 ilegales muertos en un camión refrigerado en Austria, rescataron a 20 náufragos en las aguas del Mediterráneo al sur de Italia y cientos de personas cruzaron las fronteras provenientes del norte de África o del Medio Oriente buscando, igual que en Norteamérica, la oportunidad de tener una vida, y en algunos casos, al menos no perderla.

En poco más de un mes los ministros del Interior de los países de la Unión Europea han sido incapaces de repartirse la cuota voluntaria de 40.000 refugiados que esperan en Italia y Grecia (una fracción de los 600.000 que piden asilo cada año) procedentes de Siria, Eritrea e Irak. Solo 35.000 serán reasentados a partir de octubre, y España acogerá a 1.300, en lugar de los más de 4.000 inicialmente asignados por Bruselas.

Según un informe distribuido ayer por Naciones Unidas, en lo que va de año más de 225.000 emigrantes han llegado a la Unión Europea jugándose la vida (la mitad de ellos a Grecia, precisamente Grecia) y varios miles de ellos han muerto ahogados en las aguas del Mediterráneo. Las fotos de embarcaciones destartaladas, abarrotadas de hombres, mujeres, niños e incluso bebés, han dado la vuelta al mundo sin que la conciencia de los ciudadanos del área mundial que inventó el Estado del bienestar se haya conmovido lo suficiente como para obligar a sus mandatarios a actuar.

Del otro lado del Atlántico, el precandidato presidencial republicano, Donald Trump, acusa a la mayoría de los inmigrantes mexicanos de ser delincuentes y violadores. Estas barbaridades de la boca de un político es parte de una larga, y lamentable, historia estadounidense de ligar a los inmigrantes con el crimen. Esta acusación fue lanzada en su momento contra los alemanes, los italianos, los irlandeses, los chinos, los judíos y ahora los mexicanos con Trump. Los repetidos estudios académicos indican que es falso pensar que los inmigrantes aumentan la delincuencia, sin embargo esta mentira permanece viva ante la incertidumbre de los cambios que se producen con el paso del tiempo. Hay una tradición de un populismo nativista que culpa a los extranjeros de todos los males sociales, tal como lo hace Trump.

La preocupación sobre Trump no es su posibilidad de ganar,  sino la resonancia que tiene su odioso discurso migratorio, que con un lenguaje menos colorido mantiene el tono de resentimiento dentro de la mayoría legislativa del Congreso, especialmente hacia los indocumentados aunque tengan familia estadounidense y lleven una vida trabajando en ese país.

La movilidad es una de las características de la nueva era que vivimos, este problema no ha hecho sino empezar, ¿qué nos depara el futuro?

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Lo Políticamente Correcto: decir o no decir, esa es la cuestión

Ricardo Serrano

politicamente-correctoLos pueblos somos resultado de muchas fuentes de aprendizaje: la sociedad y sus costumbres, su familia y su contexto escolar, religioso, entre otros. Durante la historia la humanidad ha ido acumulando una especie de “expertise” que va transmitiendo a lo largo de sus generaciones, una serie de fuentes de enseñanza que le indican al ser humano lo que le conviene y lo que no. Es decir, es la práctica empírica la que en un momento determinado le enseña a un niño a no meter la mano a una fogata para no lastimarse; luego, con unos años más, aprenderá con las clases de ciencia básica los usos del fuego y el peligro que puede representar si no se utiliza adecuadamente.

Entonces, esta composición de aprendizajes –de cultura entendida como el cúmulo de costumbres– indica humanamente la forma en que podemos seguir participando de este contrato social, que a su vez nos ayuda a ser interdependientes.

La cultura o la transmisión de usos y costumbres, ambas tienen una carretera de ida y vuelta, nos obligan a regresar a los orígenes para no perder el sentido del caminar y nos indican que en los usos y costumbres hay que distinguir los que nos construyen y los que nos destruyen (imagínese amigo lector que siendo un uso habitual el fumar cigarros, aprehendiéramos este hábito como bueno porque lo realizan muchos cientos de miles de personas desde hace tanto tiempo, y no diéramos paso a la ciencia para afirmar los daños del tabaquismo).

Por lo tanto, en ese razonamiento de ida y vuelta, quisiera compartirle una opinión sobre lo “políticamente correcto”.

Pues mire, el otro día participé en un foro sobre lo que habría qué decir ante ciertos escenarios, sobre todo en los universitarios. La idea es que las universidades tendrían que entrar en la materia de la globalización para efectos del proceso de enseñanza-aprendizaje, la investigación y la cátedra, pero también porque los valores se han globalizado por igual. Es cierto eso, pero el discurso no tendría por qué cambiar.

La esencia de una institución educativa tenderá siempre al origen de la academia griega: el donde nace el conocimiento.

Los políticos, los artistas, los personajes de la vida pública en general, guardan las formas para efectos de su “rating”, más que porque así lo crean. De ahí se deriva el lenguaje incluyente; más los efectos del lenguaje incluyente han polarizado los grupos, en lugar de unirlos. Sin embargo, el centro de la charla no es esa.

En efecto, hay quienes guardan los discursos para mejores ocasiones; pero la educación se ha de centrar no en dogmas, ni en estigmas, sino en argumentos para localizar la verdad. Si la institución educativa, como la universidad, pierde la intencionalidad de fomentar en sus alumnos la empatía por el conocimiento, por la verdad –aunque ésta duela–, en ese caso hemos perdido a la universidad.

En el caso de lo políticamente correcto, se aplican dos versiones:

– Lo convenientemente correcto de acuerdo al contexto, nos sugiere que lo correcto es ser amantes de la diplomacia, para que no nos desencadene una serie de desacuerdos que se basan en la percepción o en los argumentos. En esta versión de lo políticamente correcto, debemos decir las cosas con la intención de no lastimar, dogmatizar, abrumar o insultar a alguien por lo que se es. Pero lo que no podemos hacer en el ambiente educativo, es dejar de decirlas, porque nuestros orígenes hablan de que hay una preponderancia en el mensaje que se manda desde la educación y que trasciende y ha trascendido a las generaciones para los grandes cambios de comportamiento.

– El otro gran tema es la dignidad humana. En primer lugar, la dignidad óntica, referida a aquella que se posee por el hecho de ser persona humana, no se pierde por los accidentes. Una persona, aunque sea la más villana de la historia, tiene una dignidad, al menos óntica, lo que le vale para que sea respetada su vida y su espacio vital. Sí, pero además debemos aclarar que la dignidad se compone también del comportamiento del sujeto específico. No es el sujeto contra lo que la verdad habla, sino quizás contra sus actos.

Debemos hablar con claridad de muchos temas en las instituciones educativas, y eso tiene ciertamente que matizarse con el detalle del tono humano, pero nunca perder su fin constructivo, reparador o mejorador de la persona, es decir, guiarla de donde está, a donde quiere llegar. De otro modo, caeríamos en la complacencia de los respetos humanos, en que, por no generar discordia, discusión, disenso, preferimos el silencio de la indiferencia.

– La otra dignidad es la ética. Es la que nos ha de distinguir, de saber el lado bueno y malo de un tema, e inclinarse por el bueno, con lo que esto implique. Lo que nunca se ha de perder es el sentido reponedor, nunca usar el conocimiento para denigrar o discriminar, sino para construir.

La diferencia de una educación transformadora y una políticamente correcta, es que en este momento de la historia, con la globalización a tope, hay que abandonar el silencio que nos mantuvo callados, con la creencia de que algún día todo se arreglaría por generación espontánea. Hoy, hay que hablar.

Hoy, hay que defender el matrimonio, la familia, la vida humana, la verdad y el conocimiento, no callarse. Porque hoy es cuando se necesita aclarar en las leyes lo que sí es un matrimonio, lo que sí es el ser humano en el vientre materno, lo que sí es el cuidado paliativo y no la eutanasia, lo que sí es un factor de protección y no el supuesto derecho a legalizar la mariguana.

Es hoy cuando hay que aclararle al mundo de forma empírica y científica lo que conviene social y humanamente. Es una obligación de los educadores, de los ciudadanos. Pienso en aquellos que han quedado complacidos con este concepto de ser políticamente correctos en un aula, si tienen hijos, corren el riesgo de padecerlo alguna vez.

La globalización, por su parte, sí ha permitido que la comunicación supere la velocidad de la luz, y que las noticias corran como pólvora a través de las redes. Pero esa misma globalización que nos permite conocer los lugares más hermosos del mundo, y rescatar sendos artículos de los mejores escritores, y un sinfín de buenas cosas, también como una especie de condición colateral, también nos ha traído una confusión extrema sobre la realidad y la verdad misma.

Al paso de la globalización hacia la “aldea mundial”, hemos caído en una situación en que hoy todo puede ser verdad o mentira –el relativismo en su máxima expresión–, poniendo en tela de juicio todos los aprendizajes de la historia y descontextualizando a los seres humanos de lo que son, de lo que en parte deben a sus padres y a su historia personal. Hemos caído pues en una imposición ideológica forzada, a tal grado que ahora las universidades y las instituciones educativas tienen que repensar si siguen enseñando conocimientos, o poniéndolos a juicio del educando, para ver si son de su agrado.

El peor peligro que tiene la humanidad es que una de las instituciones más seguras, más confiables, como la educativa, se pierda en los respetos y los dichos políticamente correctos y caiga en este juego de palabras para no perturbar la paz de sus integrantes, pues cuando eso sucede, no se pierden sus integrantes, se pierde una sociedad. Se pierde y difícilmente se podrá recuperar del todo, si es que un día sucede.

Lo políticamente correcto sucede para las campañas políticas, para los encuentros diplomáticos; pero la verdad es una y hay que decirla, decirla bien y decirla fuerte, no importan las consecuencias. Es eso, o seguir la cobarde sombra de un consenso hacia la perdición humana.

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