Construir una sociedad en paz es responsabilidad del Estado, pero éste, como ya lo hemos mencionado en este espacio, somos todos, no solamente el gobierno.
Tres elementos son fundamentales para lograr un Estado seguro: respeto a la ley, cultura de la legalidad y bajos niveles de impunidad. De estos tres elementos, dos corresponden a toda la sociedad (incluido el gobierno) y uno al responsable de administrar la justicia.
Respeto a la ley: los ciudadanos debemos tener inculcados los valores de respeto a la ley como son honradez y honestidad, integridad, respeto, responsabilidad, etcétera; de esta manera nuestra conducta será dentro de los límites que marca la ley en la mayoría de los casos y las faltas serán menores, dejando tiempo a la autoridad para perseguir los delitos verdaderamente graves que laceran a la sociedad. ¿Se imagina usted cuántos recursos de seguridad pública son destinados por los municipios y los estados para minimizar las faltas viales, a la limpieza, al desperdicio de agua, al grafiti y otras faltas menores que deben ser cuidadas para el bienestar general de la población?, ¿se imagina si esos recursos pudieran ser destinados al combate de robos, homicidios y extorsiones? Y todos somos responsables de esas “pequeñas” faltas, que sumadas hacen un gran desorden urbano.
Cultura de la legalidad: aunque pudieran parecerse mucho, la cultura de la legalidad aquí la refiero a la responsabilidad civil que tenemos de denunciar el delito, prevenir el crimen y educar en el cumplimiento de la ley. Cuando entran a robar nuestra casa, cuando nos asaltan en el vía pública o cuando vemos a alguien cometiendo un delito, tenemos la responsabilidad de denunciarlo. Desgraciadamente como sociedad y ante la desconfianza de las autoridades es mínimo el número de delitos que se denuncian, incluso se llega a dar el caso de que una vez recuperado un bien, por ejemplo el automóvil, los ciudadanos se rehúsan a testificar contra el delincuente, ¿cómo podemos tener seguridad si ni siquiera en esas ocasiones apoyamos a nuestras autoridades a detener la ola de inseguridad.
Reflexionemos sobre nuestras responsabilidades ciudadanas y cumplámoslas, para que entonces sí estemos en condiciones de demandar a nuestras autoridades la disminución de la impunidad, la cual es su responsabilidad exclusiva.
Palabras del Papa Francisco en el Ángelus del domingo 13 de abril
Delante de una plaza de San Pedro con unos 90 mil fieles, el papa Francisco al concluir hoy la ceremonia del Domingo de Ramos rezó el ángelus.
“Al concluir esta celebración dirijo un saludo especial a los 250 delegados --obispos, sacerdotes, religiosos y laicos-- que han participado a las Jornadas Mundiales de la Juventud organizadas por el Pontificio Consejo para los Laicos. Inicia así el camino de preparación al próximo encuentro mundial que se realizará en julio de 2016 en Cracovia y que tendrá por tema «Beatos los misericordiosos porque encontrarán misericordia»” dijo.
Y el Papa adelantó lo que iba a suceder en breve: “De aquí a poco jóvenes brasileños entregarán a jóvenes polacos, la cruz de la Jornada Mundial de la Juventud. La entrega de la cruz a los jóvenes fue realizada hace treinta años por el beato Juan Pablo II: él les pidió que la lleven por todo el mundo como signo del amor de Cristo por la humanidad”.
Y prosiguió: “El próximo 27 de abril tendremos todos la alegría de celebrar la canonización de este Papa, junto con Juan XXIII. Juan Pablo II que fue el iniciador de las Jornadas Mundiales de la Juventud se volverá su gran patrono, y en la comunión de los santos seguirá siendo para los jóvenes del mundo un padre y un amigo”.
“Pidamos al Señor --rezó el Santo Padre-- que la cruz, junto a la imagen de María Salus Populi Romani sea un signo de esperanza para todos, revelando al mundo el amor invencible de Cristo".
A este punto un grupo de jóvenes brasileños le entregó la cruz de dimensión grande a sus pares polacos.
“Saludo a todos los romanos y a los peregrinos” prosiguió el papa Francisco y añadió: “Saludo en particular a las delegaciones de Río de Janeiro y de Cracovia, guiadas por sus arzobispos: los cardenales Orani Joao Tempesta y Stanislaw Dziwisz. En este contexto tengo la alegría de anunciar que si Dios quiere, el próximo15 de agosto en Daejeon, en la República de Corea, encontraré a los jóvenes asiáticos en su su gran concentración continental”.
Y concluyó sus palabras indicando: “Y ahora nos dirigimos a la Virgen Madre para que nos ayude a seguir siempre a Jesús, con fe y con amor”.
La situación que se está viviendo en el país es sumamente grave, la inseguridad y la violencia están en primer lugar en la percepción de la gente, que cada día tiene que enfrentar situaciones de robo, homicidio y agresión. La percepción sobre inseguridad en México aumentó 4.4 puntos porcentuales del último trimestre de 2013 a marzo de 2014, al pasar de 68 a 72.4 por ciento, según la tercera Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Aunado a esto, en los últimos días nos hemos enterado de las órdenes de presentación en contra de dos Secretarios Generales de Gobierno: Jesús Reyna de Michoacán, sospechoso de vínculos con los Caballeros Templarios y Guillermo Trejo Dozal de Baja California por presuntos delitos fiscales; además, el alcalde de Cuetzala del Progreso en Guerrero, Feliciano Álvarez Mesino, a quien se presume involucrado en secuestros y tráfico de drogas y el ex diputado de Michoacán, José Trinidad Martínez Pasalagua también por nexos con el narcotráfico, por si no fuera poco, el líder capitalino del PRI fue destituido por contratar pornosecretarias, el Congreso formó sendas comisiones para investigar los nexos de funcionarios con los casos Oceanografía y Línea 12, ¡y todo esto sólo en los 10 días que van de abril!
¿Qué pasa con la política en México?, ¿por qué hemos llegado a estos niveles de descomposición y corrupción?, y no estamos hablando de un solo partido político; en los mencionados en el párrafo anterior encontramos a militantes de los tres principales institutos de nuestro país, juntos obtienen cerca del 95% de los votos totales en los procesos electorales. No, el problema, seamos autocríticos, no es de los partidos políticos sino de la sociedad toda.
Hemos pregonado a los cuatro vientos que la política es una actividad sucia, para gente indecente, rateros; ¿y qué hacemos para evitarlo?, ¿cuándo la gente decente se va a involucrar en esta actividad que tiene la tarea de generar las condiciones para una sociedad justa, equitativa, transparente? o ¿es que esperamos que sean las tepocatas y las víboras prietas las que construyan una mejor nación? porque una cosa es clara, para tener un mejor país necesitamos de mejores leyes, mejores instituciones y mejores políticas públicas, y éstas, nos guste o no, se hacen solamente desde el gobierno: ejecutivo, legislativo y judicial… es decir, en la vida política de nuestro municipio, nuestro estado o nuestra nación.
La posibilidad del cambio, ya lo vimos, no está en cambiar a los colores que nos gobiernan, se requiere que nuestras quejas y nuestra indignación se transforme en un impulso de toda la sociedad para obligar a nuestros representantes a serlo efectivamente, que hagan lo que como pueblo soberano queremos, y no lo que a ellos les venga en gana.
Ningún derecho es tan preciado para el ser humano como el de su libertad: libertad para decidir, hacer, pensar, creer, asociarse o emprender. La libertad tiene mil formas de manifestarse, una de las más exaltadas es sin duda la libertad de expresar nuestras creencias, nuestros principios y nuestros conocimientos: la libertad de expresión, en resumidas cuentas.
En los días recientes se ha hablado mucho del tema, los periodistas en todo México, y también en Sinaloa, son presionados por medios económicos cuando menos y en ocasiones mediante situaciones más graves y contundentes para decir o dejar de decir, estas presiones vienen de los gobiernos, los actores políticos y hasta de los delincuentes; muchas veces es la propia familia o personas cercanas las que piden callar determinados temas “para evitar riesgos”. La verdad es que ejercer la libertad de expresión nunca es fácil, siempre puede haber consideraciones de algún tipo que impulsen a la autocensura, especialmente el instinto de conservación.
El atentado ocurrido en días recientes al director de Noroeste es un atentado contra esta libertad, no porque la agresión viniera de la autoridad, sino porque genera un mayor clima de inseguridad para los comunicadores; si el director de un diario de prestigio es alcanzado por delincuentes comunes, ¿qué le espera al que desde un blog quiere comunicar sus inquietudes y pensamientos? Afortunadamente el incidente no pasó a mayores, pero la forma en que se dieron los hechos siempre podrán despertar la suspicacia de una sociedad cada día más distante de sus representantes y autoridades.
La única forma en que la autoridad puede frenar esta ola de delincuencia, que incordia a todos los ciudadanos, es acabando con la impunidad. Así como en unos días fueron detenidos los responsables del atentado contra Adrián López, deben ser detenidos todos los que atenten contra la integridad y el patrimonio de cualquier ciudadano, pero no solo eso, se deben realizar las pesquisas que además permitan hacerlos pagar las penas que corresponden a los delitos cometidos, para que pasemos de una impunidad del 98% a niveles menos estimulantes para los que realizan este tipo de actos.
También, los medios de comunicación deben ejercer con responsabilidad esta libertad de expresión, es lamentable que Noroeste acuse al gobernador de estar detrás de este atentado, no porque no sea posible, sino porque no aporta ninguna prueba para ello.
La libertad de expresión, como cualquier otra libertad, conlleva una serie de responsabilidades; decir lo que pienso debe estar limitado por los derechos de los demás, en una justa jerarquía de valores que ayuden, junto con la prudencia, a determinar lo que se debe decir y, lo que de momento, es mejor callar sin renunciar a la obligación de informar.