Bernardo Ardavín Migoni
El proyecto de Constitución CDMX no se puede corregir, necesitaría un planteamiento completamente nuevo y distinto.
El proyecto de Constitución de la Ciudad de México está concebido desde enfoques ideológicos que son ajenos a nuestra tradición jurídica y, lo que es más importante, a nuestra cultura.
Sus redactores pretenden fundamentarse en los "derechos humanos", pero inventan derechos que no existen y contradicen los reconocidos en diversos tratados internacionales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), el llamado Pacto de San José (1969) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966).
Un ensayo para el centenario de la Constitución de 1917
El proyecto pareciera un ensayo para introducir ideologías alejadas de la realidad de la naturaleza humana, que es el fundamento de los verdaderos derechos humanos, mismos que son identificados y reconocidos, no otorgados por tribunal alguno.
La nueva Constitución es una suerte de plan piloto para modificar la Constitución General de la República con motivo de su primer centenario, el año próximo. Ésa es quizás la razón por la cual no les importa contradecirla, ya que su intención sería "renovarla" añadiéndole numerosos apartados supuestamente "progresistas".
¿Qué debemos hacer?
Lo único factible es eliminar ésta pretendida nueva Constitución de la Ciudad de México.
En el caso de que se reiterara, más tarde, en el futuro, la pertinencia de adoptar una nueva Constitución para la capital, sería prudente esperar a la previa actualización de la Constitución General de la República, para proceder lógicamente de lo más general, lo nacional, a lo particular, y no al revés.
Antonio Maza Pereda
Casi dos semanas ya del triunfo del Sr. Trump y no hemos dejado de llorar, de criticar, de decir lo mal que nos va a ir con él. No es que no tenga sus "fans", pero ni siquiera éstos nos dicen de qué manera nos va a ayudar el hecho de que cumpla sus promesas de campaña. El impacto económico y social de su cumplimiento es innegable, como innegable también es que su contrincante igualmente nos hubiera hecho mucho daño, de otro modo y en otras materias.
Muy a la mexicana, hemos reaccionado con humor negro, miles de "memes" y toda clase de bromas. Nos hemos reído de él, como nos reímos de la muerte. Pero, como a la muerte, no lo podemos negar y, muy a nuestro pesar, no podemos dejar de temerle. Por eso lo tomamos a broma.
Algunos están en la plena negación. "No creas", dicen: "Vas a ver cómo la grandes empresas y el Congreso lo van a parar". Otros agregan: "No va a ser lo mismo el candidato que el Presidente". Y otros más agregan: "Ni es tan malo, ya verás que todo sale bien".
No pocos están en la depresión: "Ahora sí que nos va a ir mal, nos vamos a morir de hambre todos", nos dicen. "Sólo esto nos faltaba, una pésima situación interna y ahora esto" Algunos casi lloran: "¡Hay que irnos del país! Pero, con Trump, ¿a dónde nos vamos?"
Sólo pocos son los que asumen la situación y se dan cuenta de que de nada sirve seguir quejándose, sino que hay que asumir los hechos y empezar a poner soluciones. Por ejemplo: el dólar estará caro. ¿Qué podemos hacer para competir en esas condiciones? Que el empleo va a estar muy escaso. ¿Qué puedo hacer para ser más empleable?
Me explico. Hay que empezar a actuar, a prever, a imaginar nuestra respuesta a esa situación. Salir del "shock". Poner a funcionar nuestra famosa creatividad e ingenio, ya, no mañana. Entre menos nos tardemos en salir de la negación y de la depresión, mejor nos irá. Porque, aunque parezca raro, uno necesita pasar por la depresión. Mientras siga en la negación, no se puede avanzar. Estar en la negación es estar en la ilusión. Y pocas cosas hay peores que ser un iluso.
He visto unos pocos, muy pocos, que le están viendo su lado optimista a esta situación. Estas personas sienten que ya tocamos fondo y que sólo nos queda seguir hacia arriba. Piensan que es el momento de "ponernos a trabajar en serio", a resolver nuestros problemas de fondo, exigir al Gobierno buen desempeño, combatir en serio la corrupción.
El tema es importante y también urgente. No podemos seguir posponiendo las cosas.
Y, por cierto, no vendrá un héroe a salvarnos. No será Estados Unidos quien nos salve. No será la clase política. No será un hombre o mujer providenciales que venga a unificarnos e iluminarnos. Es la hora de las decisiones, de las decisiones múltiples, las de todos y cada uno de nosotros. Es mejorar nuestras capacidades para poder adaptarnos y aprovechar las situaciones que nos van a aquejar.
La mejor solución será la que se logre con la participación de todos. Y en todo: en lo económico, lo político, lo social, la educación, la tecnología. Y también en lo familiar, en lo cultural, lo espiritual, lo psicológico, lo religioso. Porque no todo es dinero. Y esto ha sido uno de nuestros graves errores. Hemos centrado el bienestar en la posición económica y no hemos visto el bienestar de modo integral.
Usted, ¿cómo va a participar? ¿Cuál es su trinchera? ¿Dónde lo vamos a ver? Lo esperamos: allá nos vemos.
Juan Pablo Castañón Castañón
Indudablemente, el desenlace del proceso electoral en Estados Unidos fue sorpresivo para la gran mayoría de los observadores, dentro y fuera de los Estados Unidos.
Pero más allá de cuál opción era mejor para el propio Estados Unidos, incluso para México, hay un hecho consumado, el cual debemos afrontar.
Corresponde mirar hacia delante, y para México, que estemos unidos en lo esencial, sin oportunismos que dañen nuestras capacidades de acción y negociación.
Necesitamos cerrar filas, con una visión clara de nuestros intereses y prioridades nacionales: una postura previsora y proactiva. Ni menospreciar o evadir los retos, ni tampoco exagerarlos: debe imponerse una evaluación realista de los posibles escenarios, tanto los riesgos como las áreas de oportunidad. No se vale querer sacar provecho político, económico o de intereses de la nueva realidad.
Es tiempo para dejar de lado los intereses particulares, de grupos o personales; que no se contamine este proceso de enorme trascendencia para el futuro de México con actitudes electorales o que no estén pensando en el bien común, sino en intereses mezquinos.
Existen amenazas reales, que atañen a intereses fundamentales de México, el empleo, la inversión, la generación de bienestar para los mexicanos, así como a principios y responsabilidades que tenemos como nación. Además, es de esperar que la incertidumbre persista por un tiempo, dado que estamos ante una perspectiva desconocida o impredecible en un alto grado, por las disyuntivas que se esbozan.
Hay muchas cosas que tendrán que definirse, para que podamos tener mayor precisión del rumbo que pueda tomar el gobierno de Estados Unidos. En específico, habrá que esperar a que se den a conocer los integrantes claves de su gabinete; a la política que siga su partido y también los demócratas en el periodo de transición. Por supuesto, también a la reunión con el presidente Peña Nieto, previa a la toma de protesta de Trump, el 20 de enero próximo.
En este sentido, en el corto plazo, no puede descartarse que se presente una volatilidad intermitente en los mercados financieros internacionales y, en particular en México. La inestabilidad sólo comenzará a disiparse en la medida que haya definiciones y más certeza para la toma de decisiones.
Tenemos la convicción de que México cuenta con las condiciones y los recursos necesarios para transitar adecuadamente por esta fase de inestabilidad. Existe margen de maniobra para minimizar riesgos y costos, con instituciones y mecanismos que nos brindan capacidad para responder. Esto incluye el esquema del tipo de cambio flexible, para que cumpla con la función de absorber shocks, amortiguando los efectos en otras variables de la economía.
Los fundamentos macroeconómicos claves y las finanzas públicas de la Federación, si bien presentan retos importantes y áreas de oportunidad, nos dan condiciones suficientes para enfrentar el temporal, con un grado aceptable de blindaje.
Las primeras reacciones del Gobierno Federal han sido consecuentes. Se ha mostrado sentido de oportunidad y determinación para atender las contingencias financieras sin precipitación: sin utilizar anticipadamente cartas, lo que reduciría el margen de maniobra en lo sucesivo. Se ha reconocido la decisión soberana del pueblo estadounidense y se ha mostrado disposición para el diálogo, con el fin de buscar construir una nueva agenda común.
Se ha ido perfilado, asimismo, un sentido de encuadre y alineación tanto en el ámbito político, como entre el Gobierno y el sector privado. La aprobación del presupuesto para el 2017 es una muestra de ello. Es fundamental mantener esta dinámica, y de hecho hay que fortalecerla, para dar consistencia en el seguimiento y análisis de la situación, la determinación de los mejores caminos a seguir para defender los intereses y principios de México.
Debemos buscar nuestros aliados y nuestras fortalezas, para que en el diálogo encontremos la defensa de los legítimos intereses de nuestra patria.
La turbulencia de corto plazo deberá ir cediendo. Lo que no podemos hacer es confundir la inestabilidad de coyuntura con los aspectos de índole estructural en la relación bilateral y su incidencia en las prioridades políticas, sociales y económicas de nuestro país.
En México, nuestra patria, necesitamos visión estratégica y proactividad, y hacer un mismo equipo sólido, sobre bases en donde todos podamos compartir y construir. Así como podemos integrar respuestas y acciones a la altura de las circunstancias. Hay mucho que reflexionar, revisar, replantear y reforzar. Convocamos a que todos juntos hagamos este ejercicio de planeación y acción sobre los retos y directrices de la relación con Estados Unidos juntos todos: gobiernos, fuerzas políticas, sociedad civil y el propio sector empresarial.
Tenemos que responder adecuadamente a preguntas muy importantes y tomar determinaciones estratégicas no sólo del futuro de la relación bilateral, sino de la nación que queremos construir juntos.
¿De qué forma abordar las corrientes de proteccionismo en el mundo, siendo México un país líder en los flujos comerciales, logísticos e industriales de perspectiva global? ¿Cómo afrontar los retos del populismo que surge ante la gran desconfianza que existe hacia la política tradicional y las instituciones?
¿Qué acciones seguir para diversificar nuestros mercados de exportación y vigorizar nuestro mercado interno, nuestro empleo, a fin de ser menos dependientes de la economía de Estados Unidos? Al mismo tiempo, ¿cómo fortalecer nuestros vínculos estratégicos con ese país y al TLCAN, buscando soluciones en que podamos coincidir?
Hay que atender a las inquietudes de nuestros socios, a la vez que debemos demostrar lo mucho que se ha logrado en beneficio mutuo.
Las acciones no pueden limitarse a los gobiernos federales. Tienen que reflejar la diversidad de la relación, y ahí debemos sumarnos todos juntos, para asegurar las mejores condiciones para México: los gobiernos estatales, las empresas y sus trabajadores, sus organismos representativos, las organizaciones de la sociedad civil.
¿Cómo responder mejor ante amenazas que hay que enfrentar como una nación unida?: el rechazo a muros e imposiciones, la defensa de los derechos humanos de nuestros connacionales, los empleos que hemos generado y las oportunidades para los mexicanos.
Podemos convertir los retos en oportunidades efectivamente con los estadounidenses: una política integral para el desarrollo y la seguridad de la frontera y la zona colindante; soluciones justas y perdurables para la migración; una integración comercial y productiva que genere más empleos en ambos países.
Hay que poner por delante una posición de país amigo, aliado y socio, con un destino inevitablemente compartido con el de Estados Unidos, pero también de una nación digna, decidida a defender sus intereses y los de su gente, en México y en Estados Unidos.
Pedro de Legarreta Lores
Quién dirige el país más poderoso del mundo no es un asunto menor. Si la situación fuera otra, si Hillary Clinton hubiera ganado, el tiempo y la tinta que se le dedicaría al asunto sería mucho menor, porque no despertaría las inquietudes que significa el triunfo del plutócrata y porque las reglas serían conocidas. A lo largo de la semana son dos las preguntas que los analistas y opinólogos hacen:
¿Por qué ganó Donald Trump?, evidentemente las nuevas tecnologías que permiten saber si el teléfono que nos marca es de una persona conocida, hace que muchos no contestemos al no reconocer un número, esto disminuye la confiabilidad de las encuestas, pero también, sin duda, el que nuestras opiniones sean conocidas y criticadas, hace que muchos que están pensando fuera de lo que se considera políticamente correcto, prefieran no contestar o mentir simplemente, es otro factor que oculta los resultados. Finalmente, está la disposición a emitir el voto, si bien al consultarme me preguntan si lo haré o no, al final del día puede ser que el día de la elección pase algo que me impida asistir o no me motive a hacerlo. El electorado potencial de Clinton estaba menos motivado para emitir el voto que el de Trump y esto puede haber marcado una diferencia que finalmente fue desembocó en una terrible derrota para la candidata demócrata.
Pero esta misma pregunta tiene repuesta en otra vertiente. El candidato republicano ganó porque se convirtió en una verdadera alternativa a un sistema inequitativo y corrupto, un sistema que tiene décadas prometiendo un Estado de bienestar pero que no ha conseguido hacerlo llegar a todos y en el que, cada día más, hay excluidos y marginados sin oportunidad de participar en los beneficios, mientras que un pequeño sector (al que por cierto pertenece el propio Trump) se enriquece más allá de toda racionalidad.
La otra pregunta que se plantea es ¿qué podemos esperar de este hombre?, ¿qué podemos hacer ante este escenario?
La respuesta no es sencilla. Probablemente ni el mismo Trump la pueda contestar. Por una parte ha nombrado a Stephen Bannon, un supremacista blanco, como jefe de asesores de su gobierno, por otra, declara en entrevista en CBS que está evaluando integrar a su gabinete a una mujer y a un gay. Pareciera que en este momento el empresario venido a político busca reconciliarse con todos los grupos tras el final de la campaña, para tratar de resarcir las heridas, pero por otra parte la exigencia de la sociedad en el sentido de que cumpla lo que prometió lo impulsa a hacer las cosas. Podemos estar ciertos de algunas cosas: el sistema de inmigración no va a ser más justo; los jueces que se nombren serán de un corte más conservador; buscará hacer negocios con el mundo, imponiendo la ventaja que le da ser la principal potencia económica y militar y buscará fortalecer el aparato militar.
Para lo demás, hay una enorme interrogante que solo el tiempo podrá ir resolviendo. Solo nos queda hacer lo mejor que podamos por nuestro propio país, sin esperar que en algún otro se mueva un dedo para ayudarnos a resolver nuestros problemas.