Palabras del Papa Francisco en el ángelus de este domingo 18 de octubre
Queridos hermanos y hermanas,
Sigo con gran preocupación la situación de fuerte tensión y violencia que aflige a Tierra Santa. En este momento necesitamos mucho coraje y mucha fortaleza para decir no al odio y la venganza y hacer gestos de paz. Oremos para que Dios fortalezca en todos, los gobernantes y los ciudadanos, la valentía de oponerse a la violencia y tomar medidas concretas para la distensión. En el contexto actual de Oriente Medio es más que nunca decisivo que se logre la paz en Tierra Santa: esto nos piden Dios y el bien de la humanidad.
Al final de esta celebración, deseo saludar a todos los que habéis venido a rendir homenaje a los nuevos santos, de manera particular a las delegaciones oficiales de Italia, España y Francia.
Saludo a los fieles de la diócesis de Lodi y Cremona, así como a las Hijas del Oratorio. El ejemplo de san Vicente Grossi sostenga el compromiso a favor de la educación cristiana de las nuevas generaciones.
Saludo a los peregrinos que han venido de España, particularmente de Sevilla, y a las Hermanas de la Compañía de la Cruz. El testimonio de santa María de la Purísima nos ayude a vivir la solidaridad y cercanía con los más necesitados.
Saludo a los fieles provenientes de Francia, especialmente de Bayeux, Lisieux y Sées: a la intercesión de los santos esposos Ludovico Martin y Maria Azelia Guérin encomendamos las alegrías, las esperanzas y las dificultades de las familias francesas y de todo el mundo.
Agradezco a los cardenales, los obispos, los sacerdotes, las personas consagradas, así como a las familias, los grupos religiosos y las asociaciones.
Y ahora nos dirigimos con amor filial a la Virgen María.
Pedro de Legarreta Lores
El conflicto palestino-israelí, ¿una tercera intifada?.- Desde principios de octubre, jóvenes palestinos, aparentemente desvinculados de agrupaciones terroristas, han estado atacando a israelíes con piedras, puñales, destornilladores, bombas molotov y los han embestido con sus vehículos, en un frenesí de violencia radical que preanuncia una nueva intifada, la tercera. El origen de esta violencia se encuentra en el status quo de la Explanada de las mezquitas o Monte del Templo (según sean musulmanes o judíos los que la designen) y en la búsqueda de información encontré tres maneras diversas de exponer la situación:
Esther Shabot, socióloga y analista de la situación del oriente medio en Excélsior señala que “el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, consciente de que las cosas se están saliendo de control, al fin decidió prohibir que ministros de su gobierno y diputados subieran al Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas, cuestión que constituyó una de las chispas que detonó la indignación y la violencia árabe. Los rumores de que tales ascensos formaban parte de una maniobra de Israel para alterar el statu quo imperante en ese lugar corrieron con fluidez no sólo entre la población árabe local, sino que también tuvieron eco en otros espacios del mundo árabe. Con ello se removieron los viejos odios que encontraron en esa presunción de complot, la justificación para desatar la violencia.”
Otra manera de presentarlo es como lo hace Julián Schvindlerman en el diario ABC de Paraguay: “Todo empezó con una mentira. Una mentira flagrante, malintencionada y peligrosa, lanzada con descaro por líderes palestinos y árabes-israelíes. En las vísperas del Año Nuevo judío, miembros del Movimiento Islámico en Israel se atrincheraron, armados, en la Mezquita Al-Aqsa, a la espera de que religiosos judíos fuesen a rezar a la explanada que las alberga para atacarlos. (Las mezquitas fueron construidas sobre las ruinas del templo hebreo edificado por el Rey Salomón). La policía israelí los dispersó y la patraña surgió: “los judíos quieren dañar las mezquitas santas del islam”. Arrojar semejante acusación infundada en la región más religiosa y conflictiva del mundo es un acto de irresponsabilidad e incitación extraordinario. Eso solo bastó para encender la mecha. Luego, el gobierno palestino en Cisjordania, Hamás en Gaza, y parlamentarios árabes y miembros del Movimiento Islámico de Israel echaron más leña al fuego con otras provocaciones.”
Y según Ron Ben Yishai de Yediot Aharonot (publicado en El Observador de Uruguay) “ante los discursos que algunos diputados israelíes de extrema derecha han pronunciado en el Kneset (Parlamento de Israel), donde han hablado del Monte del Templo como un lugar judío. Lo que comporta ese mensaje, señala Ben Yishai, es la intención de "derribar Al Aqsa" y todo lo que ella supone, máxime considerando que es el tercer lugar más sagrado en la jerarquía del islam tras La Meca y Medina. Esos diputados de extrema derecha -afirma el periodista israelí- "reclaman cambiar todo el statu quo en el área del Monte del Templo, lo cual supone enviar una señal muy peligrosa" a los árabes en particular y, sobre todo, a los musulmanes en general.
En fin, las opiniones son diversas, la manera de interpretar los hechos, también… lo cierto es que 40 personas, entre israelíes y palestinos, han perdido la vida, tal vez ya más en las últimas horas. A las naciones del mundo nos correspondería buscar soluciones que lleven a la paz en la región, no echar más leña al fuego, son muchos ya los focos de conflicto en el globo, pidamos por que los líderes en esas regiones encuentren la sabiduría necesaria para alcanzar la paz.
Antonio Maza Pereda
Desde hace bastante tiempo, para los gobiernos emanados de la Revolución la opinión extranjera y en particular la de los organismos internacionales, les ha importado infinitamente más que la opinión de la ciudadanía.
La diplomacia de sus gobiernos ha enfocado mucho de sus esfuerzos a evitar la reprobación y las condenaciones por sus actos de gobierno. Hechos tan graves como los de 1968, los de 1970 y la guerra sucia de los setenta, Aguas Blancas o Acteal, no merecieron observaciones importantes de los organismos internacionales. Por lo cual no es exagerado decir que, de muchos modos, esos organismos fueron cómplices de atrocidades muy claras.
En un momento dado, esos gobiernos decidieron establecer comisiones de derechos humanos, en distintos niveles de gobierno. Encabezadas por miembros de la clase política, la percepción de la ciudadanía es que una buena parte se trata de un espectáculo para el consumo de un público extranjero y, de una manera muy generalizada, que a dichas comisiones les interesan más la protección de los derechos de los criminales que la atención de los derechos de las víctimas. Percepción que, a pesar de la mercadotecnia política, sigue estando bastante vigente: basta con ver la reacción que ha tenido la ciudadanía cuando los jueces han dejado en libertad a criminales basándose en aspectos de “debido proceso”. En este aspecto, la liberación de la ciudadana francesa señalada por secuestrados como miembro de las bandas, fue un mal inicio en este aspecto para el régimen actual.
La fuerza con que ha respondido la actual administración a los señalamientos de los organismos de Naciones Unidas en materia de derechos humanos ha sido inusitada. Se ha llegado hasta a acusar al señor Álvarez Icaza de traición a la patria y de señalar a los organismos internacionales como superficiales en sus afirmaciones. Se dice, por ejemplo, que los hechos que se han señalado de Iguala y Tlatlaya son ciertos, pero de ninguna manera presentan una situación generalizada, es decir, se trata de hechos aislados. Es como si un marido golpeador dijera que no es verdaderamente violento, porque sólo golpea a su mujer cada tres o cuatro años. Eso sí, la manda al hospital cada vez. Pero, dice él, no puede decirse que es una situación generalizada, sino que se trata de hechos aislados.
Si estuviéramos hablando de ese marido violento, claramente diríamos que una sola situación en que se haya cometido un acto de violencia es suficiente para intervenir, proteger a la agredida, y poner los medios necesarios para que esta violencia no se repita. Pero al parecer nuestra clase política considera que el hecho de que estas situaciones gravísimas no ocurren cada día, es un argumento suficiente para decir que en México no hay problema de abuso de los derechos humanos.
Y el punto es que solamente estamos hablando de abusos denunciados y documentados que son llevados a cabo por las autoridades. Que no son los únicos que transgreden los derechos humanos. Autoridades escolares, familiares, empresarios, "famosos", y en general los que se sienten con algún nivel de poder y de privilegio, con bastante frecuencia tienen transgresiones mayores o menores de los derechos humanos de otros a los que consideran súbditos, subordinados o meramente inferiores. Un tema que no puede dejarse nada más a la clase política. Un tema para la ciudadanía, un tema que debería ser preocupación de todos.
La clase política nos ha demostrado con hechos que son expertos en el arte de evadir las culpas y que les preocupa más hacer declaraciones tronantes y sonoras, ampliamente difundidas en los medios, que entrar al trabajo más silencioso, menos lucidor, pero mucho más efectivo, de tomar acciones concretas y específicas para reducir no sólo los casos de alto impacto, sino atender los miles y posiblemente millones de pequeñas agresiones, de pequeños y grandes atentados contra los derechos humanos que ya no se reportan, debido a esa percepción de que las autoridades no van a tomar cartas en el asunto y de que las comisiones e instituciones que nominalmente tutelan nuestros derechos humanos siguen teniendo muy poco interés en defender los derechos humanos de las víctimas.
José Antonio Ortega Sánchez
De las muchas tergiversaciones y falacias en el informe sobre la masacre de Iguala, de los “expertos” de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), hay algunas que son decisivas, “piedras angulares” para sostener el esfuerzo por encubrir la responsabilidad de gobernantes y políticos de izquierda en las atrocidades, y trasladarla al gobierno federal.
La primera tergiversación indispensable es negar el hecho de que los normalistas que llegaron a Iguala el 26 de septiembre de 2014, delinquían. En lugar de hablar de robar camiones, que es un delito, los “expertos” dicen “tomar”, que no lo es. Y ¿por qué esta diferencia es decisiva? Porque si los normalistas no delinquían, entonces la acción de la policía municipal fue un “ataque” como los “expertos” la llaman, y si militares testigos de los hechos no actuaron para impedirlo, entonces al menos fueron cómplices -por omisión- de un crimen.
La realidad es lo que los militares atestiguaron fue que los normalistas llegaron en camiones robados y robaron más y la policía municipal actuaba ante flagrante delito, por lo cual el Ejército no podía impedir una detención que era legal. Es cierto que la acción de la policía fue muy violenta, pero los normalistas se resistían y arrojaban piedras. Tampoco había forma en que los militares pudieran saber que los normalistas, una vez detenidos, en lugar de ser presentados ante el Ministerio Público, serían desaparecidos y asesinados.
La otra mentira decisiva es el motivo de la presencia de los normalistas en Iguala. La CIDH hace suya la versión de que “sólo” fueron a robar más camiones, pues, aunque ya tenían 8, necesitaban entre 12 y 15, porque de Ayotzinapa saldría un contingente con alumnos de otras Normales Rurales rumbo al Distrito Federal para la marcha del 2 de octubre. Pero ¿quién puede creer que esos otros normalistas iban a llegar ahí a pie o pagando pasaje? Llegarían en autobuses robados que igual les servirían para viajar al Distrito Federal, por lo cual ir a Iguala a robar más era innecesario.
Si los “expertos” se aferran a esa patraña es para ocultar la razón por la cual los normalistas fueron enviados a Iguala por líderes y directivos –izquierdistas– de la Normal, quienes montaron una provocación y sabían lo que vendría.