Palabras del Santo Padre en el ángelus de este domingo 25 de octubre
¡«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Esta mañana con la santa misa concluida en la basílica de San Pedro ha concluido la Asamblea general ordinaria del los obispos sobre la familia. Invito a todos a dar gracias a Dios por estas tres semanas de trabajo intenso, animado por la oración y por un espíritu de verdadera comunión. Ha sido fatigoso, pero un verdadero don de Dios, que dará seguramente muchos frutos.
La palabra 'sínodo' significa 'caminar juntos'. Es la que hemos vivido y ha sido la experiencia de la Iglesia en camino, en camino especialmente con las familias del pueblo santo de Dios esparcido en todo el mundo.
Por eso me ha impresionado la Palabra de Dios que hoy nos encuentra en la profecía de Jeremías: 'Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí!'
Y el profeta añade: 'Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque yo soy un padre para Israel'.
Esta palabra de Dios nos dice que el primero que quiere caminar con nosotros, que quiere hacer 'sínodo' con nosotros es justamente Él, nuestro Padre.
Su 'sueño' desde siempre y para siempre es el de formar un pueblo, reunirlo, guiarlo hacia la tierra de la libertad y de la paz. Y este pueblo está hecho de familias: están la 'mujer en cinta y la que da a luz', es un pueblo que mientras camina va adelante con la vida, con la bendición de Dios.
Es un pueblo que no excluye a los pobres y a los que están en desventaja, más aún, los incluye. Dice el profeta: 'entre ellos está el ciego y el cojo', dice el Señor.
Es una familia de familias en las cuales quien fatiga no se siente marginado, dejado atrás, sino que logra llevar el paso con los otros, porque este pueblo camina con el paso de los últimos; como se hace en las familias, como nos enseña el Señor, que se ha hecho pobre con los pobres, pequeño con los pequeños, últimos con los últimos. No lo ha hecho para excluir a los ricos, a los grandes y a los primeros, sino porque éste es el único modo de salvarlos también a ellos, para salvar a todos. Ir con los últimos, con los excluidos y con los últimos.
Les confieso que esta profecía del pueblo en camino la he confrontado también con las imágenes de los prófugos en marcha por los caminos de Europa, una realidad dramática de nuestros días. También a ellos Dios les dice: 'Partieron en el llanto, yo los haré regresar en medio de consolaciones'. También estas familias que sufren, desplazadas de sus tierras, estuvieron presentes con nosotros en el Sínodo, en nuestra oración y en nuestro trabajo, a través de la voz de algunos de sus Pastores presentes en la asamblea.
Estas personas que buscan dignidad, estas familias que buscan paz están aún con nosotros, la Iglesia no las abandona porque son parte del pueblo que Dios quiere liberar de la esclavitud y guiar a la libertad.
Por lo tanto en esta palabra de Dios, se refleja sea la experiencia sinodal que hemos vivido, sea el drama de los prófugos en marcha por los caminos de Europa. El Señor por intercesión de la Virgen María nos ayude también a seguir las en estilo de fraterna comunión».
Salvador I. Reding Vidaña
En cualquier administración pública del mundo, no solamente en México, un empresario que llega al poder debe aprender muchas cosas, entre ellas, a imponer y dar seguimiento a su autoridad; y por otro lado, a manejar sus relaciones con el resto de dicha administración pública, con la ciudadanía en general y aun con “el resto del mundo” en ocasiones.
Sobre lo primero, dice una anécdota política, que cuando el héroe de la Segunda Guerra, Eisenhower, ganó la presidencia de Estados Unidos, el presidente saliente, Harry S. Truman, dijo: “pobre Ike, cuando estaba en el Ejército, daba una orden y se cumplía de inmediato; en la Casa Blanca dará una orden y no pasará nada”. Y Truman, como republicano, no hacía referencia a que su sucesor fuese del Partido Demócrata, sino a su hábito de mando militar.
El problema al que se refería Truman es la resistencia de la burocracia a modificar sus hábitos de vida (debería decir “de trabajo”, pero es más que eso). Los mexicanos nos quejamos de la lentitud e ineficacia de la burocracia como problema nacional, pero no es nuestro. Estas deficiencias son de todas las burocracias del mundo; incluso, llegan a caracterizar a las organizaciones de la sociedad civil y a las mismas grandes empresas.
Northcote Parkinson, un ex-militar también de la Segunda Guerra, escribió su famosa “Ley de Parkinson”, sobre la ineficiencia de las grandes organizaciones burocráticas, en su caso la militar (no en el frente de guerra). Nos decía Parkinson que observó cómo el personal de una oficina del Ejército podía aumentar o disminuir, y no pasaba nada.
El poder de mando en las grandes burocracias ineficientes, altamente incompetentes y resistentes al cambio, a las que se enfrentaría Eisenhower como presidente, acostumbrado a otra realidad, en la que el poder de mando se impone, exige y controla, es también lo que enfrentan los empresarios o ejecutivos cuando llegan al poder público.
La burocracia gubernamental está acostumbrada a la lentitud y a no hacer lo que no les gusta. Con el tiempo, crea centros de poder real, a través de toda la estructura organizacional, que les permite, con las mejores excusas del ingenio humano, hacer lo que les pegue la gana y desobedecer las órdenes superiores, sobre todo si vienen de un advenedizo (léase empresario o político de otro partido).
En la empresa privada, el empresario o ejecutivo profesional tienen un mayor poder de coerción y reclamo de rendición de cuentas de la organización a su mando. Pero al llegar al gobierno tienen que aprender que allí la realidad es otra, que requiere no solamente saber hacerse obedecer, sino ganar la voluntad de subordinados que lo ven como ave de paso (aunque sean 6 años) en su lugar de trabajo, en donde piensan llegar a la jubilación.
Pero en la burocracia gubernamental hay otro poder de facto muy poderoso: el sindicato. Éste no solamente vigila la defensa de los derechos constitucionales de sus agremiados, sino también sus “derechos políticos” y los cotos de poder de sus dirigentes. No es lo mismo enfrentar o negociar con un sindicato obrero que uno de la burocracia, y los ejemplos sobran.
El empresario no rinde cuentas más que a sus accionistas, y a veces ni eso, y está acostumbrado a ello. Pero en la administración pública debe rendir cuentas a mucha gente, por obligación o por necesidad política. El principal cuestionador del empresario en el gobierno es la prensa, escrita o electrónica, con poder para exaltarlo, destrozarlo o ridiculizarlo.
En privado, el empresario puede tener que negociar con un consejo de administración que incluye personas sobre las que no tiene autoridad alguna. En el gobierno, como Ejecutivo o secretario de Estado, debe negociar con cámaras de legisladores que incluyen poderes hostiles.
Un empresario investido como alto funcionario público que goza de bien ganada popularidad en las organizaciones empresariales, se encuentra de pronto con la posible hostilidad y enfrentamiento de sus antiguos amigos y seguidores; éstos en ocasiones lo confrontan, en vez de apoyarlo, si su política no es de su agrado.
¿Y el dinero? Para asignarlo o disponerlo en la empresa basta una orden. Para asignarlo en el gobierno hay que negociarlo y hasta suplicar a la legislatura; y para disponerlo, pasar por dolores de cabeza y tener paciencia.
¿Y la corrupción? Menos frecuente, más detectable y combatible en la empresa. Más fácil, arraigada y difícil de combatir en el gobierno. Otro dolor de cabeza.
En fin, todo este enorme manejo de relaciones públicas y privadas constituye lo que sabiamente se conoce como “oficio político”. Un empresario o alto ejecutivo privado que llega al gobierno tiene que aprenderlo, y aprenderlo de inmediato, y rodearse de gente que domine el tema. La falta de este oficio político ha dado al traste con muchos buenos propósitos y excelentes líneas de acción de gobierno, aquí y en el extranjero.
Esencialmente, así, lo que el empresario llegado al gobierno debe aprender incluye dos cosas ineludibles: conocer la cultura burocrática y el oficio político. Su éxito depende de ello, independientemente del bagaje ejecutivo que lleve consigo y de su antigua red de relaciones. El mundo está lleno de ejemplos, tanto de bien hacer como de tristes e “inexplicables” fracasos empresariales en el gobierno.
Manuel Espino
Desde hace lustros, la inseguridad pública es el Talón de Aquiles del Estado mexicano. Estamos ante un cáncer social que carcome la credibilidad de las instituciones, que corrompe a los servidores públicos, que profundiza el antagonismo entre gobernantes y gobernados y que atenta contra nuestras libertades más básicas, creando el caldo de cultivo ideal para que se violen los Derechos Humanos.
Hemos alcanzado un nivel atroz de delincuencia que ha enlutado a cientos de miles de familias, que ha impactado en la inversión extranjera y la generación de empleo, que ha generado olas de migración por miedo a la violencia, y que ha drenado económicamente al gobierno, obligándolo a distraer recursos de programas sociales para comprar armamento y pertrechos policiacos.
Más aún, la violencia homicida del crimen organizado ha comprometido la propia gobernabilidad y ha provocado zozobra social, tal como ha venido sucediendo a raíz de la trágica desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
A esa lista de estudiantes, se suman las de miles de personas asesinadas por secuestradores o extorsionadores; las de las mujeres víctimas de la violencia feminicida; las de inocentes caídos en enfrentamientos entre narcotraficantes; las de los migrantes muertos en su intento de alcanzar una vida mejor para sus familias; las de los propios policías y militares honestos, abatidos en su afán por proteger a nuestra sociedad de la delincuencia organizada.
El primer paso para combatir este flagelo es no permitir que las decisiones de la autoridad sean inspiradas por intereses partidistas o de grupo, menos aún por desencuentros personales.
Así como un soldado no piensa en sus preferencias políticas a la hora de arriesgar hasta la misma vida por defender a México, es necesario que todos quienes tenemos poder de decisión en materia de seguridad pública conduzcamos nuestro trabajo con valores patrióticos y no ideológicos, democráticos y no partidistas, institucionales y no personales.
Enfrentamos un futuro con poderosas amenazas a la seguridad nacional. Desde los grupos antisistema que buscan sembrar la confusión y el miedo, hasta los narcotraficantes empeñados en hipotecar el futuro de México.
Por ello, responder al anhelo de paz de los ciudadanos, reclama dejar atrás egoísmos y reconocer que la seguridad pública es un asunto de colaboración y no de rivalidades, de la sociedad entera y no de los partidos, de la más alta visión de Estado y nunca de afanes electoreros. Es por ese camino, y no por el de la ideología partidista, que llegaremos hasta el México de paz que anhelamos.
Pedro de Legarreta Lores
Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Estos derechos son interrelacionados, interdependientes e indivisibles.
Ahora, bajo el pretexto de los derechos humanos, todos exigen que se les cumpla todos y cada uno de sus caprichos. El último es el de la legalización de las drogas para uso lúdico; y si esto fuera así, también sería un derecho humano emborracharse cuando uno lo decidiera, sin importar que se estuviera conduciendo, o fumarse todos los cigarros que uno desee en el restaurante o la oficina, y nadie lo podría impedir, porque esto sería un derecho humano.
La realidad es que los derechos humanos son muy pocos: derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona; al reconocimiento de su personalidad jurídica; a igual protección de la ley; a que se presuma la inocencia de toda persona detenida mientras no se pruebe su culpabilidad; toda persona tiene derecho a una nacionalidad; a no ser objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación; a la propiedad, individual y colectivamente; a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; a la libertad de opinión y de expresión; a la libertad de reunión y de asociación pacíficas; a la seguridad social… estos, y algunos otros, están incluidos en la declaración universal de los derechos humanos, ¿alguna interpretación puede llevar a concluir que se tiene el derecho a perder la conciencia?
Los derechos humanos buscan la plena realización de las personas, no su enajenación, por tanto es importante que no sea por este camino que se llegue a una legalización de las drogas.
Por otra parte, el Estado tiene la responsabilidad de brindar a sus ciudadanos las oportunidades para el mejor desarrollo de la sociedad. Si los adultos, de manera libre, deciden consumir un producto que los enajena, este es su problema; el gobierno deberá buscar las alternativas para que la comercialización y producción de estos satisfactores (alcohol, tabaco o cualquier otro tipo de droga) no genere corrupción en la sociedad y las autoridades, y también deberá reglamentar este consumo para que no cause problemas sociales, accidentes o cualquier otro tipo de problemas, lo que se dificulta si es clasificado como un derecho humano.
La discusión sobre la producción, comercialización y consumo de drogas en nuestro país es un tema de mucha relevancia, en el que las dudas, diferencias y desacuerdos sin duda abundarán, pero que hoy más que nunca es indispensable desarrollar para lograr abatir los elevados índices de violencia y corrupción que nos abruman. Llegar a una solución no será fácil, requiere de imaginación y generosidad de las partes, pero de ninguna manera puede ser una carta blanca para el consumo de quien así lo desee sin ningún tipo de condiciones.