Palabras del papa Francisco en el ángelus del domingo 9 de agosto
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo prosigue la lectura del capítulo sexto del Evangelio de Juan, donde Jesús, habiendo cumplido el gran milagro de la multiplicación de los panes, explica a la gente el significado de aquel “signo” (Jn 6,41-51).Como había hecho antes con la Samaritana, a partir de la experiencia de la sed y del signo del agua, aquí Jesús parte de la experiencia del hambre y del signo del pan, para revelarse e invitarnos a creer en Él.
La gente lo busca, la gente lo escucha, porque se ha quedado entusiasmada con el milagro, ¡querían hacerlo rey! Pero cuando Jesús afirma que el verdadero pan, donado por Dios, es Él mismo, muchos se escandalizan, no comprenden, y comienzan a murmurar entre ellos: “De él --decían--, ¿no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'? (Jn 6,42)”. Y comienzan a murmurar. Entonces Jesús responde: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió”, y añade “el que cree, tiene la vida eterna” (vv 44.47).
Nos sorprende, y nos hace reflexionar esta palabra del Señor: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre”, “el que cree en mí, tiene la vida eterna”. Nos hace reflexionar. Esta palabra introduce en la dinámica de la fe, que es una relación: la relación entre la persona humana, todos nosotros, y la persona de Jesús, donde el Padre juega un papel decisivo, y naturalmente, también el Espíritu Santo, que está implícito aquí. No basta encontrar a Jesús para creer en Él, no basta leer la Biblia, el Evangelio, eso es importante ¿eh?, pero no basta. No basta ni siquiera asistir a un milagro, como el de la multiplicación de los panes. Muchas personas estuvieron en estrecho contacto con Jesús y no le creyeron, es más, también lo despreciaron y condenaron. Y yo me pregunto: ¿por qué, esto? ¿No fueron atraídos por el Padre? No, esto sucedió porque su corazón estaba cerrado a la acción del Espíritu de Dios. Y si tú tienes el corazón cerrado, la fe no entra. Dios Padre siempre nos atrae hacia Jesús. Somos nosotros quienes abrimos nuestro corazón o lo cerramos.
En cambio la fe, que es como una semilla en lo profundo del corazón, florece cuando nos dejamos “atraer” por el Padre hacia Jesús, y “vamos a Él” con ánimo abierto, con corazón abierto, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el rostro de Dios y en sus palabras la palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre. Y ahí nosotros recibimos el don, el regalo de la fe.
Entonces, con esta actitud de fe, podemos comprender el sentido del “Pan de la vida” que Jesús nos dona, y que Él expresa así: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6,51). En Jesús, en su “carne” --es decir, en su concreta humanidad-- está presente todo el amor de Dios, que es el Espíritu Santo. Quien se deja atraer por este amor va hacia Jesús, y va con fe, y recibe de Él la vida, la vida eterna.
Aquella que ha vivido esta experiencia en modo ejemplar es la Virgen de Nazaret, María: la primera persona humana que ha creído en Dios acogiendo la carne de Jesús. Aprendamos de Ella, nuestra Madre, la alegría y la gratitud por el don de la fe. Un don que no es “privado”, un don que no es “propiedad privada”, sino que es un don para compartir: es un don “para la vida del mundo”.
Pedro de Legarreta Lores
70 años de Hiroshima, la bomba que detuvo la guerra.- Los sobrevivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki no vieron el famoso hongo nuclear que se formó sobre sus ciudades. Según su testimonio, desde la superficie la explosión parecía más bien una enorme y voraz columna de fuego, que succionaba y reducía a cenizas todo lo que encontraba a su paso. Aunque se calcula que ambas mataron a más de 250.000 personas, ese número no es más que una aproximación. Muchas de las víctimas que se encontraban a menos de 500 metros de la zona cero sencillamente se evaporaron, lo mismo que sus ropas, sus casas y el resto de sus pertenencias.
En efecto, el 6 y el 9 de agosto de 1945 partieron en dos la historia. Aunque otros bombardeos aliados de la Segunda Guerra Mundial redujeron a escombros ciudades enteras y alcanzaron un número similar de víctimas, los que borraron esas dos localidades niponas abrieron la caja de Pandora de un poder destructivo hasta entonces limitado a los fenómenos naturales. Como dijo en una entrevista en 1949 el propio Albert Einstein –cuya teoría de la relatividad fue clave para desarrollar las bombas–, la devastación de una Tercera Guerra Mundial sería tal, que “la Cuarta se pelearía con palos y piedras”.
Desde un principio, los científicos que desarrollaron ese tipo de armamento supieron que habían liberado una fuente de energía prácticamente ilimitada. Y aunque en su investigación los movió el deseo de tener el arma atómica antes que los alemanes, tras la caída de Hitler sospecharon que su descubrimiento podía volverse contra la humanidad. De hecho, muchos de ellos trataron en vano de persuadir a mediados de 1945 al gobierno del entonces presidente, Harry S. Truman, de abstenerse de usarla.
Hoy, a 70 años de aquella devastación inhumana, el hombre sigue experimentando y desarrollando con armamento del que cada vez tiene menos control. Los drones, que hoy son no tripulados, dentro de poco tiempo podrían ser auto programables; los subfusiles de guerra ya se pueden conectar a computadoras y dejar que estas decidan en qué momento disparar y a qué objetivos; los tanques no tripulados, los cuadricópteros espías y multitud de otras curiosidades tecnológicas para la guerra hacen que la existencia de un terminator hoy sea algo más que ciencia ficción.
Y en medio de todo esto, la ética, parece no figurar. ¿Qué responsabilidad tendremos los seres humanos sobre las muertes que estas máquinas decidan?, ¿cuál será nuestra suerte?. El desarrollo de armas cada vez más poderosas es algo que ha acompañado a la humanidad desde su aparición, el que descubrió que podía usar una piedra como proyectil ganó ventaja sobre el que no lo sabía, el que construyó el primer arco venció con facilidad al que aventaba sus lanzas y el que aprovechó el poder explosivo de la pólvora aventajó a los ejércitos más poderosos… y hoy ¿seguimos pensando que podemos idear algo más poderoso para tener la paz?
Pedro de Legarreta Lores
Iniciamos el quinto año de publicación de Sinaloa Diario con el ánimo renovado por impulsar la participación ciudadana en un tema que consideramos fundamental: La Educación.
Esta reflexión la iniciamos desde el punto de vista de Padres de Familia que debemos asumir un mayor compromiso con nuestros hijos, los cuales enfrentan un futuro poco prometedor lleno de amenazas y carente de oportunidades para su crecimiento y desarrollo integral, en un mundo cada vez más agresivo en lo económico, político, social y ambiental.
Los padres de hoy tenemos el reto de asumir nuestro papel como guías en un mundo que poco entendemos, al que mucho daño le hemos causado y en el que debemos cambiar muchas de nuestras actitudes para lograr que nuestros hijos puedan enfrentar un mejor futuro; la cultura del descarte, que nos lleva a un consumismo exacerbado, un abandono de los ancianos, el olvido de los electores o el abuso en los negocios, no tiene posibilidad de sobrevivir, al menos no, si deseamos que la raza humana subsista.
Así pues, educar hoy a nuestros hijos, implica que como padres empecemos un proceso permanente de autoformación, rompamos con los paradigmas que hasta ahora hemos aceptado, impulsemos una verdadera solidaridad con nuestros vecinos, responsabilidad con nuestro ambiente, sobriedad en nuestro gasto y caridad en todo y con todos.
De esta manera asumiremos que no podemos abandonar a nuestros hijos descargando nuestras obligaciones formativas en los maestros, no podemos abandonar la responsabilidad de construir nuestra comunidad en los políticos ni olvidar el cuidado y respeto que debemos a nuestro entorno para que sean los demás los que se hagan cargo de cuidarlo.
Ser padres hoy es un reto que implica abandonar el afán de lucro, la obtención de reconocimiento e incluso lo que hemos llegado a llamar éxito, en aras de pasar más tiempo en casa, ser ejemplo, apoyo y auxilio para esos seres que no tienen mayor referente en el mundo que los adultos que les rodean. Tampoco podemos cerrar los ojos ante los cambios profundos que vive la sociedad y pensar que solo nosotros como padres tenemos la facultad educativa…. Por tanto debemos estar cerca de los medios de comunicación (radio, televisión, internet, diarios, revistas y demás) para impulsar contenidos culturales que construyan, cerca del gobierno y las escuelas para tener políticas públicas propositivas que desarrollen capacidades no solo de trabajo, sino de vida, y de la comunidad en general para que juntos tengamos una sociedad propositiva, con nuevos y mejores mecanismos para el desarrollo de una sociedad incluyente, responsable, solidaria y ambientalmente responsable.
Sin duda los tiempos que vivimos son complicados, pero también son la oportunidad de crear una nueva sociedad, la mejor que la historia humana ha atestiguado… o rendirnos y permitir que llegue el final de la raza humana.
José Antonio Ortega
Quienes son los responsables últimos de la campaña de desprestigio contra el Presidente Enrique Peña Nieto por supuestos actos de corrupción, están dispuestos a seguir acosándolo hasta el último día de su mandato (y le falta la mayor parte del mismo: poco más de 39 meses).
Por si esto no fuera suficiente, a la carga de problemas de imagen se han venido a sumar la campaña para acusar -sin pruebas- al Presidente Peña por la desaparición de los 43 de Ayotzinapa, las dificultades para hacer efectiva la Reforma Educativa, el lento crecimiento de la economía, el caso Tlatlaya, el desafío del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y ahora la segunda evasión de Joaquín Guzmán Loera.
Toda acción del Presidente se torna más difícil en un clima de desgaste de su imagen, la cual puede empeorar porque aumenta la creencia en la evasión pactada, pues el criminal está libre y siguen en sus puestos quienes tenían que impedir que huyera.
En los países con gobiernos serios, la fuga de un criminal de ese tamaño habría provocado ya la salida de los principales responsables de impedirla, en nuestro caso del Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; del Comisionado de Seguridad Nacional, Alejandro Rubido, y del Jefe de Inteligencia (Director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, CISEN), Eugenio Ímaz. Mientras más se demore su salida más se deteriorará la imagen presidencial.
Si al Presidente le han dicho que lo pertinente para mejorar su imagen será anunciar la recaptura del capo y que ésta es inminente, pues no le han hablado con la verdad. Parece poco probable que quienes fueron ineficaces para evitar la fuga tengan un súbito ataque de eficacia y logren recapturarlo.
La salida de estos funcionarios, además de aliviar la presión sobre el Presidente, serviría para dos objetivos más importantes: de veras recapturar a Guzmán y revisar por completo la política de seguridad, que ha sido tan desdeñada en esta administración. El problema de la inseguridad en México dista de estar resuelto.
En tal sentido, a la hora de considerar los relevos, no debe repetirse el error de colocar colaboradores ineptos, ni designar a los que supuestamente “saben” (…porque está en el juego de la colusión) o a “lobos” de la política, entre los cuales figuran autores de la campaña de desprestigio contra el Presidente Peña.