Vicente Baquero
Tras los trágicos acontecimientos de las dos últimas guerras en Occidente, en que los sistemas de valores tradicionales entraron en crisis tras el colapso económico, militar y moral colectivo de las viejas naciones europeas, unas sociedades que participaban de unas raíces y culturas comunes y que durante años se habían vanagloriado de haber alcanzado la cúspide del éxito histórico, se produjo una catarsis violenta, un volver a cuestionarse la razón y el sentido de todos los cánones morales, estéticos y emotivos anteriores.
Viendo derrumbarse todas esas grandezas a su alrededor, de la noche a la mañana, contemplando cómo se convertían en humo aquellos ideales, honores y principios, hasta entonces considerados sagrados, bajo el abrumador peso del conflicto y sus consecuencias, en cuanto a la universalización de la desgracia humana, se reaccionó, ¿Cómo?: rechazando indiscriminadamente precisamente todos esos elementos aglutinantes de las raíces y cultura europeas, aquellos que constituían los esquemas valorativos en todas las áreas del conocimiento y de la expresión, artística, filosófica y política.
De ese estado de ánimo colectivo entre las clases denominadas genéricamente "intelectuales" académicas, mediáticas y políticas, surge un movimiento de signo totalmente contrario al tradicional, que fue apoyado como arma arrojadiza en la guerra fría por nuestros oponentes más allá del telón de acero, en el que lo estéticamente repelente, desequilibrado, repulsivo incluso, al igual que lo patético, desagradable, despreciable se corteja como realismo redentor, mientras la moral se desprestigia como guía o norma de conducta para dar paso a un mundo desestructurado sin rumbo y norma orientadora, un puro devenir más allá del bien o del mal.
Sin duda tal reacción resultaba una respuesta psicológica colectiva muy humana que además coincidía con un momento de decadencia creativa considerable tras el esplendor cultural del fin del siglo XIX y principios del XX, que fueron particularmente destacados en todos los campos , una edad de oro, intelectual, artística y científica en Occidente. Lo que está apareciendo de unos años a esta parte, sin embargo, no es tanto una repulsa a los criterios tradicionales del pasado, sino la introducción de un canon de lo absurdo o incoherente, de lo banal, de lo ridículo, de lo insustancial, superficial, de aquello que pertenece más a la pintura de brocha gorda, en el mejor de los casos utilizando un símil artístico, que a un lienzo que pretende expresar o comunicar una realidad que trascienda o ilumine al que lo contempla.
Un mundo en que cualquier sandez es ponderada como si fuera un gran descubrimiento, cualquier idea ·a la que se le da el calificativo de "original", en el sentido exclusivo de que a nadie se la había ocurrido antes, es considerada una expresión artística o un acierto de gran profundidad intelectual.
En ese contexto es en el que hay que entender la actuación de muchos personajes hoy en día, si no fuera por lo que subyace bajo ese acto y quienes desde detrás de la bambalinas lo fomentan, los artistas lo que persiguen es llamar la atención ya que hay miles de ocurrencias con las que competir, sorprender para bien o para mal, y nada como escandalizar, ser irreverentes, provocar a un grupo de personas para las cuales determinados símbolos son sagrados, imágenes o principios que encarnan sus ideas y creencias más profundas, impactar por tal escándalo es el gran acierto del actor, artista o pensador, pues es fácil ofendiendo asaltar la conciencia de los demás y llamar la atención; se busca protagonismo, es el medio más fácil, lo malo es que eso se pretenda hacer pasar por arte o por libertad de expresión lo que no es más que un insulto, una provocación a un colectivo –hoy en día pacífico –para tener notoriedad. Cobarde a su vez, pues si lo que se busca es más notoriedad y un mayor escándalo: nada como hacer lo mismo con el Islam. La cuestión no pasaría de anécdota muy desagradable, si no fuera porque, además, esos comportamientos encierran odio, un odio radical hacia el contrario buscando ofenderle en sus convicciones más profundas al no poder eliminarlo...
Lo que no es permisible es que la autoridad pública y la judicatura, que se supone han de defender el interés de los ciudadanos, ¡de todos los ciudadanos! permita semejantes desmanes y ofensas contra un sector de la población y que tales provocaciones, amparándose en la expresión artística y la libertad de opinión queden impunes.
Se está jugando con fuego: la religión de cada cual es una cuestión muy seria, las agresiones en esta materia pueden llegar a enardecer sentimientos que hasta ahora han estado dormidos en la conciencia colectiva de una sociedad pacífica. No es necesario que sea mayoritario el sentimiento, basta con que sea lo suficientemente decidido como para darle un vuelco a la convivencia pacífica alcanzada hace unos años y parece que hoy perdida; estas cuestiones pueden sublevar conciencias con mayor efectividad que las disputas económicas, aunque muchos crean que las ideas y emociones ya no cuentan: Se comienza por excitar los sentimientos, hostigando y ultrajando aquellos símbolos y creencias de unas personas, y se termina repitiendo lo que ocurrió en el pasado, no tan distante... ¡Parece mentira que no se aprenda de una generación a otra simplemente con unos años de diferencia!
Óscar Fidencio Ibáñez
Una joven mujer desconsolada busca abortar al bebé fruto de su infidelidad, y no sabe cómo reparar la relación con su esposo que la ama y que lucha por mantener su familia. En su angustia, encuentra apoyo de mujeres que se dedican voluntariamente a ayudar a otras como ella; la apoyan y acompañan a enfrentar su situación con ayuda psicológica, espiritual y material; mujeres que creen en la vida y la familia y ofrecen su trabajo callado.
Otra joven mujer, semanas después. se acerca con la intención de abortar al hijo que lleva en su seno, también fruto de una infidelidad; ella ya tiene dos hijos de parejas previas. Hoy vive con un hombre que por su edad podría ser su padre; sin embargo, lo quiere y le ha dado estabilidad a su familia, a pesar de que no están casados. La angustia de haber sido infiel porque cayó en una tentación, la hace llorar y no sabe qué hacer. También las voluntarias que han decidido hacer algo por la realidad de estas mujeres la apoyan, y la vida sigue.
Ninguna de estas sufrientes mujeres recibe apoyo del gobierno y miles más como ellas tampoco. Muchos políticos, como queriendo cerrar los ojos, como no queriendo enterarse, la única opción que ofrecen es facilitar el aborto, nada de comprender o acompañar la tragedia de las mujeres que muchas veces solas tiene que enfrentar el estigma social o familiar, con la carga de niños como madres solas, recibiendo sólo el apoyo de otras mujeres y algunas parejas que ven más allá de las caídas, y están dispuestas a ayudarlas a levantarse junto con la preciosa vida que llevan en su seno.
A pesar de un ambiente erotizado lleno de mercadotecnia que apela a los deseos sexuales, a la promiscuidad y a la exaltación de la infidelidad, a las relaciones pasajeras, sin considerar las graves consecuencias asociadas, la familia sigue siendo la base de la sociedad y el lugar al que se vuelve aun después de las caídas y las infidelidades.
En México, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 96.8 % de las personas forma parte de un hogar familiar, con el 62.8% de papás con hijos, y el 20.1% con sólo uno de los padres e hijos, y el resto son parejas que ya no viven con sus hijos o que no han tenido hijos.
Es verdad que el ambiente cultural que apela a las relaciones sin compromiso y pasajeras son un incentivo a la infidelidad, aun en parejas comprometidas que viven juntos o que están casados. Y aunque todos saben que la felicidad en la familia pasa por el respeto y la fidelidad que son signos del amor, pocas veces se promueve la fidelidad para fortalecer la familia, la seguridad y autoestima de sus miembros, y la solidez de toda la sociedad.
Los escándalos son eso, tragedias que llaman la atención por el morbo, por la vergüenza o por la condición de famosos de sus protagonistas, por lo que no es extraño que en el medio artístico o político se den a conocer escándalos de infidelidad; y lamentablemente para muchas personas que no cuentan con ejemplos de fidelidad en su entorno familiar o afectivo, los escándalos se convierten en una tentación para justificar las propias infidelidades.
Hoy festejamos el "Día de la familia", y la mejor manera de hacerlo es a través del amor mutuo, con gestos prácticos de amabilidad y ternura, con palabras y actos cariñosos, con escucha atenta, con respeto y fidelidad, asumiendo que ésta última es una lucha constante en un mundo que apela a la infidelidad como fuente de "libertad", como instrumento de venta para el consumo, sin considerar que es la raíz del dolor de traicionar y sentirse traicionado.
Que el respeto propio y por los demás nos haga valorar y practicar la fidelidad. Hagámoslo siguiendo el ejemplo de Jesucristo, que en sus cuarenta días de ayuno se preparó para resistir las tentaciones de la infidelidad y la desobediencia a Dios, y demos gracias que su fidelidad y obediencia significó la redención y salvación de toda la humanidad.
Antonio Maza Pereda
La semana pasada un juez admitió un litigio en torno al referendo para validar la Constitución de la Ciudad de México (CDMX). Independientemente de que uno esté de acuerdo o no con dicha Constitución, este litigio será una prueba de fuego para ver la honestidad de intenciones de los insignes Constituyentes, que ahora tendrán que demostrar que iban en serio a la hora de poner como derecho de la Ciudadanía los mecanismos para definir quién tiene razón cuando hay diferencias de opiniones entre gobernantes y gobernados.
Una buena parte de la ciudadanía recordamos que el proceso de crear la Constitución de la CDMX no fue precisamente todo lo transparente y todo lo incluyente que debía haberse esperado. Claramente hubo "mayoriteo" en algunos temas y puede decirse, sin faltar a la verdad, que hubo muchos desacuerdos en cuanto a su contenido. Lo cual quedó reflejado en el hecho de que tienen una cantidad impresionante de artículos transitorios que aplazaron la resolución de esas diferencias, con tal de poder promulgar la Constitución el 5 de febrero, para que fuera parte de las conmemoraciones de la Constitución de 1917; y esto, sin importar, como ya lo he dicho aquí, la calidad de la Carta Magna de la CDMX, y mucho menos que hubiera un acuerdo razonable sobre su contenido.
El tema de este Plebiscito no es un asunto menor. En cualquier momento la Ciudadanía debe tener instrumentos para diferir con los gobernantes o con el contenido de las leyes, y poner a discusión sus resultados, sin que sea obstáculo el hecho de que el procedimiento para seleccionar a los gobernantes o para emitir las leyes haya sido totalmente legal. Si a la Ciudadanía se le niega este derecho, o habiéndolo aceptado no se le permite ejercerlo, la democracia está fuertemente vulnerada. De ahí la importancia de tomar en serio esta petición y demostrar, con hechos, que esta Constitución va a ser aplicada. Porque de otro modo está naciendo como letra muerta.
El punto va más allá de una Constitución que la población no estaba pidiendo, a la que se le dio muy poca difusión y poca participación ciudadana, más allá de establecer algunas páginas en las Redes para cubrir el expediente y poder decir que, en todo caso, fueron los ciudadanos los que no hicieron uso de los medios que se les dieron para participar. El esquema con que se seleccionó a los constituyentes dejó demasiada fortaleza a gobiernos y partidos políticos partiendo de la base, siempre muy debatible, de que verdaderamente son reconocidos como representativos de la Ciudadanía, la cual, según coinciden todas las encuestas de opinión, tiene en los últimos niveles de confianza a la clase política y a los organismos que de ella han emanado.
Un secreto oscuro de muchos de los grupos "progres" es su intolerancia. La intolerancia de los "tolerantes", dicen algunos. Se manifiestan incluyentes con todos, menos con los que opinan diferente de sus propias ideologías. Y una buena prueba fueron los grupos que, durante las discusiones de algunos de los temas álgidos de la Constitución, se dedicaron a ridiculizar, a insultar y a tratar de acallar a quienes opinaban diferente. Con lo cual éstos "progres" demostraron que no tenían argumentos, que eran incapaces de una aceptación civilizada de que otros puedan opinar diferente, como tienen todo el derecho a hacerlo, según lo reconocen la mayoría de las constituciones en el mundo.
Es claro que las tiranías y las dictaduras nunca pondrán a discusión sus ideas mediante referendos o plebiscitos. La discusión racional y los mecanismos que den alguna protección contra la manipulación, son aborrecidos por los dictadores. Para ellos siempre serán preferibles las asambleas, las multitudes siempre manipulables y con frecuencia agresivas que hacen imposible diferir. Ese es un ejemplo muy palpable de la llamada "tiranía de la mayoría", que temía Alexis de Tocqueville en su libro "La Democracia en América" y que consideraba uno de las grandes amenazas contra una democracia real.
Finalmente, valdría la pena preguntarnos si tenemos la suficiente educación cívica para aceptar el concepto del respeto al que difiere. Si lo que se ve en las redes sociales es un reflejo de la cultura ciudadana, nos hace falta mucho por entender, difundir y aceptar ese tipo de respeto. No es sólo que en esas redes se opine diferente. Se ataca sin bases, sin razonamiento, con adjetivos y con insultos, no con razones. ¿Será que el razonamiento es un arte perdido? ¿Será que hemos vuelto a los tiempos de los sofistas y que necesitamos a un nuevo Sócrates o Aristóteles con una multitud de seguidores que restauren un debate civilizado y lógico para resolver nuestras diferencias? Porque diferencias siempre habrá. Y qué bueno que las haya.
Luis Pazos
Para que la economía mexicana absorba el regreso de cientos de miles de mexicanos de Estados Unidos, y evitar que desempleados y subempleados traten de pasar la frontera para conseguir un buen empleo, que no lo pueden encontrar en México, es necesaria la derogación de leyes y reglamentos que obstaculizan la creación de empleos.
Muchos de los que regresan traen recursos para comprar tierras y convertirse en pequeños propietarios, pero la incertidumbre de la propiedad en el campo les impide hacerlo. Se debe facilitar la compra-venta de ejidos, derogar leyes que exigen asambleas en las comunidades para validar su venta. Que cada ejidatario o comunero venda o compre tierras con la misma seguridad jurídica y procedimientos que en las zonas urbanas.
Cientos de miles llegarán de Estados Unidos en busca de empleo, por lo que es necesario flexibilizar las leyes laborales y reducir cargas fiscales a los empresarios para incentivar y facilitar la creación de más empleos.
El exceso de cargas, reglamentaciones y de gravosas multas por cualquier falta administrativa, que generan corrupción, mayores costos de transacción en la apertura de empresas y en la contratación de personal, son de las principales causas de la baja creación de empleos en México. Es necesario simplificar la ley laboral, reducir impuestos y trámites a la generación de empleos legales para aumentar su oferta en el mercado laboral.
Los planes de Donald Trump de aplicar impuestos a exportaciones de productos mexicanos hacia Estados Unidos y de bajar los impuestos a empresas en Estados Unidos, hacen necesario la reducción de impuestos a las empresas en México para darle competitividad a la inversión. Si Trump reduce los impuestos a empresas en EU, el peligro no sólo será que emigren empresas extranjeras que ya están en México, sino que no lleguen más a invertir.
Facilidad y seguridad en adquirir propiedades en el campo, reducción de cargas fiscales y laborales a los creadores de empleos, son algunos cambios que deben iniciar el Ejecutivo a nivel reglamentos y los legisladores en cuanto a reformas y derogación de leyes. Y no quedarse sólo en llamados a la unidad o a una negociación digna, y postergar reformas en el entorno legal interno, necesarias para amortiguar y contrarrestar las políticas anunciadas por Trump.