Pedro de Legarreta Lores
Como en muchas otras cosas México es un país contradictorio, los derechos humanos en nuestro país corren en dos direcciones que no podrían ser más diferentes y a todos nos parece algo muy normal.
Por una parte hay cada vez una mayor conciencia dl ciudadano por exigir sus derechos, mientras que la autoridad, que ha creado órganos autónomos para su vigilancia, cada vez es más propensa a violarlos, y esto no es patrimonio de los gobiernos de un solo signo político, sino que prevalece independientemente de las convicciones ideológicas que abanderan al momento de la elección: igual violan los derechos humanos las instituciones federales priistas, que las estatales panistas en Puebla o Verdes en Chiapas o las municipales perredistas en Iguala. Una autoridad cada vez más distante de la sociedad recurre de manera más frecuente a la fuerza y ésta, ejercida por seres humanos, abusa de su poder y situación, porque puede hacerlo.
Pero en la sociedad, que cada vez más demanda el respeto a su libertad, a sus creencias o preferencias, también se da constantemente una falta de respeto a las libertades, creencias y preferencias de los demás, haciendo difícil el ejercicio de las propias libertades en un ambiente de intolerancia y enfrentamiento.
Adicionalmente, se busca defender derechos menores por arriba de derechos fundamentales; por ejemplo, se prefiere defender el derecho a la libertad de los animales del circo al derecho fundamental a la vida del no nacido; se defiende el derecho a la búsqueda de la felicidad de ciertos grupos sociales, por encima del derecho a la seguridad de los menores de edad; se defiende la libertad de ejercicio comercial, por encima del derecho a la alimentación de los más desfavorecidos.
Y es que aún entre los derechos, no todos son iguales: ¿qué derecho podremos ejercer si no se respeta nuestro elemental derecho a vivir?, ¿cómo podremos ejercer nuestro derecho a expresar nuestra opinión, si no se respeta el derecho a informar sobre los hechos?, ¿cómo ejercer nuestro derecho a la libertad, si no tenemos acceso al alimento o a la educación?
Los seres humanos hemos ejercido nuestra facultad intelectual por siglos para llegar a conclusiones trascendentes que hoy parecen quererse desechar por el simple hecho de ser antiguas, queriendo sustituirlas por cuestiones más modernas como si lo nuevo siempre fuera mejor que lo viejo y lo moderno superior a lo antiguo… pero el pensamiento humano, la capacidad de razonar, es la misma desde siempre. Nuestros avances tecnológicos son árboles que muchas veces nos impiden ver el bosque, el hecho de que podamos iluminar la noche, no significa que ésta sea mejor momento para trabajar que el día, la tecnología nos facilita la vida, pero no cambia nuestra naturaleza. Los derechos humanos deben tener su propia jerarquía, respetar su naturaleza, de otra manera cometeremos errores tan graves que podrían poner en riesgo el respeto de esos mismos derechos.
Pedro de Legarreta Lores
Los gobiernos enfrentan permanentemente la tentación de hacer obras de lucimiento que les permitan presumir los avances de su administración, ya sea a nivel municipal, estatal o nacional; en países desarrollados o en vías de desarrollo, y no importa de cuánto dinero dispongan, nunca es suficiente para atender todas las necesidades que enfrentan, por ello normalmente terminan adquiriendo deuda, que con el tiempo, se convierte en una verdadera carga para la economía.
Ahora el gobierno de México acaba de presentar una propuesta de ley para la disciplina financiera, y en palabras de la encargada de evaluaciones de estados y municipios de Standar & Poor’s, el desafío de esta ley es su implementación. Y es que México tiene multitud de leyes… que no se cumplen.
El efecto de la obra pública que buscan los ediles y gobernadores está relacionado con las elecciones, buscan llamar la atención, hacerse notar, y por qué no decirlo, tener un “guardadito” para el próximo proceso. El guardadito viene de la corrupción, el efecto electoral, de la implementación de la obra.
Entonces se hacen obras con fines electorales, que no son necesariamente las más necesarias, pero si las más vistosas; como buscan hacer su guardadito obteniendo dinero de los constructores, los precios de esas obras, que de por sí no eran tan necesarias, se ven incrementados, y como le quitan dinero, además la obra está mal hecha… en resumen: todos perdemos.
Como señalábamos, además de tener obras innecesarias, caras y de mala calidad, estas son hechas en ocasiones, con deuda, entonces además de todo lo anterior, nos encontramos con que tenemos que pagar algo que no necesitábamos, que está sobre valuado y que tiene mala calidad.
Bueno, pero supongamos que la obra se necesita, desterramos la corrupción, obtenemos buenos precios y aún así se tiene que contraer deuda para elaborarla; permítame hacer un símil: en su casa se requiere pintar la fachada, porque la apariencia que da ya no es la que deseamos, hay que reparar la tubería, tapar las goteras, pagar la luz y el agua, tener dinero para la educación de los hijos (el camión, o la gasolina del carro, el almuerzo, las copias, monografías, mapas, uniformes, materiales especiales, paseos, etcétera), la alimentación de los miembros del hogar y demás gastos que se deben enfrentar, ¿adquiriría una deuda para pintar la fachada?
Creo que el mismo criterio debe ser aplicado por los gobiernos, cualquiera que sea su alcance, por supuesto que se puede contratar deuda si lo que se hará incrementará la producción o el ingreso del hogar o del gobierno, pero si es algo simplemente cosmético que no ayudará a mejorar la situación en que vivimos, no vale la pena cargar a las generaciones futuras con pasivos que lo único que logran es prolongar la pobreza y disminuir las oportunidades.
Pedro de Legarreta Lores
Muchas son las voces que en nuestro país se levantan en contra del sistema de partidos políticos, los cuales sin duda no han cumplido con sus promesas de darnos un mejor país, con oportunidades, crecimiento y justicia para todos.
El problema es que muchas veces, la crítica se centra en que los partidos políticos se ponen de acuerdo tal o cual tema, y en otras que nunca construyen nada en común, que son incapaces de dialogar, ¿entonces? ¿qué deben hacer los partidos?
Quizá deberíamos empezar por generar una cultura democrática en nuestro país, la cual no existe entre los ciudadanos, o al menos es sumamente deficiente, porque la base del gobierno democrático es precisamente que exista el diálogo entre las partes, para que ese diálogo no se de en favor de los intereses comunes es necesario que la sociedad esté vigilante y cuando los acuerdos se dan, todas las partes deben respetarlo, independientemente de que no nos agrade; si alguien siente que sus derechos individuales o colectivos están siendo afectados por este o aquel acuerdo, entonces se debe recurrir a la Corte, la cual debe tener la capacidad de resolver las controversias que se dan entre los ciudadanos, siempre respetando el marco legal, los usos y costumbres y la tradición cultural.
Desgraciadamente, este rechazo a los partidos, en buena medida responsabilidad de ellos mismos, nos está llevando hacia un camino que tiene altos índices de incertidumbre. Los candidatos independientes, deben ser un instrumento de la sociedad y sus representantes para poner coto a los partidos, impidiéndoles alejarse de los intereses del colectivo social.
Pero hoy parece plantearse como una alternativa más, sin vinculación necesaria con las necesidades sociales, sino más bien con los intereses de quienes desean ser candidatos.
Otro aspecto de esta democracia que no termina de nacer es el órgano arbitral, el INE a nivel nacional, o los Órganos Electorales Estatales. El proceso que se ha elegido para designar al INE parece seguir favoreciendo las cuotas de partidos antes que la ciudadanía de los Consejeros, por ellos son muy susceptibles a la presión de los dirigentes partidistas y el mismo gobierno, cuando la idea es que no respondan a nadie, sino al interés de la sociedad. En los órganos electorales estatales las cosas están un poco mejor, los ciudadanos han tenido que presentar sus credenciales que los avalen como capaces para desempeñar el puesto y serán seleccionados por los Consejeros del INE en base a esas capacidades, quitando una enorme injerencia de los gobiernos estatales que ponían consejeros a modo, esperemos que las presiones de partidos y gobiernos no echen por tierra este avance también.
Finalmente queda, otra vez, el tema de la participación de los ciudadanos. La elección la hacemos nosotros, mediante un proceso aleatorio se designa a quienes deben ocupar los puestos en la casilla, y en general este proceso es muy bueno, el problema está el día de la elección cuando muchos de los seleccionados no se presentan, esto abre el espacio para las trampas y manipulaciones. En fin, son muchos los avances que tenemos y muchos los pendientes, en otra ocasión habrá que volver sobre el tema. ¿Usted que cree?
Texto completo del ángelus del Papa del 16 de agosto
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En estos domingos, la Liturgia nos está proponiendo, del Evangelio de Juan, el discurso de Jesús sobre el Pan de la vida, que es Él mismo y que es también el sacramento de la eucaristía. El pasaje de hoy (Jn 6, 51 -58) presenta la última parte de este discurso, y habla de algunos que se escandalizaron porque Jesús dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día” (Jn 6,54). El estupor de los oyentes es comprensible; Jesús, de hecho, usa el estilo típico de los profetas para provocar en la gente --y también en nosotros-- preguntas y, al final, una decisión. Primero de todo las preguntas: ¿qué significa “comer la sangre y beber la sangre” de Jesús? ¿es solo una imagen, un símbolo, o indica algo real? Para responder, es necesario intuir qué sucede en el corazón de Jesús mientras parte el pan entre la multitud hambrienta. Sabiendo que deberá morir en la cruz por nosotros, Jesús se identifica con ese pan partido y compartido, y eso se convierte para Él en “signo” del Sacrificio que le espera. Este proceso tiene su cúlmen en la Última Cena, donde el pan y el vino se convierten realmente en su Cuerpo y su Sangre. Y la eucaristía, que Jesús nos deja con un fin preciso: que nosotros podamos convertirnos en una sola cosa con Él. De hecho dice: “Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (v. 56). Ese permanecer en Jesús y Jesús en nosotros. La comunión es asimilación: comiéndole a Él, nos hacemos como Él. Pero esto requiere nuestro “sí”, nuestra adhesión a la fe.
A veces, se escucha sobre la santa misa esta objeción: “¿Para qué sirve la misa? Yo voy a la iglesia cuando me apetece, y rezo mejor en soledad”. Pero la eucaristía no es una oración privada o una bonita experiencia espiritual, no es una simple conmemoración de lo que Jesús hizo en la Última Cena. Nosotros decimos, para entender bien, que la eucaristía es “memorial”, o sea, un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte y resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo donado por nosotros, el vino es realmente su Sangre derramada por nosotros.
La eucaristía es Jesús mismo que se dona por entero a nosotros. Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y a los hermanos. Nutrirnos de ese “Pan de vida” significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus elecciones, sus pensamientos, sus comportamientos. Significa entrar en un dinamismo de amor oblativo y convertirse en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de compartir solidario. Lo mismo que Jesús ha hecho.
Jesús concluye su discurso con estas palabras: “Quien come este pan tendrá vida eterna” (Jn 6, 58). Sí, vivir en comunión real con Jesús sobre esta tierra, nos hace pasar de la muerte a la vida. Y el Cielo empieza precisamente en esta comunión con Jesús. En el Cielo nos espera ya María nuestra Madre --ayer celebramos este misterio. Ella nos obtenga la gracia de nutrirnos siempre con fe de Jesús, Pan de vida.